Gastón Suárez tiene 29 años y está sentado en su casa de Santa Fe (Argentina). Junto a él, una estatuilla que simboliza un hito del Camino de Santiago, y sus credenciales con 109 sellos, que reflejan las etapas que caminó entre agosto y noviembre para unir la ciudad eterna, Roma, y la meta de millones de peregrinos católicos: la Catedral de Santiago de Compostela. Entre una y otra hay 3.154 kilómetros y otros tantos de miles de anécdotas, recuerdos, lugares y personas que quedarán en su memoria.

Durante las 109 etapas del camino, Gastón documentó un gran número de momentos a través de su cuenta de Instagram, donde a medida que iba caminando, sus seguidores virtuales acompañaban la travesía.

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Las primeras etapas, ajustadas al plan original, Gastón las caminó junto a su papá, Mariano. Unir Roma y Santiago de Compostela era para ellos un sueño compartido que comenzó a gestarse en marzo de 2022, luego de haber hecho juntos la peregrinación desde Lourdes (Francia) hasta Santiago.

Mariano y Gastón en Roma, al iniciar el Camino. Crédito: Cortesía Gastón Suárez
Mariano y Gastón en Roma, al iniciar el Camino. Crédito: Cortesía Gastón Suárez

Gastón estaba viviendo en Australia y cuando todo estuvo listo, regresó a Argentina para terminar de planificar con su papá este Camino. “Nos preparamos un poco y partimos rumbo a Europa”, recuerda. “Era el sueño de Mariano, y mi sueño era hacerlo con él”, asegura.

Su padre, reconoce Gastón, es más religioso que él. Pero aunque “por un tiempo estuve un poco separado de la Iglesia, ya con el anterior camino que hice, y con este, mi fe ha crecido muchísimo”, asegura.

“El viaje tuvo una motivación de aventura, de relación padre-hijo, pero también tuvo, por supuesto, una motivación religiosa”, aclara. Algunas de las vivencias del camino, “uno solamente le puede dar un sentido si cree en Dios”, considera.

“Si yo no creyera en Dios, en la Virgen, yo no podría haber hecho lo que hice”, resume. 

“Tenés que seguir caminando”

A pocos días de comenzar, algo cambió los planes de la dupla: los pies de Mariano comenzaron a lastimarse hasta que, por indicación médica, se vio obligado a dejar el camino y volver a Argentina.

“Para mí fue un golpe duro, porque era un camino que habíamos planificado hacer juntos, y no iba a ser lo mismo hacerlo solo”, recuerda Gastón. “Hablamos, lloramos, ese día fue muy duro, y él me preguntaba qué quería hacer yo, y había algo dentro de mí que me decía: aunque estés solo, tenés que seguir caminando”.

Sin embargo, desde Argentina, Mariano continuó siendo parte del recorrido, gestionando las rutas, indicando por dónde le convenía ir. “Sin papá, creo que no lo hubiera podido terminar, no hubiera llegado a donde llegué. Él me ayudó en todo momento”, afirma Gastón.

Camino de Santiago. Crédito: Cortesía Gastón Suárez
Camino de Santiago. Crédito: Cortesía Gastón Suárez

“Pensé que me podía morir”

Fueron más de 100 días e innumerables momentos. El día más difícil, recuerda, fue en Francia, cuando optó por hacer una etapa subiendo a la cima de una montaña. “Había un viento tremendo, literalmente era caminar por la cima de la montaña. El sendero desapareció, no había marcas, no había nada”, describe. “Recé como nunca en mi vida, tuve mucho miedo”, recuerda, y sintetiza: “Yo pensé que me podía morir ese día”.

“Esa experiencia me hizo valorar más la vida, la fragilidad de la vida”, reflexiona el joven.

“Estar abierto a los regalos”

Pero también hubo momentos lindos, como el día de su cumpleaños. “Yo había pasado la noche en la casa de un sacerdote, el P. Alexander que es de Colombia y está trabajando en Francia, y me recibió en su casa el día anterior a mi cumpleaños”.

“Yo le dije: Padre, mañana es mi cumple, y se acordó, y como no tenía nada en la casa, no tenía una torta, agarró un melón, lo partió al medio, le puso una vela arriba, y me cantó el feliz cumpleaños, que fue inolvidable”, valora. Ese mismo día, la familia de acogida que lo iba a recibir no apareció, pero el camino lo llevó hasta un grupo de mujeres peregrinas que le ofrecieron hospedarse y celebraron juntos su cumpleaños.

Eso lo hizo pensar en “la importancia de estar abierto a los regalos”, precisa. “Yo pensé que me habían abandonado, pero realmente había otros planes para mí ese día, estas fueron cosas inexplicables del camino, que me hicieron darme cuenta de que no estaba caminando solo”.

Los sacerdotes que marcaron el camino

“Las mejores personas que nos hemos cruzado en el camino fueron de la Iglesia, fueron sacerdotes. Uno de ellos, Don Paolo, en Italia. Me lo voy a acordar toda mi vida. Él me dijo: ‘El peregrino es sagrado’, y me dio hospedaje gratis y comida gratis, no aceptó que yo le dejara un donativo”, rememora.

