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Algunas fotos dándole la mano al Papa Francisco, un ladrillo de la Catedral de Notre Dame obsequiado por el presidente de Francia, libros de arte, y una pila de cartas son algunos de los elementos que componen la escenografía del despacho del Cardenal Fernando Chomali, Arzobispo de Santiago de Chile, portador de una sonrisa amplia y una actitud curiosa ante las cosas que lo rodean.
Sobre la montaña de cartas, reflejo del diálogo que mantiene con distintos actores de la sociedad, un sobre de gran tamaño lo sorprende: “¡Ah, ya está impresa esta foto!”. De su interior, el purpurado saca la imagen de un cartón de huevos, un obsequio que le hicieron durante su visita a una parroquia de campo, y que en su faceta de fotógrafo decidió capturar, prometiendo colocarla luego en las paredes de su cocina.
En constante movimiento, mira la hora, chequea sus compromisos y se dispone a conversar con ACI Prensa sobre los acontecimientos de la Iglesia Católica en Chile, en especial en este último año, en el que dio sus primeros pasos como Arzobispo en la capital del país cordillerano, y estrenó también un lugar en la nómina de cardenales.
Espontáneo pero consciente del lugar que ocupa, el purpurado se dispone a compartir una visión fresca y a la vez profunda sobre los desafíos que enfrenta la Iglesia y la sociedad chilena en la actualidad, a través de la mirada sensible de un artista, comprometida de un pastor, y precisa de un ingeniero.
Chomali reconoce que una de las claves de su éxito en el diálogo con el sector político es la honestidad, la misma con la que admite no tener idea de cómo llegar a las nuevas generaciones y se atreve a enumerar algunos rasgos que deberá tener el próximo Papa, de quien será uno de los electores. Además, en el Jubileo de la Esperanza, pone sus expectativas en un futuro en el que Chile trabaje unida por el bien común.
ACI Prensa: Ha sido para usted un año de cambios: a fines de 2023 el Papa Francisco lo nombró arzobispo aquí, en Santiago, luego de una larga trayectoria en Concepción, y promediando el 2024 le confió también un lugar en el Colegio Cardenalicio, ¿Cómo ha sido este primer año de cambios y cómo toma este gesto de confianza del Papa?
Cardenal Chomali: Bueno, en primer lugar, yo sigo haciendo lo mismo que hacía en Concepción. Porque independientemente de donde uno esté, la vida del obispo es muy clara: es santificar el pueblo de Dios, enseñar al pueblo de Dios, gobernar, tratar de que el Evangelio llegue a todas partes.
La única diferencia es que Concepción es más pequeño y, por lo tanto, son muchas las cosas que dejo fuera aquí en Santiago y eso, para mí, sin lugar a duda, es un dolor. Pero sigo siendo lo mismo, porque lo que me define a mí y a los sacerdotes no es el lugar donde estamos, sino que es la labor misionera, que es la misma en todas partes.
Evidentemente que acá hay otro desafío más grande porque es una ciudad de 8 millones de habitantes, que tiene muchas complejidades. Es decir, una Iglesia mucho más amplia que también me obliga a mí a abrir mi corazón y, sobre todo, tratar de dilucidar qué es lo más importante, para usar el tiempo lo mejor posible.
Por otro lado, me siento a gusto en Santiago porque soy de Santiago, mi familia es de Santiago, mis amigos de toda la vida son de Santiago y, por lo tanto, es un lugar más natural para mí. Pero, con todo, Concepción me robó mi corazón después de 13 años porque fueron muchos los proyectos, las iniciativas pastorales, uno termina encariñándose con tantas personas, con tantas situaciones.
Pero la vida es un peregrinar y nosotros sabemos que tenemos que cambiarnos a muchos lugares y, de hecho, yo he cambiado de casa como 16 veces desde que empecé el seminario y esa es mi vida.
Después, claro, Santiago es una sede cardenalicia, pero yo jamás pensé que tan rápido el Papa me iba a nombrar cardenal, y yo lo siento como una responsabilidad y me quedo con la palabra de él cuando nos escribió y nos dijo que nos quería “menos eminencia y más servidores”. Es decir, si ser cardenal me ayuda a servir más, yo estoy feliz, pero ontológicamente, esencialmente, no me cambia la vida porque sigo haciendo lo mismo.
