A pesar de que el Papa Francisco se encuentra ingresado en el hospital Gemelli desde hace 12 días, la Oficina de Prensa de la Santa Sede difundió su catequesis sobre “el misterio de la presentación de Jesús en el templo”, en la que invita a los fieles a seguir el ejemplo de Simón y Ana y a “olfatear la presencia de Dios en la pequeñez”.
Al inicio de su catequesis, el Papa Francisco precisó que en Israel “no existía la obligación de presentar al niño en el Templo, pero quien vivía en la escucha de la Palabra del Señor y deseaba conformarse a ella, consideraba que era una práctica valiosa”.
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En este contexto, recordó que Lucas narra en el Evangelio “el primer acto de culto de Jesús”, en el que María y José “se ocupan de su custodia y de su crecimiento, y lo introducen en la atmósfera de fe y culto”.
Y ellos mismos, precisó el Pontífice, “crecen gradualmente en la comprensión de una vocación que los supera con creces.” También recordó que, en el Templo, el Espíritu Santo “habla al corazón de un hombre anciano: Simeón, un miembro del pueblo santo de Dios preparado a la espera y en la esperanza, que alimenta el deseo de que se cumplan las promesas hechas por Dios a Israel por medio de los profetas”.
“Simeón abraza a ese niño que, pequeño e indefenso, descansa entre sus brazos; pero es él, en realidad, quien encuentra el consuelo y la plenitud de su existencia abrazándolo”, afirmó el Santo Padre.
A continuación, recuerda el cántico de Simeón, “lleno de conmovedora gratitud”: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación,
la que has preparado ante todos los pueblos: luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo, Israel" (Lc 2,29-32).
Subrayó que Simeón “canta la alegría de quien ha visto, de quien ha reconocido y puede transmitir a otros el encuentro con el Salvador de Israel y de los pueblos. Es testigo del don de la fe, que recibe y comunica a los demás; es testigo de la esperanza que no defrauda; es testigo del amor de Dios, que llena de alegría y de paz el corazón del ser humano”.
Para el Papa Francisco, el anciano Simeón “ve la muerte no como el final, sino como la realización, como la plenitud, la espera como una ‘hermana’ que no destruye, sino que introduce en la vida verdadera que ya ha pregustado y en la que cree”.
El Santo Padre también recordó a Ana, “una mujer de más de ochenta años, viuda, dedicada enteramente al servicio del Templo y consagrada a la oración”.
La anciana, al ver al niño, celebra al Dios de Israel “y se lo cuenta a los demás, difundiendo generosamente la palabra profética”.
“El canto de la redención de dos ancianos difunde así el anuncio del Jubileo a todo el pueblo y al mundo. En el Templo de Jerusalén se reaviva la esperanza en los corazones porque en él ha hecho su entrada Cristo, nuestra esperanza”, señaló a continuación.
Por último, el Papa Francisco pidió imitar el ejemplo de Simeón y Ana, estos “peregrinos de la esperanza que tienen ojos claros capaces de ver más allá de las apariencias, que saben ‘olfatear’ la presencia de Dios en la pequeñez, que saben acoger con alegría la visita de Dios y volver a encender la esperanza en el corazón de los hermanos y hermanas”.