“La venida del Señor trae la salvación, por eso es motivo de alegría”, afirmó el Papa Francisco este tercer domingo de Adviento durante la Misa que celebró en la plaza de Austerlitz de la ciudad francesa de Ajaccio.
El Santo Padre ha viajado este 15 de diciembre a Ajaccio, en la isla de Córcega, para la clausura del congreso “Religiosidad popular en el Mediterráneo” que tuvo lugar en horas de la mañana y en el que participaron obispos de Francia, Italia y España. Posteriormente tuvo un encuentro con el clero local y miembros de la vida consagrada.
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Francisco llegó a la plaza de Austerlitz en un papamóvil desde el cual iba saludando a los fieles, quienes lo recibían con cariño. Entre ellos se encontraban miembros de las cofradías que asistieron al encuentro sobre la religiosidad popular.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje evangélico en el que Juan el Bautista anuncia la venida del Mesías, indicando que hay dos actitudes espirituales con las que las personas suelen esperar dicho acontecimiento: una desconfiada y otra gozosa.
Señaló que en la primera la persona “está llena de recelo y ansiedad”, preocupada sólo en proyectos mundanos sin aguardar la obra de la Providencia. El Papa indicó que la decepción y la tristeza son dos males espirituales que están actualmente muy difundidos, sobre todo “donde se propaga el consumismo”.
Sin embargo, recordó que para estos males San Pablo “nos da una medicina eficaz cuando escribe: ‘En cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias’. ¡La fe en Dios da esperanza!”.
Sobre la espera gozosa, el Papa Francisco explicó que la alegría cristiana no es apática ni superficial, sino que es “un regocijo del corazón asentado sobre un sólido fundamento, que el profeta Sofonías describe, dirigiéndose a la ciudad santa: regocíjate porque ‘el Señor, tu Dios, en medio de ti, es un Salvador poderoso’”.
“¡Él puede redimir nuestra vida porque es capaz de realizar lo que dice! Así que nuestra alegría no es un consuelo ilusorio para sobrellevar las tristezas de la vida (…). Así pues, la venida del Señor se convierte en una fiesta llena de futuro para todos los pueblos; en compañía de Jesús descubrimos la verdadera alegría de vivir y de transmitir los signos de esperanza que el mundo anhela”, afirmó el Pontífice.
El Santo Padre manifestó que si bien “no faltan motivos graves de dolor entre las naciones: miseria, guerras, corrupción, violencia”, la Palabra de Dios siempre conforta.
“En todo tiempo y en cualquier tribulación, Cristo es la fuente de nuestra alegría. Para llevarla adondequiera, tengámosla siempre en el corazón. Entonces, seremos testigos de la esperanza que no defrauda”, reiteró.
El Papa Francisco, quien improvisó en varios pasajes de su homilía, renovó su llamado a no abandonar a los ancianos y agradeció a los fieles de Córcega por seguir teniendo hijos, quienes son el futuro, y los alentó a prepararlos adecuadamente para recibir los sacramentos.
Al término de la Eucaristía, el Obispo de Ajaccio, Cardenal François-Xavier Bustillo, agradeció al Pontífice por su visita y señaló que “salir de las tinieblas y hacer el bien” es un proyecto actual y urgente para la sociedad.
“Nuestra sociedad necesita reencontrar el gusto por la vida y la esperanza. La fe cristiana -sin arrogancia y sin complejos- puede aportar un poco de sal, la sal evangélica, para salir de la monotonía de la vida y redescubrir la alegría de vivir”, añadió.
Tras dejar la plaza de Austerlitz, el Papa Francisco va en camino al aeropuerto Napoleón Bonaparte, donde tendrá un breve encuentro con el presidente francés, Emmanuel Macron, para luego partir de regreso a Roma.