ACI Prensa: Acaba de culminar el Sínodo de la Sinodalidad y el mensaje del Papa Francisco es claro y contundente, y tiene que ver con una Iglesia con las puertas abiertas para “todos, todos, todos”. En la actualidad y por diversos motivos, hay sectores de Chile que sufren la discriminación. ¿Con quiénes siente que existe una “deuda sinodal” en ese sentido, y cómo actúa la Iglesia ante esto?
Cuando el Papa dice una Iglesia abierta a “todos, todos, todos” está diciendo, en mi opinión, que la Iglesia no es el club de los buenos. La Iglesia no es el club de los buenos, de los perfectos, sino de aquellos que necesitan salvación, y a eso estamos todos llamados. Es decir, una Iglesia de personas que se reconocen necesitadas de Dios, que se reconocen necesitadas de la comunidad y que encuentran ese espacio en la comunidad.
Pero también lo que él plantea es una Iglesia donde el ideal sigue presente: el ideal a la santidad, el ideal a una vida virtuosa, el ideal a la vida matrimonial, el ideal a la vida familiar, y él siente que esas situaciones no siempre coinciden con la realidad, pero no tenemos que perder el ideal y no se puede excluir a nadie a priori. Yo creo que ese es el punto fundamental porque todos tenemos la posibilidad de acoger la gracia de Dios que nos va a convertir a cada uno de nosotros.
Por lo tanto yo espero que la gente en la Iglesia se sienta acogida, que todas las personas se sientan acogidas, pero que al mismo tiempo sientan que esa acogida es para dar un paso a una vida según el querer de Jesús, el querer de Dios y creo que eso es el camino que tenemos que hacer todos, porque nadie puede decir que ha alcanzado la santidad, nadie puede decir que es un católico perfecto. Todos estamos llamados a mejorar en nuestra propia vida y en eso, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra y yo por supuesto que no la tiraría.

ACI Prensa: Hace algunas semanas, su nombre estuvo en los medios de comunicación porque consideró “un regalo” que se postergara el tratamiento de la ley de aborto libre en Chile. Sin embargo, en 2025 parece estar en la agenda del presidente Gabriel Boric tanto el tratamiento del aborto como de la eutanasia. Como pastor de la Iglesia pero también como experto en Bioética, ¿Qué consecuencias cree que traería el avance de estas leyes?
Bueno, el presidente efectivamente lo dijo en la cuenta pública, y yo pienso que es un error tratar de introducir esas leyes en Chile porque reconocen que hay personas que están embarazadas, reconoce que hay personas que están en la etapa final de la vida, que tienen serios problemas, y eso lo reconocemos todos. Hay embarazos que son dramáticos, hay términos de la vida humana que son dramáticos, el tema es cómo se soluciona.
Nosotros creemos que el aborto, la eutanasia, no es una solución auténticamente humana porque implica la deliberada eliminación de un ser humano inocente, y por lo tanto nosotros vamos a seguir promoviendo aquellas leyes que cuidan la vida, vamos a seguir promoviendo la posibilidad de que haya una fuerte estructura que cuide adecuadamente a la madre y al niño.
Detrás de una ley de ese tipo hay algunas afirmaciones que son falsas: en primer lugar, que a partir de ciertas semanas estaríamos en presencia de un ser humano y eso es falso. Desde el momento de la fecundación se inicia una vida humana y eso no lo digo yo, eso lo dicen los libros de embriología donde estudian todos los estudiantes de medicina y de biología del mundo, y eso también lo dice el sentido común.
Y lo otro que supone una idea que es muy falsa, es que alguien puede decidir qué vida merece ser vivida, y eso es imposible decidirlo. Yo conozco personas que tienen serios problemas físicos, etc. y sin lugar a dudas que optarían por la vida cien veces, están contentos con su vida, han sido capaces de encontrarle sentido a su vida. E incluso las propias mamás que han dado a luz a niños con dificultades lo reconocen como su hijo y lo cuidan como tal, por lo tanto yo pienso que el aborto y la eutanasia es un fracaso de la sociedad, porque resuelve situaciones complejas —que yo las reconozco— a través de un acto de violencia.
