El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández ha explicado cómo estuvo a punto de morir por una “enfermedad incurable” de la que fue sanado por intercesión del Arzobispo de Valencia Mons. José María García Lahiguera “de la noche a la mañana”.
Mons. Fernández fue ordenado diácono el 5 de mayo de 1974 y presbítero el 22 de diciembre del mismo año, día que eligió porque se celebra a San Demetrio y era el cumpleaños de su padre.
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Son por tanto cinco décadas de servicio pastoral que han motivado el comentario de su carta semanal. El Obispo de Córdoba recuerda cómo aquel día hizo frío “con niebla desde la mañana” en Toledo, donde fue ordenado sacerdote, y hasta la tarde en Puente del Arzobispo, su localidad natal, donde celebró su primera Misa.
Destinado a la parroquia de El Buen Pastor de Toledo, Mons. Fernández recuerda agradecido su ministerio: “Qué feliz he sido, ya desde aquellos primeros años de coadjutor con D. Justo Rey mi párroco, un buen párroco”.
El obispo pide a sus feligreses que le ayuden a dar gracias a Dios “por este gran regalo para mí y su Iglesia”, y subraya que es consciente de cómo Dios se ha servido de su vida “para acercar a muchos, para consolar a otros, para estimular a todos a continuar por el camino de la santidad”.
Un año postrado en cama
Más allá de los buenos recuerdos, Mons. Fernández comparte que no todo ha sido “de color de rosa” en su vida sacerdotal: “No ha sido así, gracias a Dios”, añade.
Durante su segunda estancia de estudios en Roma, en el año 1981, el obispo cayó gravemente enfermo: “Contraje una enfermedad incurable, que me postró en cama durante un año completo. Llevaba ya nueve años de cura, tenía 33 años, y me preparé para la muerte, que llegaba inminente”.
Los tratamientos de un médico, el Dr. Pozuelo Escudero, permitieron que se fuera recuperando paulatinamente a lo largo de los años “hasta que, por intercesión del venerable José María García Lahiguera y la oración de sus hijas Oblatas, fui curado milagrosamente de la noche a la mañana. Era el 27 de septiembre, San Vicente de Paúl”, comparte Mons. Fernández.
Mons. García Lahiguera fue Obispo auxiliar de Madrid (1950-1964), Obispo de Huelva (1964-1969) y Arzobispo de Valencia (1969-1978). Durante la Guerra Civil Española (1936-1939) fundó la Congregación de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote. También participó en el Concilio Vaticano II.
Tras su muerte, el Cardenal Antonio María Rouco Varela abrió su causa de canonización en 1995, que fue admitido por la Congregación (hoy dicasterio) para las Causas de los Santos en 2002. El Papa Benedicto XVI lo declaró venerable en el año 2011.
Una experiencia de “preparación gozosa para la muerte”
El Obispo de Córdoba describe la situación de su enfermedad como “una fuerte experiencia de impotencia, de postración, de despojamiento de todo proyecto futuro, de preparación gozosa para la muerte”.
Aquél año postrado en la cama comprendió “como nunca y para siempre en medio de la enfermedad que mi vida era toda para el Señor, porque le sentí a Él tan cercano y cariñoso como nunca”, detalla.
“Fue un desposorio en la Cruz que me ha marcado definitivamente”, subraya el prelado.
Desde entonces, su visión del momento de partir a la Casa del Padre se transformó. “Miro la muerte con deseo sereno, con alegría de encontrarme con el amor de mi vida, Jesucristo mi Señor. Y este deseo relativiza todo cualquier otro sufrimiento”.
“Puedo decir por Gracia de Dios que me he encontrado con el amor de mi alma precisamente en la Cruz compartida, la suya y la mía para la redención del mundo”, añade.
Como balance final de los 50 años de sacerdocio, Mons. Demetrio Fernández explica que lo mejor ha sido “la ordenación de 75 presbíteros en Córdoba, además de otros 15 en Tarazona, diocesanos y religiosos. Ese es un momento culminante para un obispo”.