El Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén en Tierra Santa, explicó quiénes son los verdaderamente bienaventurados, en la reflexión que propone para este domingo 16 de febrero sobre las Bienaventuranzas (Lc 6,17.20-26).

El purpurado de origen italiano señala que lo primero que hace Jesús ante las personas que lo escuchan —“gente pobre: enfermos, hambrientos, endemoniados. Personas heridas por la vida— no es “curarlos, no es ayudarlos, sino descender en medio de ellos y detenerse. Jesús no viene en primer lugar a cambiar la vida de las personas resolviendo problemas, curándolos a todos siempre. Él desciende y se queda entre ellos, se convierte en uno de ellos”.

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Al hacer esto, prosigue el cardenal, —que ha animado siempre la paz y el alto el fuego entre Israel y Hamás en Palestina— Jesús les da a las personas “una Palabra capaz de darles una nueva mirada a sus propias vidas”.

En la Biblia, refiere el cardenal patriarca, “sólo hay una gran bienaventuranza que resume todas las innumerables bienaventuranzas que están dispersas a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento: la de conocer al Señor. Esta es nuestra vocación, nuestra mayor alegría: conocerlo. Esta es nuestra bienaventuranza”.

Jesús, continúa el purpurado, “no dice que los pobres serán bienaventurados porque se harán ricos: ésta no es la justicia que Él viene a traer. Seguiría siendo una justicia puramente humana, que cambiaría la suerte de todos, creando nuevos ricos, pero también nuevos pobres. No habría nada realmente nuevo”.

“Los pobres son bienaventurados porque el Reino les pertenece, es decir, porque pueden conocer a Dios. Bienaventurados son, pues, aquellos a quienes la vida ha puesto en condiciones de experimentar a Dios”, subraya.

El Cardenal Pizzaballa resalta además que “bienaventurados aquellos a quienes la historia ha puesto en condiciones de comprender que cualquier otro lugar donde buscamos la vida revela tarde o temprano su rostro engañoso: la riqueza, la saciedad, la felicidad, el honor y la fama”.

“No es que sean realidades negativas o pecaminosas. Son sencillamente incapaces de dar vida eterna, porque encierran al hombre en una condición en la que todo está ya presente, en la que no hay nada más que esperar ni tener esperanza”, advierte.

Al hablar del gran sufrimiento que puede experimentar una persona, el Patriarca precisa que “el que sufre no es bienaventurado porque sufre, sino porque ese sufrimiento es una gran y preciosa escuela de verdad: la verdad de que no nos bastamos a nosotros mismos, de que no podemos solos, de que nuestras redes están vacías incluso después de una noche de trabajo, como vimos el domingo pasado (Lc 5,5)”.

“Y ahí es donde el Señor desciende y se detiene”, concluye.

La reflexión del Cardenal Pizzaballa se da en medio del frágil alto el fuego entre Israel y Hamás, y la propuesta de Donald Trump, que apoya a Israel, para sacar a dos millones de palestinos de la Franja de Gaza; y cuando se tiene programada la liberación de tres rehenes israelíes el sábado 15 de febrero.