Cada 1 de enero la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz, una iniciativa que comenzó en 1968 gracias a San Pablo VI con el fin de promover este don del Espíritu Santo.

Para la 58° Jornada Mundial de la Paz que tiene lugar este 2025, el Papa Francisco eligió por lema Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz.

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En su mensaje publicado el 12 de diciembre, el Pontífice destaca que esta jornada se enmarca en el Jubileo de 2025, en el cual los fieles están llamados a “buscar la justicia liberadora de Dios sobre toda la tierra” y a ser la voz “de tantas situaciones de explotación de la tierra y de opresión del prójimo”, definidas por San Juan Pablo II como "estructuras de pecado".

En su texto, el Santo Padre recuerda que los bienes de la tierra son dones de Dios y por tanto “no están destinados sólo a algunos privilegiados, sino a todos”.

Sin embargo, advierte que cuando se ignora esta relación con Dios, el ser humano comienza “a albergar la idea de que las relaciones con los demás puedan ser gobernadas por una lógica de explotación, donde el más fuerte pretende tener el derecho de abusar del más débil”.

Francisco, indica que un ejemplo son la deuda externa que padecen los países pobres y “el peso de la deuda ecológica de los países más desarrollados”, que también deben cargar las naciones más necesitadas.

Ambas son “dos caras de una misma moneda de esta lógica de explotación que culmina en la crisis de la deuda”, afirma el Papa Francisco.

Por tanto, “pensando en este Año jubilar, invito a la comunidad internacional a emprender acciones de remisión de la deuda externa, reconociendo la existencia de una deuda ecológica entre el norte y el sur del mundo. Es un llamamiento a la solidaridad, pero sobre todo a la justicia”, expresa.

Sin embargo, señala que con el fin de evitar que “se trate de un acto aislado de beneficencia, que lleve a correr el riesgo de desencadenar nuevamente un círculo vicioso de financiación-deuda, es necesario, al mismo tiempo, el desarrollo de una nueva arquitectura financiera, que lleve a la creación de un Documento financiero global, fundado en la solidaridad y la armonía entre los pueblos”.

Perdona nuestras ofensas

En su mensaje, el Papa Francisco afirma que esta crisis será superada cuando los hombres se reconozcan hijos de Dios y que todos necesitan “unos de otros”. “Si nos dejamos tocar el corazón por estos cambios necesarios, el Año de gracia del jubileo podrá reabrir la vía de la esperanza para cada uno de nosotros. La esperanza nace de la experiencia de la misericordia de Dios, que es siempre ilimitada”, añade.

Dios otorga “sin cesar gracia y misericordia a todos los hombres”, al tiempo que “escucha el grito de los pobres y de la tierra”, recuerda el Pontífice.

En ese sentido, invita a pensar en este inicio de año “en la gracia con la que cada vez (Dios) perdona nuestros pecados y condona todas nuestras deudas, para que nuestro corazón se inunde de esperanza y de paz”.

Pero además, el Papa recuerda que al enseñar la oración del Padrenuestro, Jesús “establece una afirmación muy exigente: ‘Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’”.

“Para perdonar una ofensa a los demás y darles esperanza es necesario, en efecto, que la propia vida esté llena de esa misma esperanza que llega de la misericordia de Dios. La esperanza es sobreabundante en la generosidad, no calcula, no exige cuentas a los deudores, no se preocupa de la propia ganancia, sino que tiene como punto de mira un sólo fin: levantar al que está caído, vendar los corazones heridos, liberar de toda forma de esclavitud”, explica.

Restaurar la dignidad de las poblaciones

En su mensaje, el Papa Francisco invita también a los fieles a llevar a cabo acciones que permitan “restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza”.

Además de su llamado a condonar las deudas a los países que no están en capacidad de asumirlas, el Pontífice pide “un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural”, pues sin esperanza en la vida, “es difícil que surja en el corazón de los más jóvenes el deseo de generar otras vidas”.

“Aquí, en particular quisiera invitar una vez más a un gesto concreto que pueda favorecer la cultura de la vida. Me refiero a la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones. Esta medida, en efecto, además de comprometer la inviolabilidad de la vida, destruye toda esperanza humana de perdón y de renovación”, afirma.

Asimismo, el Papa solicita que se utilice “al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en los armamentos para la constitución de un Fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático”.

El Pontífice asegura que quienes emprendan el camino de la esperanza a través de los gestos sugeridos, “podrán ver cada vez más cercana la tan anhelada meta de la paz”.

“Que el 2025 sea un año en el que crezca la paz. Esa paz real y duradera, que no se detiene en las objeciones de los contratos o en las mesas de compromisos humanos”, manifiesta el Papa Francisco.

El Pontífice concluye su mensaje asegurando que Dios da la verdadera paz a aquellos que disipan “el egoísmo en la prontitud de ir al encuentro de los demás”, y que no dudan en reconocerse deudores “respecto a Dios y por eso está dispuesto a perdonar las deudas que oprimen al prójimo; un corazón que supera el desaliento por el futuro con la esperanza de que toda persona es un bien para este mundo”.