“También el Padre Alexander, que me dijo ‘Mi casa es tu casa’, y me dijo: ‘Donde come uno, comen dos’. Y en Francia, con Mariano, el padre Armand nos hizo un lavado de pies, y dejó quedarse a una persona que estaba en situación de calle, lo acogió durante unos días y compartimos la cena con esa persona”, enumera.

“Esas tres personas me marcaron mucho en el camino”, sostiene.

Las señales del camino

En ese sentido, resalta la dimensión espiritual de la peregrinación: “Hubo situaciones inexplicables. Un día llegué a un lugar muy cansado, no tenía alojamiento confirmado, entré a la iglesia y una mujer me dijo: ‘Te estaba esperando’. Y yo nunca había hablado con esa mujer”, recuerda sorprendido Gastón. “¿Cómo me reconoció? ¿Y si yo llegaba un rato antes o un rato después? ¿O si no entraba a la iglesia donde ella estaba? Eso me da a entender que yo no estaba caminando solo”.

En ese sentido, Gastón destaca la importancia de ir “captando las señales que te envía el camino. Por ejemplo, yo podría haberme ido solo a otro lado, pero Dios la puso ahí en ese lugar, en ese momento, para que yo me la cruce y me ofreciera un lugar, es inexplicable”.

También hubo días de tristeza. “Mi hermana, María Candelaria, estuvo internada, tenía fiebre muy alta, estuvo unos tres, cuatro días internada y bueno, eso a mí me pegó mucho por no estar acompañando cerca de ella”.

Sin embargo, en esos días sucedió el reencuentro: En Lourdes, Francia, su papá regresó para culminar el camino con él. “El momento en que mi hermana estuvo internada, nos encontró en Lourdes, entonces aprovechamos también para rezar mucho en ese lugar que es impresionante”, destaca. 

Distancia que recorrió Gastón. Crédito: Cortesía Gastón Suárez
Distancia que recorrió Gastón. Crédito: Cortesía Gastón Suárez

“Si uno confía en sí mismo y cree en Dios, nunca camina solo”

La mayor enseñanza que le dejó el camino, admite, es que “cualquier cosa es posible si uno se lo propone”. 

“Como dije también en un video, si uno confía en sí mismo y cree en Dios, nunca camina solo”, añade. “El camino es una metáfora de la vida, de ir paso a paso, siempre para adelante, aunque haya obstáculos en el camino, como una montaña, como un río, siempre hay que ir hacia adelante”, alienta.

En cuanto a la condición física, Gastón considera que el cuerpo lo acompañó. “El cuerpo, la mente y la fe, por supuesto”.

Todo el recorrido está documentado en videos y fotos que se pueden ver en la cuenta de instagram @camino.roma.santiago. Allí, Gastón dejó reflejado su día a día, los momentos buenos y malos, recomendaciones y tips para peregrinos, y respondió preguntas de sus seguidores a medida que avanzaba. “Como ven en los videos, soy una persona transparente, muestro todo”, asegura.  

“Todos los días fueron únicos, cada día tuvo lo suyo, no hubo días feos. Si bien hubo días, por ejemplo, de mucha lluvia, que terminamos empapados, también el camino es así: no pueden ser todos los días soleados y de clima perfecto”, reconoce, pero “hay que adaptarse, y sacar lo mejor de uno mismo”.

Mariano y Gastón en la Catedral de Santiago de Compostela. Crédito: Cortesía Gastón Suárez
Mariano y Gastón en la Catedral de Santiago de Compostela. Crédito: Cortesía Gastón Suárez

“No hay nada como el Camino de Santiago”

“Me encanta caminar, me encanta el camino, me encanta ese ambiente que se genera en el camino, del albergue, de los peregrinos, de cruzarse con gente y decirle ‘buen camino’. Ir a la Misa del peregrino y que el padre te dé una bendición. Uno se siente parte de algo muy grande haciendo el Camino de Santiago”, resume.

“Lo único que importa en el camino es caminar, es el siguiente paso, no hay problemas externos en el camino. También uno se aísla un poco de todo lo que pasa”, admite. “No digo que esté bien, no hay que olvidarse de lo que pasa en tu casa o con tu familia, pero uno todo lo que hace es caminar, llegar de un punto a otro, al 100%”.

Si tuviera que dar una recomendación a alguien que va a emprender el Camino de Santiago, Gastón no da vueltas: “Que lo haga”. Y añade: “Es la mejor experiencia que uno puede hacer en su vida. No hay nada como el Camino de Santiago, ningún otro viaje se le parece, es único. Y uno no sale de esa peregrinación o de esa aventura siendo el mismo. Y si tiene miedo, que lo haga igual”.

“Y uno nunca camina solo. Puede ser que esté con un amigo, con un familiar, o con Dios. Pero uno nunca está solo en el camino”, reitera.

Carta expedida en Santiago que acredita el Camino realizado por Gastón. Crédito: Cortesía Gastón Suárez
Carta expedida en Santiago que acredita el Camino realizado por Gastón. Crédito: Cortesía Gastón Suárez