Este miércoles se cumplen tres meses desde que las inundaciones en el oriente español provocaran más de 200 muertos y causaran graves destrozos en muchos pueblos, en los que la Iglesia Católica sigue trabajando para llevar esperanza, a pesar de las dificultades.

Han sido miles de casas destrozadas, negocios arruinados y vehículos inutilizados. También los hogares de los sacerdotes y las parroquias, injertadas en el corazón de estas comunidades, han corrido la misma suerte. 

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ACI Prensa ha consultado a tres párrocos, un sacerdote vecino de las zonas afectadas, un vicario y a la directora de Cáritas Valencia, para hacer un balance de la situación. El diagnóstico, es compartido:

“La situación es bastante desesperanzadora porque hay mucho todavía que recomponer, no sólo en el tema material, que también, sino sobre todo en el tema humano y en el psicológico”, explica el P. Salvador Aguado, párroco de la iglesia de Santa Fe en Alfafar.

“Necesitamos mucha comprensión de la gente, mucha paciencia y que nos ayuden, pero a nuestro ritmo. El resto del mundo va a un ritmo y nosotros al nuestro”, añade. 

El P. Gustavo Riveira, párroco de San Jorge en Paiporta, considera que “la situación no es para tirar cohetes. Se tiene sensación de abandono. Hay una lentitud enorme para todo” y señala en especial a los dirigentes políticos: “Siguen peleando el día después, como se peleaban el día antes”. 

"El Cristo del barro" de la parroquia de San Jorge de Paiporta, un símbolo de la DANA en Valencia. Crédito: Arzobispado Valencia.
"El Cristo del barro" de la parroquia de San Jorge de Paiporta, un símbolo de la DANA en Valencia. Crédito: Arzobispado Valencia.

El P. Federico Ferrando, sacerdote diocesano de la Archidiócesis de Valencia, es vecino de Paiporta y también apunta a la clase política: “El Gobierno nos vuelve a abandonar, como tantas veces cuando uno vela por su interés personal antes que por el bien común, el bien de todos y en todo, que pasa porque Cristo reine en todas estas poblaciones”. 

Además, confirma las muchas carencias que aún existen: “Se están necesitando muchos voluntarios que pongan su oficio, su profesión al servicio de las casas afectadas. Se necesitan muchos obreros, se necesitan muchos electricistas”. 

“Han pasado tres meses y la noticia ya no es noticia. Pero nosotros, a pesar de todo esto, seguimos estando al pie del cañón”, comparte el P. Óscar Benavent, párroco de San Pío X en Algemesí, quien conoce de primera mano los efectos de la riada en su propia casa:

“Ni tengo sofá, ni me ha quedado cocina, ni horno, ni nevera, ni cajones, ni librería, ni mesa de estudio, ni silla para sentarme a trabajar, ni puerta de entrada de casa porque está hinchada y necesito que alguien desde fuera la empuje para abrir”, describe. 

Esta es la realidad de todo el pueblo, donde el desbordamiento del río Magro alcanzó a todos los edificios de tal forma que el pueblo estuvo prácticamente un mes sin actividad comercial y aislado. 

Tres grandes desafíos

El vicario episcopal de la Vicaría III de la Archidiócesis de Valencia, que incluye buena parte de las zonas más afectadas, P. Jesús Corbí, concreta tres grandes desafíos en este momento. 

“En primer lugar, la dificultad de transporte. Muchísimas personas se han quedado sin vehículos”, necesarios para desplazarse al lugar de trabajo, llevar al colegio a los niños, acudir a un hospital o tener un tiempo de ocio familiar. 

Además, el transporte público disponible es insuficiente o sólo conecta con la capital, pero no entre los pueblos afectados. Estas dificultades también afectan a la hora de obtener suministros básicos.

El segundo problema es el desplazamiento de familias. “Hay familias que vivían en la planta baja y que han tenido que salir a otro lugar o buscar otra vivienda. Muchos han optado por vivir en casa de familiares y de vecinos, pero esto no se puede mantener durante mucho tiempo”, precisa.

