Los cristianos de Tierra Santa necesitan de la renovación espiritual que les puede brindar el Jubileo de la esperanza, afirmó el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca Latino de Jerusalén, al inaugurar el Año Santo 2025 en la Basílica de la Anunciación, en Nazaret.

Al igual que los obispos de las diócesis del resto del mundo, ayer el purpurado dio inicio al Jubileo 2025 en la diócesis del Patriarcado Latino de Jerusalén que abarca Israel, los territorios palestinos, Jordania y Chipre.

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Para ello, el Cardenal Pizzaballa presidió el ingreso de la cruz acompañado por el arzobispo maronita de Haifa y Tierra Santa, Moussa Hage; y el arzobispo greco melquita de Akko, Haifa, Nazaret y Galilea, Youssef Matta.

Este gesto fue destacado por la Custodia de Tierra Santa, que en su sitio web señaló que ha sido “una manera de enfatizar la unidad entre los varios ritos católicos que viven en Tierra Santa”.

Durante la ceremonia también fueron leídos algunos pasajes de la bula Spes not confundit (la esperanza no defrauda), con la que el Papa Francisco convocó al Jubileo ordinario, el cual inauguró el 24 de diciembre con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro.

En su homilía, citada por la agencia SIR, el cardenal se refirió a la guerra que golpea la región desde inicios de octubre de 2023, de la cual “todos somos prisioneros”, también “de sus consecuencias”. “El odio, el resentimiento y el miedo nos mantienen estancados en las relaciones, en la confianza mutua”, señaló.

Este encerrarse en sus propios miedos, añadió, “no nos permiten tener coraje, tener una mirada de confianza y por tanto también de esperanza hacia los demás, hacia el futuro, hacia Dios, como Aquel que es capaz de llevar la vida también donde todo parece muerto y terminado”.

El Cardenal Pizzaballa indicó que si bien es “muy difícil hablar de esperanza” cuando todo alrededor habla de guerra y pobreza, recordó que la esperanza necesita de la fe en el Señor.

“La fe en Dios —explicó— significa también tener una mirada confiada hacia el prójimo, por eso para el creyente la mirada hacia el prójimo permanece abierta a la confianza, a pesar de las inevitables dificultades presentes en toda relación humana”.

Además, indicó que la esperanza también tiene necesidad de la paciencia, porque de lo contrario será sólo “una dura resignación ante un destino contra el cual no tiene sentido luchar”.

“La esperanza sin paciencia es un engaño, porque nos engaña haciéndonos pensar que podemos obtener lo que deseamos sin el esfuerzo de vivir. La esperanza exige, pues, también saber esperar”.

“Queremos la paz ahora, inmediatamente. Queremos el fin del dolor ahora. Queremos la solución a nuestros problemas ahora y no nos resignamos a la idea de que, al contrario, se deba esperar, con paciencia, pero sin resignarnos”, indicó.

“La esperanza —reiteró— exige también saber confiar a los demás, en el tiempo y en la paciencia, el fruto del propio trabajo”.

De aquí nace la necesidad del Jubileo, explicó, “para que Dios cancele nuestras deudas, para que quite de nuestros hombros y de nuestros corazones el peso insoportable de nuestros pecados, de nuestros miedos, para que devuelva la luz a nuestros ojos, para ver el cumplimiento de su Reino, que no es de este mundo, pero que da sentido a nuestro ser en el mundo”.

“Tenemos verdadera necesidad de esta renovación espiritual que devuelva a nuestras casas y comunidades la confianza en la obra de Dios y con ella la esperanza activa de poder alcanzar un día la paz que todos deseamos”, afirmó.