El Papa Francisco elogió al fundador de la Congregación de Solesmes, Dom Prosper Guéranger, fallecido en 1875 como “uno de los primeros artífices del Movimiento Litúrgico” del que derivó la Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II. 

En una misiva, escrita en francés y dirigida al actual Presidente de la Congregación de Solesmes, P. Geoffroy Kemlin, el Santo Padre puso en valor su carisma “recibido para edificación de toda la Iglesia”, así como su papel de “restaurador de la vida monástica benedictina en Francia”.

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Esta realidad eclesiástica es una de las 21 ramas de la Confederación benedictina de la Orden de San Benito.

El Pontífice también destacó los “conocimientos litúrgicos puestos al servicio del pueblo de Dios, su ardiente piedad hacia el Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen María, su labor en favor de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción y del de la infalibilidad papal” de Dom Prosper Guéranger, además de sus escritos “en defensa de la libertad de la Iglesia”.

En la carta, firmada el pasado 2 enero pero publicada este jueves 30 por la Oficina de Prensa del Vaticano, el Papa Francisco hizo hincapié en otros dos aspectos de su carisma que corresponden a dos necesidades actuales de la Iglesia: “La fidelidad a la Santa Sede y al Sucesor de Pedro, en particular en el ámbito de la liturgia, y la paternidad espiritual”.

Personas humildes buscaban su consejo espiritual

Asimismo mencionó la “paternidad espiritual” como otro aspecto del carisma de Dom Guéranger: “Atento a lo que el Espíritu Santo hace en las almas, Dom Guéranger sólo quería una cosa: ayudarlas en su búsqueda de Dios”. 

“Formado por la Regla benedictina y la alabanza divina, su dulce y alegre confianza en Dios conmovía los corazones de los monjes que acudían a reunirse a su alrededor, de las monjas que se beneficiaban de sus enseñanzas, pero también de los hombres y mujeres con responsabilidades en la Iglesia y en la sociedad, y sobre todo de los padres y madres, niños, pequeños y humildes que buscaban su consejo espiritual”, explicó. 

Y añadió: “Tanto en tiempos de paz como de adversidad, todos ellos encontraron en él el fortalecimiento o la renovación de su fe, el gusto por la oración y el amor a la Iglesia”.

Por otro lado, el Santo Padre destacó a Dom Guéranger como “uno de los primeros artífices del Movimiento Litúrgico” del que después nació la Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II. 

“El redescubrimiento histórico, teológico y eclesiológico de la liturgia como lenguaje de la Iglesia y expresión de su fe estuvo en el centro de su obra, primero como sacerdote diocesano y luego como monje benedictino”, indicó. 

Para el Pontífice, fue precisamente este redescubrimiento de la liturgia el que inspiró “sus publicaciones en favor del retorno de las diócesis de Francia a la unidad de la liturgia romana”, que además le impulsó después a escribir los volúmenes de L’Année liturgique, (del francés El Año litúrgico) para poner a disposición de sacerdotes y laicos la belleza y la riqueza de la liturgia.

Por ello, pidió que su ejemplo suscite en el corazón de todos los bautizados “no sólo el amor a Cristo y a su Esposa, sino también la confianza filial y la colaboración dócil cum Petro et sub Petro’, es decir, con el sucesor de Pedro como guardián de la fe y de la disciplina.

Finalmente, el Papa Francisco pidió oraciones para que la obra del siervo de Dios Dom Guéranger “no deje nunca de producir frutos de santidad en todos los fieles, y para que siga siendo también un testimonio vivo de la fecundidad de la vida monástica en el corazón de la Iglesia”.

Prosper Guéranger fue un sacerdote francés ordenado en 1827, quien jugó un papel clave en la restauración de la Orden Benedictina en Francia. Tras la compra del priorato de Solesmes en 1831, logró establecer una comunidad monástica bajo la Regla de San Benito, obteniendo en 1837 el reconocimiento papal como abadía y convirtiéndose en su primer abad.

Dedicó su vida a fortalecer la comunidad benedictina, promoviendo la liturgia romana sobre las tradiciones diocesanas y defendiendo la autoridad papal frente al galicanismo y el jansenismo. Su obra más influyente, L’Année liturgique, buscó acercar a los fieles a la oración oficial de la Iglesia. También luchó contra el naturalismo y el liberalismo, contribuyendo al clima intelectual que llevó a la definición de la infalibilidad papal.

Fundó varios monasterios y una comunidad femenina benedictina. A pesar de algunas controversias teológicas, su legado dejó una fuerte influencia en la liturgia y la vida monástica. Murió en Solesmes, tras una vida dedicada a la revitalización de los monasterios en Francia.