ACI Prensa: En algunas ocasiones usted se ha pronunciado sobre la violencia, y la Iglesia Católica también ha sido víctima de violencia, en particular de ataques incendiarios a templos. ¿Qué sensación le provocan estos sucesos y cuáles piensa que son las motivaciones de fondo?
Bueno, cuando destruyen una iglesia destruyen el alma de una comunidad y no solamente la comunidad católica sino que destruyen el alma de personas que encuentran en el templo un lugar de acogida, un lugar de escucha. En los sectores del campo, la parroquia, la capilla es un lugar fundamental de encuentro comunitario, y es un atentado en contra de la Iglesia pero también un atentado contra la civilización.
Eso es lo primero, y no se justifica bajo ningún punto de vista porque es un acto de violencia, de intolerancia, que sin lugar a duda habla muy mal de quien lo realiza. Pero, por otro lado, tenemos que pensar que todas esas comunidades al final salen fortalecidas, porque reconocen el valor para sus propias vidas de la fe, el valor para la propia vida de su templo, y en general salen con mucha fuerza a reconstruirlos.
Por otro lado hay que preguntarse qué es lo que pasa, qué sociedad estamos construyendo que hay personas que son capaces de hacer ese tipo de cosas. Es decir, yo no puedo, como arzobispo, como un hombre de fe que hace discernimientos espirituales, quedarme con el fenómeno, que evidentemente me perjudica a mí y perjudica a la comunidad, sino que tengo que ir al fundamento: qué tipo de sociedad estamos generando que somos capaces de que crezcan personas con una mentalidad tan destructiva, que sean capaces de destruir algo tan propio para la persona humana como es la experiencia religiosa.
Los templos se han ido reconstruyendo y ojalá que no acontezca nunca más, pero también denota la vida y la sociedad que hemos construido todos nosotros de alguna manera.
ACI Prensa: Recientemente algunos sectores tanto del oficialismo como de la oposición se manifestaron en contra de la iniciativa de regularizar la situación de casi 200.000 inmigrantes en Chile. Como arzobispo pero también como nieto de inmigrantes, ¿cuál cree que sería la solución más inmediata para mejorar la realidad de estas personas?
Hay que hacer muchas distinciones y lo primero que me parece injusto, superficial y equivocado, es decir que la migración en Chile, y también la última migración, le ha hecho daño al país. Eso es falso.
Nosotros encontramos muchos espacios de la sociedad chilena que están atendidos por migrantes que han venido a Chile con mucho sacrificio, arrancando de situaciones muy difíciles, y además son muchos los chilenos que se han visto beneficiados por ellos. Lamentablemente, el Estado ha sido lento para reconocer a esas personas y darles plena ciudadanía.
Y hay otras personas que sean chilenas, no sean chilenas, sean migrantes, sea lo que sea, cometen delitos. Bueno, nosotros estamos en un Estado de Derecho y las personas que cometen delitos tienen que ser perseguidas por el Ministerio Público, pero no podemos tolerar que por esas personas empiece una corriente de xenofobia.
Por otro lado, desde el punto de vista evangélico, uno tiene que hacerle a los demás lo que quieren que le hagan a uno. Son muchos los chilenos que por distintas circunstancias han salido del país y son personas que han sido muy bien acogidas, que han encontrado un espacio de acogida, y nosotros tenemos que hacer lo mismo.

ACI Prensa: Usted es descendiente de inmigrantes palestinos. ¿Cómo piensa que se podría avanzar hacia una paz duradera en la región?
En primer lugar creo que lo más importante es la conversión de los corazones, de todas las instituciones, de todos los grupos que creen que con la violencia van a lograr algo. Con la violencia no se logra nada, la violencia lo único que hace es generar más violencia y creo que en ese sentido tenemos que rezar mucho por todos aquellos grupos —de uno u otro lado— que creen que a través de la violencia van a lograr un objetivo.
Yo soy absolutamente contrario a la violencia siempre, bajo todas las condiciones. Dicho eso, existen resoluciones muy claras de las Naciones Unidas, existe una historia muy clara que amerita que Palestina tenga un Estado libre, soberano, con fronteras seguras, que pueda cohabitar con Israel, que sean buenos vecinos y que —sobre todo— piensen en el desarrollo de los pueblos.
Creo que ese sería un paso tremendamente importante y pienso que es lo que está esperando la gran mayoría de los palestinos. También creo que lo está esperando una gran mayoría de los israelíes que tampoco están contentos con la situación que han vivido. No están contentos con la respuesta desproporcionada a un ataque totalmente injustificado de Hamás, pero que ha generado mucho dolor y mucho daño, y un verdadero y triste espectáculo, sobre todo para la juventud, que hacen creer que la vida no vale nada y que puede ser destruida.
Yo apelo al diálogo, como lo ha hecho el Santo Padre; apelo al sentido común de que así no se construye nada, sino que lo único que se logra es destruir.
ACI Prensa: En 2018 la Iglesia Católica en Chile atravesó una crisis sin precedentes, vinculada al tema de los abusos y de encubrimiento, un proceso que derivó en el gesto de todos los obispos de Chile, de poner su renuncia a disposición del Papa Francisco. Han pasado siete años, ¿Qué cambios se introdujeron y cómo se avanza en la recuperación de la confianza de la sociedad en la institución?
Es bueno saber que la Iglesia chilena, la Conferencia Episcopal, los obispados, han trabajado hace muchos años para decir “nunca más” a los abusos. Hay oficinas de denuncia en todas las diócesis, hay personas preparadas, sacerdotes que han ido a estudiar Derecho Canónico, sacerdotes que se han preparado, religiosas, psicólogos, laicos, que están trabajando arduamente para que toda denuncia sea adecuadamente investigada según los cánones de un proceso judicial, y creo que en eso hemos avanzado mucho.
También son varios los sacerdotes que han sido declarados culpables, que han sido dimitidos del estado sacerdotal, que han sido expulsados. Algunos son ampliamente conocidos, otros menos, pero eso ha pasado, y también ha pasado que el Papa le aceptó la renuncia a cuatro obispos después de ese encuentro que tuvimos en 2018, donde nos habló con una claridad meridiana respecto de que nosotros no estábamos haciendo todo lo que correspondía para terminar con este flagelo.
Hemos avanzado mucho, sin lugar a dudas, y tuvimos hace un par de meses una reunión con el Santo Padre, con el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal al cual yo pertenezco, y en ese encuentro le contamos con detalle todo lo que estábamos haciendo. Él quedó muy conforme, y también hablamos en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, donde analizamos todas las situaciones en las cuales nos encontramos, y sin lugar a dudas que hemos ido recuperando la confianza de las personas, porque han visto que hemos actuado.
Ha sido un proceso tremendamente doloroso para las víctimas, tremendamente doloroso para las comunidades, tremendamente doloroso para el acusado que han tenido que dimitir del Estado Sacerdotal, para las familias, pero en esto no hay pie atrás, porque es absolutamente contradictorio que una persona que se consagra a Dios, que debe ser la persona de confianza, haga que un lugar tan sagrado como la Iglesia se convierta en un lugar de peligro para su integridad.
Hace 20 años atrás, lamentablemente, estos protocolos no existían, no había nada, quedaba todo muy al arbitrio del obispo que en general quedaba muy paralizado frente a situaciones como esta, pero ahora hay una estructura en la cual se siguen los procesos como corresponde y de lo cual tenemos que sentirnos muy tranquilos que vamos a ir por esa línea.
ACI Prensa: En los próximos días va a acompañar a los jóvenes que participan en La Serena del Encuentro Nacional de Juventud, ¿cómo se hace para llevar un mensaje de fe a las nuevas generaciones en un contexto de creciente secularización?
