El Papa Francisco recordó que el “dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación” y reivindicó que la enfermedad, aun cuando sea “dolorosa y difícil de entender”, es una oportunidad de “encuentro con el Señor” en su mensaje para la 33° Jornada Mundial del Enfermo, publicado este lunes 27 de enero, pero que se celebra el próximo 11 de febrero.
“En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos”, asegura el Pontífice en el texto firmado el pasado 14 de enero.
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El Santo Padre reconoce que la enfermedad puede suscitar algunos interrogantes.
Por ejemplo: “¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos?”.
Sin embargo, incide en que en estas situaciones se siente la necesidad de un “apoyo superior”; es decir, “la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia y de esa fuerza que es don de su Espíritu”.
Por ello, invita a los católicos a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece “cerca de quien sufre”, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.
Sobre el primer concepto, el encuentro, incide en que Dios no sólo no abandona, sino que muchas veces sorprende a los enfermos con el “don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos”.
La enfermedad —detalla— es el hallazgo de una “roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos”.
En su mensaje para el próximo 11 de febrero sobre el tema La esperanza no defrauda y nos hace fuertes en la tribulación asegura también que la enfermedad “hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida”.
Así, asegura que a través del sufrimiento las personas se dan cuenta “de que toda esperanza viene del Señor”. Y añade: “Sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad”.
Por ello, el Santo Padre llama a compartir con Él el “desconcierto”, las “preocupaciones” y “desilusiones”.
El Papa Francisco constata a continuación como los lugares donde se sufre “son a menudo lugares de intercambio” y “de enriquecimiento mutuo”.
“¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor!”, escribe.
Asimismo, reivindica la labor de los “ángeles” de esperanza que ejercen como “mensajeros de Dios, los unos para los otros”.
Así, cita a esta comunidad: los enfermos, los médicos, los enfermeros, los familiares, los amigos, los sacerdotes, los religiosos y religiosas.
En este sentido, señala la importancia de “saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia” para lo que pide “conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario”.
“Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad”, considera a continuación.
Finalmente, pone el foco en los que asisten a os que sufren, “cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando (…) en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita”.
La Jornada Mundial del Enfermo fue instituida en 1992 por San Juan Pablo II, quien estableció que se celebre cada 11 de febrero, en la memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes.