El pasado 11 de enero falleció el P. Luis de Lezama, sacerdote multifacético que asistió al Concilio Vaticano II, fue corresponsal de guerra, fundó proyectos hosteleros para la formación de jóvenes, formó seminaristas y colaboró con el Cardenal Vicente Enrique y Tarancón.

“Don Luis fue más que un líder visionario. Fue un guía espiritual, un creador de oportunidades y un constructor incansable de sueños a través de sus muchos proyectos”, señaló el director del Grupo Lezama, Jon Urrutia, al dar a conocer su deceso en un comunicado

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Nacido en 1936 un mes antes de iniciarse la Guerra Civil española, se formó con los jesuitas en Bilbao.  A mediados de los años 50 se incorpora al Seminario de Madrid, donde cursó sus estudios eclesiásticos hasta que fue ordenado sacerdote en 1962. 

Fue destinado como párroco a la localidad madrileña de Chinchón, donde escribió el guión de un auto de la pasión que aún hoy se sigue representando. Tres años después fue enviado al populoso barrio de Vallecas, donde era conocido como el “cura de los maletillas”. 

Con este apelativo se hace referencia a su apoyo a los jóvenes que, en mitad de una corrida de toros, saltaban de espontáneos al ruedo tratando de ganar un momento de fama que los sacara de la pobreza. 

En 1965, formó parte del equipo de la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal Española que acudió a Roma con motivo de la clausura del Concilio Vaticano II. Dos años después fue enviado como corresponsal a la Guerra de los Seis Días entre Israel y Siria, donde fue herido de bala en los Altos del Golán. 

En 1972, como corresponsal de la Agencia EFE, viajó a Uruguay para conocer el testimonio de los supervivientes del vuelo de la Fuerza Aérea uruguaya que se estrelló en los Andes. Durante esa estancia investigó sobre el movimiento terrorista Tupamaro. 

En su vida sacerdotal ejerció además como superior en el Seminario Diocesano de Madrid, delegado de Vocaciones y secretario del Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, quien en 1974 le permite iniciar la aventura empresarial hostelera como medio de ayudar a jóvenes. 

Así funda la Taberna del Alabardero, situado cerca del Palacio Real de Madrid, que fue el origen de un grupo hostelero que cuenta con 500 empleados y 10 restaurantes y que está considerado además como una de las mejores escuelas de formación de su sector. 

Para lograr este éxito, el P. Lezama no dudó en diplomarse en Dirección y Planificación Hostelera en 1982 en Lausana (Suiza). En 1989 abrió en Washington DC otra Taberna del Albardero. 

En 2006, el Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela, le confió la puesta en marcha de una parroquia y un colegio en un nuevo barrio al norte de la capital española, Montecarmelo, que en ese momento apenas estaba urbanizado. 

A lo largo de su vida, el carismático sacerdote tuvo tiempo de escribir una docena de libros sobre hostelería, ficción y pedagogía.