En un gesto cargado de simbolismo y por primera vez en la tradición jubilar, el Papa Francisco abrió este 26 de diciembre la segunda Puerta Santa del Jubileo de la Esperanza 2025 dentro de la prisión del Nuevo Complejo de Rebibbia en Roma.
A su llegada a la iglesia del Padre Nuestro, situada junto al centro penitenciario, el Pontífice explicó su decisión de elegir una prisión: “Quise que la segunda Puerta Santa estuviera en una cárcel para que todos, tanto dentro como fuera, pudiéramos abrir la puerta del corazón y entender que la esperanza no defrauda”.
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Posteriormente, el Papa Francisco golpeó la puerta seis veces y ésta se abrió de par en par. Más tarde, cruzó el umbral caminando, a diferencia de la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, cuando lo hizo en silla de ruedas.
Tras el rito de apertura, el Santo Padre presidió una Misa con la presencia de algunos reclusos y sus familias. Según las autoridades, participaron 300 personas y otras 300 siguieron la Misa desde el exterior del templo.
El Papa Francisco quiso dejar a un lado la homilía escrita para pronunciar unas palabras improvisadas. En su mensaje, quiso subrayar dos ideas esenciales: la esperanza nunca defrauda y la necesidad de mantener abiertas las puertas del corazón.
“El gesto de abrir las puertas santas es hermoso, pero lo más importante es lo que significa: abrir los corazones”, destacó el Pontífice. Añadió que “los corazones duros no ayudan a vivir” y que la gracia del Jubileo reside precisamente en abrirse a la esperanza.
Comparó la esperanza con un ancla agarrada a una cuerda que nos sostiene en los momentos difíciles: “La cuerda a veces puede lastimarnos las manos", pero siempre nos ayuda a avanzar.
También lamentó que un corazón cerrado “se endurece como una piedra” y pierde la capacidad de sentir ternura, e insistió en la necesidad de mantener las puertas del corazón abiertas. Antes de concluir, aseguró a los internos que reza por ellos cada día.
Al final de la liturgia, los reclusos entregaron al Santo Padre varios regalos, entre ellos una reproducción en miniatura de la puerta de la iglesia del Padre Nuestro, realizada con madera de las barcas de migrantes y un cuadro que representa a Cristo salvador.
La visita a Rebibbia responde a las directrices de la bula Spes non confundit, en la que se insta a ser “signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria”.
En especial, el texto papal recuerda a los presos, quienes, además de sufrir la privación de libertad, enfrentan “el vacío afectivo, las restricciones impuestas y, en muchos casos, la falta de respeto”.