En este campo preocupan en especial los ancianos que vivían en casas antiguas aún sin rehabilitar. “Muchos de los hijos no pueden tener a un padre o a unos suegros en la vivienda durante mucho tiempo”, lo que va a ocasionar “una demanda de plazas en residencias de ancianos que no sé si se podrá atender”. 

La situación de los que siguen en sus casas, en pisos altos pero con los ascensores estropeados, sin poder salir, también son fuente de preocupación.

En tercer lugar, el P. Corbí afirma que “uno de los problemas más grandes con que nos encontramos y que va para largo, es la dificultad de acceder a la vivienda” ya que la zona, antes del desastre, ya había experimentado un alza de precios. 

“En estos momentos no se ha duplicado, sino que se ha triplicado, por lo que es completamente imposible poder acceder a una vivienda en condiciones un poco normales de dignidad”. 

La implicación de Cáritas

El trabajo de las parroquias y Cáritas ha sido muy importante en estos meses. 

Aurora Aranda, directora de Cáritas Valencia subraya que el brazo caritativo de la Iglesia Católica “sigue teniendo una presencia activa en cada una de las poblaciones que se han visto gravemente afectadas”. 

Así, se han reforzado los equipos de las 32 Cáritas parroquiales más afectadas con 150 voluntarios y con profesionales técnicos, con dos objetivos.

El primero, “canalizar las ayudas que han llegado y la solidaridad de todas las personas que han confiado en Cáritas”. En segundo lugar, lograr que esas aportaciones “lleguen a cualquier persona afectada”, con independencia de su situación, pero priorizando según el caso. 

La directora de Cáritas Valencia, Aurora Aranda. Crédito: V. Gutiérrez / Archidiócesis de Valencia.
La directora de Cáritas Valencia, Aurora Aranda. Crédito: V. Gutiérrez / Archidiócesis de Valencia.

En este momento se centran en equipar las viviendas porque “muchas aún no se pueden rehabilitar”, en favorecer la movilidad, impulsar algunos negocios y cubrir necesidades básicas. 

Otro área importante es “el refuerzo psicológico y el apoyo emocional a los voluntarios y a las personas que han vivido y que siguen viviendo esta pérdida tan grande”, teniendo en cuenta  la necesaria coordinación con las diferentes administraciones “para que las tareas no sean independientes y no dupliquemos ayudas, sino que vayamos todos a la misma”.

“Bien recibido y bien repartido”

Por su lado, el P. Óscar Benavent, describe que en Algemesí, al principio, además de la limpieza, en su parroquia se centraron en la entrega de suministros básicos: 

“Estuvimos prácticamente un mes donde no podíamos comprar ningún producto fresco, ni congelado, ni nada” y tampoco podían salir del pueblo, por lo que organizaron una especie de banco de alimentos, con suministro de agua y entrega de enseres de aseo y limpieza con lo que recibían de los voluntarios. 

Voluntarios descargan suministros de agua para los afectados por la DANA en Valencia. Crédito: Cáritas Valencia.
Voluntarios descargan suministros de agua para los afectados por la DANA en Valencia. Crédito: Cáritas Valencia.

“La segunda fase fue visitar a la gente del barrio y ver a todos aquellos afectados en plantas bajas” para limpiar, adecentar y facilitar electrodomésticos básicos. 

Ahora, añade, “principalmente estamos visitando a las familias más difíciles, familias con riesgo de exclusión social”. 

El P. Benavent incide en que desde la parroquia continúan “ayudando, acompañando, sosteniendo, escuchando y facilitando lo que necesitan las personas para volver a tener una casa mínimamente decente”. 

Para ello cuentan con las donaciones, menores que en noviembre: “Ahora es muy poquito, pero todo lo que nosotros estamos recibiendo es bien recibido y bien repartido”. 

Signos de esperanza en mitad de la tragedia

Como es conocido, a pesar del inmovilismo inicial de las administraciones, tan arrolladora como la riada, fue la presencia masiva de voluntarios llegados de todos los rincones del país.

“Podríamos poner un gracias y un corazón sobre el nombre de cada pueblo y ciudad de España, porque no hay lugar de donde no nos hayan ayudado, donde no haya habido una comunicación, donde no hayamos establecido vínculos”, resume el P. Gustavo, de Paiporta.

