En un mensaje dirigido a jóvenes que entran al mundo laboral, el Papa Francisco les aconsejó que no se “dobleguen ante peticiones que los humillen o les causen malestar, ante formas de proceder y exigencias que manchen su autenticidad”.
El Papa Francisco envió un mensaje a los adolescentes y jóvenes italianos que participan en el LaborDì, una jornada de reflexión para promover el trabajo digno organizada por la Asociación Cristiana de Trabajadores Italianos (ACLI).
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El Santo Padre inició su intervención con una invitación a la esperanza, recordándoles que están “hechos para la luz” y animándoles a salir de sus refugios o “madrigueras”, construidas especialmente cuando alrededor “hay confusión o amenazas”.
Pasada la adolescencia, continuó el Pontífice, se abre “el escenario del mundo”. Ante este reto, les aseguró que con su contribución “puede mejorar el mundo” y que “todo, realmente todo, puede cambiar”.
Asimismo, les exhortó a mantener la conciencia de su unicidad, “que trasciende cualquier éxito o fracaso” y a establecer relaciones sinceras con los demás, atendiendo la calidad de la vida humana.
El Santo Padre invitó a los jóvenes a “cuidar de su corazón”, especialmente al llegar a la edad de afrontar su primer trabajo. Frente a las exigencias y “demasiadas recomendaciones” que pueden vivir en el mundo laboral, pidió a los jóvenes “permanecer en paz y libres”.
“No se dobleguen ante peticiones que los humillen o les causen malestar, ante formas de proceder y exigencias que manchen su autenticidad. Para dar su contribución, no deben aceptar cualquier cosa, incluso el mal”, advirtió el Papa Francisco.
También les aconsejó evitar aquellos “modelos en los que no creen”, para obtener solamente el prestigio social o más dinero ya que, aseguró, “el mal nos aliena, apaga los sueños, nos hace solitarios y resignados. El corazón lo nota, y cuando es así, hay que pedir ayuda y hacer equipo con quienes nos conocen y se preocupan por nosotros”.
Afirmó que “juntos se pueden realizar los sueños” y reiteró que, cuando el trabajo se organiza sin corazón, “está en peligro la dignidad humana de quien trabaja, de quien no encuentra trabajo o de quien se adapta a un trabajo indigno”.
Remarcó que “los resultados no lo son todo”, explicando que para eso ya están las máquinas. “Humana, en cambio, es la inteligencia del corazón, la razón que entiende las razones de los demás, la imaginación que crea lo que aún no existe, la fantasía con la que Dios nos ha hecho a todos diferentes. Somos piezas únicas”, subrayó el Santo Padre.
A continuación, pidió a los adultos que les acompañan, que no dobleguen ni corrompan a los jóvenes: “Confiemos en lo que está sembrado en sus corazones”.
El Papa Francisco concluyó animando a los jóvenes a unir sus esfuerzos y a “construir redes”, para reparar la casa común y reconstruir la fraternidad humana. “El corazón humano sabe esperar. El trabajo que no aliena, sino que libera, comienza en el corazón”, concluyó.