No sé. En ese sentido no entendemos bien lo que está pasando, no entendemos cuál ha sido el impacto que han tenido las redes en ello, no sabemos el impacto que han tenido los cambios demográficos, no sabemos el impacto que han tenido tantos actores que entran en sus propias vidas. La verdad que no tenemos idea.
No sabemos el impacto que ha tenido en sus corazones una sociedad competitiva. Realmente no sabemos. Y creo que eso es muy bueno para poder hacer un diagnóstico como corresponde, porque sería terrible que tuviéramos un diagnóstico y que, por otro lado, no fuera el correcto y tomáramos medidas inadecuadas.
Lo que sí sé es que nos ha ido mal, porque es evidente que los jóvenes quieren encontrarse con algo trascendente, por eso es que se juntan entre ellos y salen, etc. Pero tal vez no hemos sido capaces de buscar una pedagogía adecuada, y yo estoy en eso. Por lo menos estoy en las redes, lo cual ya es algo. Algún joven lo leerá, pero no sabemos.
Esa es la verdad, porque si supiéramos, tendríamos los seminarios llenos, los jóvenes se casarían, tendrían una vida según la que nosotros creemos que es la mejor vida, y nada de eso está pasando. Así que no sabemos.

ACI Prensa: En un futuro quizás tenga que participar en el Cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco, ¿Qué aspectos tendría en cuenta al momento de elegir?
Bueno, espero que no pase. Pero, ¿sabe? Yo creo que primero, tenemos que elegir a un Papa —cuando tenga que pasar, ojalá que falte mucho tiempo para eso— que sea simpático. Lo primero.
No nos olvidemos que, en los Hechos de los Apóstoles dice: “y gozaban de simpatía en todo el pueblo”. Es decir, una persona que a través de las acciones que ha ido haciendo, goce de simpatía en todo el pueblo. Yo creo que eso es lo primero.
En segundo lugar, una persona que tenga un gran sentido de realidad, como el Papa Francisco. El Papa Francisco tiene un gran sentido de realidad, de poder reencantar a los católicos desde su realidad, que no siempre coincide con la nuestra.
Y, por supuesto, que sea una persona tremendamente espiritual. Es decir, nosotros no necesitamos pastores, ya sea sacerdotes, obispos, papas, que sean grandes ejecutivos, ni mucho menos. Necesitamos personas con mucha profundidad espiritual, con mucha hondura espiritual, que sean capaces de leer, de captar la cultura, para poder entregar el mensaje.
El Papa nos ha dicho, cuando recién comenzó su pontificado, que no quería católicos con cara de vinagre, y creo que sería terrible que se eligiese —cuando corresponda— a un Papa con cara de vinagre, tiene que ser una persona que goce de mucha simpatía en todo el pueblo.
ACI Prensa: Estamos comenzando el Jubileo de la Esperanza, un tiempo en el que se nos llama especialmente a pedir perdón y a abrir el corazón para ser perdonados. Me surgen dos preguntas: ¿Dónde está puesta su esperanza hoy? ¿Y considera que debería usted pedir perdón por algo?
Evidentemente uno siempre tiene que pedir perdón por todo el bien que no hizo, por todo el mal que hizo, por todas las negligencias, eso absolutamente. O sea, sería una soberbia brutal de mi parte decir que no tendría que pedir perdón.
Yo pienso que vivimos en una sociedad muy hipócrita, que promueve todo, permite todo y no perdona nada. Y pienso que tenemos que ser nosotros los oasis de misericordia, como dice el Papa, en las parroquias, y creo que estamos tremendamente necesitados de reencontrarnos en la verdad, y para eso es muy importante aprender a pedir perdón, perdonar y perdonarse.
Pienso que ese sería un camino de reconciliación de una sociedad tremendamente individualista, que no ha encontrado todavía el norte de su vida, y creo que el mensaje de Jesucristo de amarse los unos a los otros como Él nos ha amado; el mensaje de Jesucristo de tomar la condición de esclavo; de servir y no ser servido; de buscar los últimos puestos, es un mensaje tremendamente potente hoy día, que tiene un valor universal y que tal vez cada vez sea menos escuchado, pero cada vez va a ser más importante.
