El Año Jubilar y las Puertas Santas son tradiciones profundamente arraigadas en la historia de la Iglesia Católica. Pero, ¿de dónde provienen las Puertas Santas y qué significado tienen para los fieles?
El P. Edward McNamara LC, experto en liturgia y profesor de Teología en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum, explicó su origen y propósito en una reciente entrevista concedida a EWTN Noticias.
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Un origen histórico y espiritual
El concepto de la Puerta Santa tiene sus raíces en el siglo XV, en la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral del Obispo de Roma. Según el P. McNamara, podría tener su origen en una puerta en la misma basílica, donde los criminales podían encontrar asilo político, protegiéndose de la policía o los jueces. “Tanto fue así que el Papa, en un tiempo, para impedir abusos, empezó a murarla y a taparla”, explica el P. McNamara, sugiriendo que, con el tiempo, la puerta comenzó a adoptar un simbolismo mucho más espiritual.
Sin embargo, ese significado espiritual se consolidó en la Basílica de Santa Maria di Collemaggio en L'Aquila, una basílica católica construida en 1288 por voluntad del Papa Celestino V, donde comenzó la tradición de abrir una puerta especial en ciertos momentos. “De ahí, en el año 1300, el Papa Bonifacio VIII se inspiró para establecer también la idea de la Puerta Santa para un Jubileo”, explicó el sacerdote.
Desde entonces, cruzar la Puerta Santa se ha asociado con un Jubileo “netamente espiritual”, en el que los fieles, cumpliendo ciertas condiciones, pueden librarse del peso del pecado y comenzar una vida renovada de cercanía con Dios.
Más que un acto simbólico
Aunque cruzar la Puerta Santa es una manifestación externa, su verdadero significado radica en la disposición interior del creyente. El P. McNamara subrayó que “pasar por la Puerta Santa es solamente una manifestación externa de algo que está pasando por dentro”.
Al cruzar esta Puerta, el peregrino recuerda lo señalado en el capítulo 10 del Evangelio de San Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. Por ello, el Papa Francisco ha recordado que la peregrinación hacia la Puerta Santa “es una invitación a cumplir un pasaje, una pascua de renovación, a entrar en esa vida nueva que nos ofrece el encuentro con Cristo”.
La indulgencia plenaria y el desprendimiento del pecado
La gracia del Jubileo incluye la indulgencia plenaria, que representa la remisión de la pena temporal asociada al pecado. Sin embargo, el P. McNamara destacó que este proceso también requiere un compromiso interior: “La Iglesia pide que no haya apego al pecado. Una cosa es la debilidad humana... y otra es estar apegados a un tipo de pecado, incluso si es un pecado venial”.
Este desprendimiento implica una renuncia sincera al pecado, aunque la persona sea consciente de su fragilidad. “Sabes que puede ser que caigas de nuevo, pero no quieres volver a pecar en ese campo”, explicó el sacerdote, subrayando que se trata de “ser libre del apego”.
En palabras del liturgista, “lo primero que hace falta” para ganar una indulgencia “es hacer una buena confesión de todos los pecados desde la última Confesión”. Además, es fundamental recibir la Sagrada Comunión, participar en la Santa Misa y rezar por las intenciones del Santo Padre, lo que puede incluir “un credo, unas Ave Marías, un Padre Nuestro, una decena del Rosario, algo muy sencillo”, sostuvo.
En última instancia, la Puerta Santa simboliza la apertura hacia Cristo y la posibilidad de una conversión profunda. Como recordó el P. McNamara, “lo que hace la indulgencia es limpiarnos, dejarnos sanos de nuevo, para poder empezar desde cero nuestra lucha para seguir a Cristo y nuestra batalla para vivir”.