En la Audiencia General celebrada en el aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco y los fieles disfrutaron con entusiasmo de un espectáculo circense en el que no faltaron las acrobacias y la inesperada irrupción de dos elefantes animatrónicos, que pronto se convirtieron en el centro de todas las miradas.

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La imagen del Santo Padre acariciando con ternura la trompa de uno ellos evoca inevitablemente el recuerdo de Annone, un majestuoso elefante albino de cuatro años, proveniente de la India, que cinco siglos atrás fue la mascota del Papa León X y habitó en los jardines vaticanos.

Papa Francisco saluda al elefante en el Aula Pablo VI. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News
Papa Francisco saluda al elefante en el Aula Pablo VI. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News

En el libro El Vaticano como nunca te lo habían contado, el periodista Javier Martínez-Brocal narra los detalles de la insólita amistad entre el pontífice de la familia Medici y este elefante que cruzó los mares desde Lisboa a Italia como ofrenda del rey Manuel I de Portugal. 

Manuel de Aviz regaló este imponente animal al sucesor de San Pedro para celebrar el inicio de su pontificado. El nombre de Annone hacía referencia al general cartaginés que en la Primera Guerra Púnica se opuso a luchar contra Roma. Por tanto, según Martínez-Brocal, “era un modo poético de presentarse como un cordial aliado”.

Los miembros de la curia y los ciudadanos romanos abarrotaron las calles para presenciar la llegada de Annone, que fue recibido por el propio papa cerca del Castel Sant’Angelo. En una recepción cuidadosamente preparada, y tras recibir la señal de su domador, el elefante se arrodilló tres veces ante León X.

Luego, el animal llenó su trompa de agua y la lanzó sobre los cardenales y el pueblo, provocando risas y aplausos. El elefante se convirtió en un símbolo en Roma, desfilando en procesiones y eventos especiales, aunque sólo los hombres de máxima confianza del pontífice tenían permitido acercarse a él. 

Vivía en los jardines vaticanos, en la zona del Belvedere, aunque más tarde se trasladó a un recinto en el pasadizo que une el Castel Sant’Angelo con el Vaticano. Annone falleció dos años después de su llegada debido a una angina de pecho. La historia cuenta que el propio León X lo acompañó en sus últimos momentos y que fue enterrado en el Cortile del Belvedere, un complejo de edificios al norte de la basílica de San Pedro. 

Epitafio y boceto del fresco del memorial de Annone. Crédito: Dominio público
Epitafio y boceto del fresco del memorial de Annone. Crédito: Dominio público

Su memoria fue honrada por el propio pontífice, quien llegó a componer un epitafio sobre él. Incluso el célebre pintor Rafael, cuyo taller estaba cerca de donde vivía el animal, inmortalizó en al menos cuatro bocetos al elefante blanco que asombró a Roma.

Boceto de Annone realizado por Rafael. Crédito: Dominio público
Boceto de Annone realizado por Rafael. Crédito: Dominio público

El monje Fra Giovanni da Verona pintó también un dibujo del paquidermo que hoy puede contemplarse en los museos vaticanos, en una de las estancias de Rafael. Annone también inspiró al historiador estadounidense Silvio Bedini, autor del libro El elefante del papa.

Un año después de la llegada de Annone a Roma, Manuel I de Portugal obsequió al papa con otro exótico animal. Se trataba de Ganda, un rinoceronte de la India que había recibido como regalo de un sultán guyaratí.

Boceto del rinoceronte Ganda, de Alberto Durero. Crédito: Dominio público
Boceto del rinoceronte Ganda, de Alberto Durero. Crédito: Dominio público

Pero Roma nunca vio a Ganda, ya que la nave que lo transportaba naufragó cerca de Génova. Sin embargo, su fama se propagó por Europa gracias a los bocetos que los artistas realizaban con las descripciones de aquellos que le habían visto. Uno de los bocetos más conocidos es el del pintor alemán Alberto Durero, que inmortalizó al animal sin haberlo visto jamás.