En ese sentido, yo me siento nadando contracorriente, cosa que me gusta, tiene que ver tal vez con mi personalidad, pero creo que si fuésemos escuchados tendríamos otra sociedad.
Pero como los jóvenes le dan más crédito a lo que ven que a lo que oyen, creo que lo más importante es que cada uno trate de vivir eso. He intentado buenamente hacer obras sociales muy contracorriente, como una manera de demostrar que es posible jugársela por cosas importantes, como una manera de decir que la fe te mueve, la voluntad te mueve, la inteligencia te mueve para hacer algo por los demás y que ahí está la verdadera alegría.
Y también tengo esperanza de que podamos repensar seriamente nuestros modelos educativos, que están muy volcados a la competencia, a competir los unos contra los otros; en que podamos repensar los sistemas económicos que tienen una mirada muy economicista y comprenden el desarrollo solamente como el desarrollo económico cuando el desarrollo es integral, de todo el hombre, de todos los hombres, de la mujer, de la familia, etc; y tengo mucha esperanza de que podamos superar las grandes injusticias que también son fuentes de mucha tensión en Chile y el mundo.
Así que yo trabajo en esa línea, pero también consciente de que si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, así que harta oración y harta confianza en Dios.
ACI Prensa: Tanto en Concepción como también aquí, en Santiago, ha sabido posicionarse como una voz respetada y presente en las discusiones públicas. ¿Cuál es el secreto para el diálogo fecundo con todos los actores sociales?
Ser auténtico, creo que eso es lo primero. No tener absolutamente ningún interés en el poder. No tengo ningún interés en el poder, en sentirme más que las personas. Ningún interés, ningún interés. Solamente servir, con algo que yo creo que es muy hermoso, lo más hermoso que tenemos, que es el Evangelio. Creo que eso es tremendamente importante.
No hablar mal de las personas, creo que es muy importante eso en la vida. Y “todos, todos, todos” tienen algo que aportar a la sociedad. Todos. Y a mí me da mucha tranquilidad poder unir mundos muy distintos en búsqueda de lo que nos interesa a todos, que es el bien común.
Y tratar de ser sensato en la vida, tratar de volver al sentido común que me parece tan importante hoy día.
ACI Prensa: Además de su compromiso social, es conocido su gusto y su habilidad por el arte, por medio de la pintura, la fotografía, ha escrito obras de teatro y dirigió hace poco un documental que fue proyectado incluso en Roma ¿De dónde viene su gusto por el arte, y cómo cree que se vincula con el compromiso social?
El compromiso con el arte viene por mi padre: sus categorías para comprender el mundo eran: bello o no bello, armónico o no armónico. Yo me eduqué en ese ambiente, donde las cosas tenían que ser sencillas, tenían que ser perfectas, y fui educando una sensibilidad artística muy desarrollada, que no logré plasmarla profesionalmente.
El arte es una expresión del espíritu extraordinaria, porque de alguna manera es una búsqueda de Dios que se plasma a través de lo plástico.
Durante la pandemia, como estábamos todos encerrados, pinté mucho y entonces yo vendía los cuadros para nuestros comedores en Concepción. Teníamos 60 comedores para la gente que estaba sin trabajo, para los migrantes, etc. y la verdad que me daba cuenta que también se podía prestar un servicio, y debo reconocer que me da alegría ver esos cuadros en las casas de personas que conozco, y espero seguir en esa línea.
Creo que he ido educando un ojo para ver más allá de las apariencias y creo que en todo hay belleza, hay que tener la capacidad de descubrirla, y creo que Dios me dio esa gracia.
Pero hay otra cosa también que es importante: que el arte es una de las experiencias que une. De hecho, al documental que hice, a las exposiciones que he hecho de fotografía, siempre va mucha gente y la gente está contenta.
El arte siempre genera unidad, genera discusión, genera conversación, genera reflexión, y qué más hermoso para un sacerdote, en el caso mío para un arzobispo, que juntar gente tan distinta, creyente y no creyente, frente a una expresión del alma como es el arte.
No tengo ninguna pretensión de ningún tipo, no voy a ser famoso bajo ningún punto de vista, pero es un descanso para mí.