Los catequistas han sido los más afectados por los ataques terroristas en Burkina Faso, según el sacerdote Edgard Ouedraogo, director del centro de formación para catequistas de la Diócesis de Kaya, quien comentó a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés) que “ha habido más mártires entre ellos que de sacerdotes”.
“Los catequistas son los héroes de la Iglesia en Burkina Faso”, afirma sin vacilar el P. Ouedrogo. Además, confirma que son ellos quienes se convierten en pilares de la comunidad de creyentes en las aldeas y en los campamentos de desplazados, ante la escasez de sacerdotes y a pesar de los riesgos que esto supone para sus propias vidas.
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El sacerdote explicó que el apostolado de la catequesis en Burkina Faso significa “darse del todo, guiados por una fe inquebrantable y un servicio incansable a su comunidad cristiana”.
Los ataques terroristas en el país africano empezaron en 2015. El Departamento de Estado de los Estados Unidos ubicó a Burkina Faso, en 2021, como el cuarto país del mundo más afectado por el terrorismo, por detrás de Afganistán, Irak y Somalia. Los ataques son perpetrados por grupos islamistas como JNIM, ISIS-GS y Ansaroul Islam.
“Son el relevo del párroco tanto en las aldeas como en los campamentos de desplazados”, remarca el P. Ouedraogo.
“Son los catequistas los que presiden las celebraciones dominicales en su ausencia, los que imparten el catecismo, los que animan a la población a rezar el rosario e incluso a la Liturgia de las Horas, son también los que están presentes al lado de la cama de los enfermos. En nuestro país no podemos prescindir de los catequistas”, añade.
La formación de quienes aspiran a ser catequistas es exigente: cuatro años de formación en la que incluso la familia del futuro catequista convive en comunidad con las familias de otros aspirantes. ACN precisa que esta vida en común se asemeja a la de un seminario mayor, Misas diarias y oraciones según la Liturgia de las Horas.
En algunas ocasiones, las esposas de los futuros catequistas siguen la misma formación de sus esposos, para luego ayudarles a animar a las comunidades de fieles. Al dedicar sus vidas a este servicio, a los catequistas y sus familias se les complica trabajar para poder sustentarse.
“Este don, por sí mismo, se manifiesta también en el hecho de que los catequistas, al no ser remunerados, deben confiar totalmente en la divina providencia”, explica el sacerdote. A pesar de esto, casi milagrosamente, a menudo “son ellos quienes apoyan a la comunidad, especialmente en tiempos difíciles”, añade.
El P. Ouedraogo destaca que una persona debe estar “profundamente convencida” de abrazar el servicio de la catequesis, en medio de una realidad tan violenta y que presenta tantos peligros. “Son personas dispuestas a ofrecer sus vidas, hasta el final, por Cristo”, concluyó.