La comunidad de monjas agustinas de Dénia ha donado una urna a modo de “sepulcro nuevo” en la que descansará el “Cristo de barro” de la parroquia de San Jorge de Paiporta en Valencia (España), afectado por la DANA y que no será restaurado.
El pasado 29 de octubre, se desató una depresión atmosférica en niveles altos (DANA) en el oriente español, provocando más de 200 muertos y sembrando el caos y la destrucción en numerosas localidades, en especial al sur de Valencia.
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En el monasterio viven cinco hermanas. Tres de ellas mexicanas y otras dos españolas, una de ellas muy anciana. La tarde de la riada algunas de ellas, pese a ser de clausura, se habían desplazado a Valencia y, en el trayecto de vuelta, vivieron momentos de dificultad en la carretera.
De forma providente, el peligro no pasó a mayores en su caso, pero conocen de cerca los efectos del temporal. No en vano, la sobrina de una de ellas ha perdido la casa en la localidad de Alfafar.
“Nosotras somos de vida contemplativa. Todos los sufrimientos que está pasando la gente los tomamos y los ponemos en manos de Dios”, explica a ACI Prensa la Hermana Claudia, quien también detalla que en los últimos tiempos la comunidad ha sido golpeada por otras malas noticias, como el accidente de tránsito de su hermano, que aún está en recuperación, o el asesinato en México de tres familiares de otra de las hermanas.
En los primeros días tras el paso de la DANA, el párroco de San Jorge en Paiporta, P. Gustavo Riveiro, hizo una foto que pronto se convirtió en todo un símbolo.
Se trata del conocido como “Cristo del barro”, una talla de mediados del siglo XX que representa a un Cristo yacente, con la particularidad de que tiene las manos algo abiertas, a los costados, no sobre las piernas.
Aquella imagen llegó a la comunidad de hermanas agustinas, que desde tiempos de la pandemia disponían de una urna para un Cristo yacente que, por diversas circunstancias, se había quedado sin usar.
“Inspiradas en José de Arimatea, esos días estuvimos mirando la imagen del Cristo y dijimos: esta urna está vacía, es un sepulcro nuevo y puede ser para el ‘Cristo del barro’”, detalla la hermana Claudia.
Así, se pusieron en contacto con el P. Riveiro y le hicieron llegar la urna a través de una mujer que vivió como una providencia poder hacer este servicio, dado que la parroquia comparte patronazgo con su hijo Jorge, fallecido recientemente a los 12 años, según explica la Hermana Claudia.
“Ese rostro embarrado es todo un mensaje”
Antes de la DANA, “estaba colocado debajo del Cristo del Consuelo, que es un crucifijo muy bonito, la imagen con mayor devoción de la parroquia”, detalla el P. Riveiro a ACI Prensa.
“La gente le enciende miles de velas y este pobre Cristo yacente pasaba sin pena ni gloria”, explica el sacerdote, si bien era utilizado para la liturgia del Viernes Santo y los fieles podían pasar a ungir sus llagas “recordando las propias y las del mundo”.
Cuando lo sacaron de la parroquia tras la tragedia, se hizo viral y hasta la Conferencia Episcopal Española usó la imagen para anunciar la Misa concelebrada por todos los prelados en la Catedral de la Almudena.
“Hasta el párroco católico de Shanghai me ha llamado por el Cristo”, recuerda el P. Ribeiro, como muestra del cambio de significado que ha vivido la talla tras la tragedia.
A su juicio, “es un recuerdo de lo que pasó y ha ganado mucha más atención del pueblo de Dios así embarrado que limpio”. No en vano, en Paiporta se produjeron 46 de las más de 200 muertes.
“Ese rostro embarrado es todo un mensaje”, añade el P. Ribeiro que detalla cómo se tomó la decisión de no restaurarlo, pese a que numerosos especialistas se habían ofrecido a hacerlo.
El P. Riveiro conversó sobre la cuestión con su sucesor, el P. Vicente Fayos, que se hará cargo de la parroquia de San Jorge próximamente, recordando que cuando tenía 18 años realizó un retiro en el que, durante una cena, reprodujeron el texto de Mi cristo roto, del P. Ramón Cué.
Se trata de la historia de un sacerdote que compra un Cristo roto en un mercadillo con la idea de restaurarlo.
“Ahí empieza un diálogo precioso en el que el Cristo le dice: No me restaures. Me falta un brazo, me falta una pierna, tengo el rostro destrozado. Pero mis hermanos los hombres también tienen el rostro destrozado por la miseria, la injusticia, la maldad de los hombres, las guerras. No me restaures, quieres verme limpio y brillante para olvidarte de todas las heridas que llevo y que lleva la humanidad”, recuerda el P. Riveiro.
Así concluyeron que sería mejor dejarlo embarrado, porque restaurado “sería uno de tantos, y seguramente no el más bonito. Así vale más: es una memoria, una esperanza”, añade el párroco.
Sólo quedan dos detalles para concluir el proceso. Por un lado, debido a la singularidad del Cristo, por sus manos a los costados, hay que realizar una pequeña adaptación de la urna.
Y, por otro, se ha de decidir el lugar dentro de la parroquia de San Jorge en Paiporta donde el Cristo del barro seguirá guardando la memoria, dando esperanza y aliviando las heridas de los afectados por la DANA en Valencia.