Se cumple una semana de uno de los episodios más tortuosos que ha sufrido el Papa Francisco durante su larga convalecencia en el hospital Policlínico Gemelli. No sabemos cuánto duró la crisis respiratoria prolongada que sufrió el sábado por la mañana, pero el Vaticano incluyó el adjetivo “dolorosa” en el boletín médico.
Un momento muy delicado, de honda sensación de ahogo, que, además de alarmar a los médicos que tuvieron que conectarlo a una bombona de oxígeno, contagió de angustia al mundo.
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Ana Jiménez es una de las peregrinas españolas que debían reunirse con el Pontífice en una de las audiencias previstas para esta semana como parte del Jubileo de la Esperanza y que han tenido que ser canceladas.
“Seguimos todas las noticias sobre su salud; hay días que son mejores y otros un poquito peores. Hay mucha incertidumbre y estamos viviendo estos momentos un poco como si estuviéramos en una montaña rusa”, asegura.
Ha viajado con su marido y su hija de diez años, María, quien, con su desparpajo, ha llenado de alegría el viaje.

“Queremos ver las noticias, pero en italiano no entendemos nada”, dice con la autenticidad propia de los niños.
Es la primera vez que la pequeña sale de España y está entusiasmada con la peregrinación. “Me está encantando todo, pero para poder venir he tenido que trabajar mucho antes para no perder lecciones”, detalla María, quien de mayor quiere ser pianista.
A su padre, Alfredo Chipriana, se le ilumina el rostro al ver que es una niña muy aplicada. También él está preocupado por la salud del Santo Padre, que hoy cumple 15 días hospitalizado.
“Ha sido una pena no poder verlo. Pero, sobre todo, lo hemos pasado mal por él, porque sabemos que ha sufrido dolor y que lo ha pasado muy mal”, señala.
En todo caso, se muestra esperanzado con las últimas actualizaciones del Vaticano, que han confirmado que el Pontífice ya ha salido de la situación crítica, a pesar de que los médicos mantienen, de momento, el pronóstico reservado.

“Hemos rezado por él todos los días, un montón, y creo que le ha servido un poquito de algo porque ahora parece que está mejor”, añade.
En efecto, no son pocos los que en Roma están convencidos de que el poder de la oración está surtiendo efecto.
Todas las noches, a pesar de la humedad y el frío del invierno de Roma, cientos de personas se reúnen en la plaza de San Pedro para rezar el Rosario por la salud del Santo Padre. Es una iniciativa promovida por los cardenales residentes en Roma y sus colaboradores de la Curia Romana, que le ayudan en el gobierno práctico de la Iglesia Universal.

El primero fue el Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Pietro Parolin, este lunes, coincidiendo con el primer parte médico que, tras días de dificultades por la neumonía bilateral, informó de una “leve mejoría” en las condiciones del Papa Francisco. Hoy le toca al Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández.
Mónica es otra de las peregrinas españolas del grupo de 120 personas que viajaron desde Madrid en dos autobuses y dos furgonetas, junto con el obispo de la Diócesis de Alcalá de Henares, Mons. Antonio Prieto Lucena.
“Todos los días hemos tenido un rato para pedirle al Señor que el Papa se recupere pronto”, señala.
Lo confirma a su lado el vicario general de la diócesis, el P. Alberto Raposo: “Rezamos por él con mucha ilusión, sobre todo al conocer las últimas noticias que dicen que se está recuperando”.

El pasado 21 de febrero, los dos doctores que dirigen el equipo médico que atiende al Pontífice en el Gemelli, Sergio Alfieri —quien le operó del abdomen en 2023— y Luigi Carbone, subdirector médico del Vaticano, dejaron claro cuál es el peor escenario en su cuadro clínico.
“Si, por desgracia, a pesar de todo el tratamiento farmacológico que está recibiendo y la dosificación de cortisona con niveles muy bajos para impedir una diabetes, uno de los gérmenes pasara a la sangre, a cualquier paciente le daría una septicemia. Y la septicemia, a la edad del Papa [88 años], sería difícil de tratar”, señalaron.
Sin embargo, por ahora la evolución de la enfermedad parece haber superado ese peligro.
Mientras el mundo reza por su recuperación, el Papa Francisco vive con serenidad estos momentos de dificultad. Además, está conmovido por los cientos de mensajes que han llegado en los últimos días al hospital, muchos de ellos de niños y enfermos.