El Papa Francisco inició en la Audiencia General de este 18 de diciembre un nuevo ciclo de catequesis con el título “Jesucristo nuestra esperanza”.

Ante los fieles reunidos en el Aula Pablo VI, el Santo Padre recordó los evangelios según San Mateo y San Lucas, que narran “las profecías mesiánicas cumplidas en el ‘tronco’ de la dinastía davídica”. 

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En concreto, precisó que San Mateo narra la genealogía de Jesús, en la que muestra “la verdad de la historia y la verdad de la vida humana”. 

Subrayó que la genealogía es un género literario y “una forma adecuada para transmitir un mensaje muy importante: nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros”.

El Papa Francisco señaló que, a diferencia de las genealogías del Antiguo Testamento, en las que sólo aparecen nombres masculinos, en la lista de San Mateo también aparecen mujeres. 

En concreto, destacó cinco de ellas: “Tamar, la nuera de Judá  que, al quedarse viuda, se hace pasar por prostituta para asegurar una descendencia a su marido”.

También citó a Racab, la “prostituta de Jericó que permite a los exploradores judíos entrar en la tierra prometida y conquistarla”. 

“A Rut, la moabita que, en el homónimo libro, permanece fiel a su suegra, cuida de ella y se convertirá en bisabuela del rey David; Betsabé, con la que David comete adulterio y, tras hacer  matar a su marido, genera a Salomón; y, por último, María de Nazaret, esposa de José, de  la casa de David: de ella nace el Mesías, Jesús”.

A continuación, precisó que “las cuatro primeras mujeres están unidas no por el hecho de ser pecadoras”, sino por ser extranjeras “para el pueblo de Israel”. 

“Lo que Mateo destaca es que, como ha escrito Benedicto XVI, ‘a través de ellas... el mundo de los gentiles entra en la genealogía de Jesús: se  manifiesta su misión a los judíos y a los paganos’”, añadió.

Más tarde, subrayó que María “adquiere un particular relieve: marca un nuevo comienzo, ella misma es un nuevo comienzo, porque en su historia ya no es la criatura humana la protagonista de la generación, sino Dios mismo”. 

“Jesús es hijo de David, injertado por José en esa dinastía y destinado a ser el Mesías de Israel, pero también es hijo de Abraham y de mujeres extranjeras, destinado por tanto a ser la luz de la gente”, continuó el Santo Padre.

En este sentido, subrayó que “el Hijo de Dios, consagrado al Padre con la misión de revelar su rostro, entra en el mundo como todos los hijos del ser humano, hasta el punto de que en Nazaret se le llamará ‘hijo de José’ o ‘hijo del carpintero’. Verdadero Dios y verdadero hombre”. 

“Hermanos y hermanas, despertemos en nosotros el recuerdo agradecido hacia nuestros  antepasados. Y, sobre todo, demos gracias a Dios, que, a través de la Madre Iglesia, nos ha generado a la vida eterna, la vida de Jesús, nuestra esperanza”, concluyó el Papa Francisco.