En este terreno, destaca la labor de las Fuerzas Armadas y los Cuerpos de Seguridad del Estado “que han estado presentes, de una manera increíble, con una amabilidad, con una delicadeza, una disponibilidad…”.

El P. Gustavo también considera que esta situación permite fortalecer la fe ante las dificultades: “Una vida sin desafíos es una vida aburrida y muerta. Y bueno, este es un gran desafío que nos pone por delante tantas preguntas, que abre tantas puertas y que nos obliga a una reflexión de profundidad sobre qué mundo estamos construyendo y cómo es el modo de vincularnos humanamente y también con Dios”. 

El P. Salvador Aguado destaca el esfuerzo humano de muchos: “Por ejemplo, mi psicólogo, no ha dejado de visitar de forma gratuita a mucha gente mayor” para adelantarse a las posibles secuelas psicológicas.

También destaca la labor de un voluntario que, desde Andalucía, está elaborando manteles nuevos y purificadores. 

Lo más relevante, añade, es “poner a Cristo en el centro. Gracias a él, vamos levantando poco a poco la cabeza”, reanudando la actividad parroquial. Sobre todo, gracias a “tener la Eucaristía diaria”, que ayuda a tener “ánimos para avanzar, para recomponernos y para levantarnos con esa esperanza a la que Cristo nos llama en este año jubilar”. 

Sacerdotes, religiosas y voluntarios laicos ayudan a quitar barro de las zonas afectadas por la DANA en Valencia. Crédito: Archidiócesis de Valencia.
Sacerdotes, religiosas y voluntarios laicos ayudan a quitar barro de las zonas afectadas por la DANA en Valencia. Crédito: Archidiócesis de Valencia.

El P. Ferrando comparte como signo de esperanza que “se están preparando ya proyectos para hacer apostolado, misión y evangelización en los próximos meses”, con el objetivo de “restaurar no sólo lo material, sino restaurar las almas, las iglesias, las familias poniendo a Jesús en el centro. Esto es muy consolador, verdaderamente”. 

También subraya la ayuda de las Siervas del Hogar de la Madre o del grupo Hatari de Madrid, que acuden los fines de semana a “hacer misiones populares por los barrios, para poder cantar, alabar al Señor”.

“Tenemos un próximo proyecto de ir bendiciendo las casas afectadas, entronizar el Sagrado Corazón de Jesús y poner el ‘detente’, el Corazón de Jesús en las puertas de las casas de los vecinos” que impulsa la Asociación Cruz de Borgoña desde Pamplona, concluye.

El P. Corbí valora la importancia del voluntariado “como una de las cosas más bonitas” que han sucedido, aunque al principio llegara “de una manera muy descoordinada”. Ahora, “se ha pasado un poquito más al acompañamiento y a la evangelización” mediante la realización de misiones populares. 

Por otro lado, destaca la labor de las parroquias para recuperar la normalidad pastoral con actividades para jóvenes, retiros, adoraciones, etc. y mantener la ayuda de Cáritas. 

En tercer lugar, destaca la iniciativa de la Archidiócesis para ofrecer un servicio de escucha ”gracias a algunas unidades móviles de intervención con algunos profesionales, psicólogos y sobre todo voluntarios” y otro de mediación familiar, para dar charlas formativas e informativas sobre “cómo vivir el duelo para personas que han perdido familiares” o acompañar a quienes han perdido sus medios de vida. 

“La esperanza no se debe perder”, subraya el vicario, pese a que “va pesando ya mucho en el ánimo de las personas, que el tiempo se va prolongando y que cuesta mejorar muchas cosas, y eso también provoca un cansancio, una desazón, un desánimo”.

Templos jubilares en municipios afectados

Una de las acciones que puedan ofrecer mayor esperanza, es la decisión del Arzobispado de Valencia de declarar que “toda parroquia damnificada o afectada por la DANA se transforme en templo jubilar” para los voluntarios venidos de fuera o las personas del lugar que estén ofreciendo su ayuda. 

“Esto es muy lindo, porque abre muchas puertas y abre muchas redes”, detalla el P. Riveiro.