En la audiencia general de este miércoles celebrada en la Plaza San Pedro, el Papa Juan Pablo II puso de relieve que la solidaridad de Cristo que sufre voluntariamente la Pasión, nos transforma, libera y salva radicalmente.

El tema de la catequesis del Santo Padre desarrollado ante unas 13 mil personas fue el Cántico del capítulo segundo de la primera carta de San Pedro, "La pasión voluntaria de Cristo, siervo de Dios".

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Juan Pablo II resaltó que allí Cristo "es presentado como el Salvador” que “se solidariza con nosotros en su 'cuerpo' humano”. “Él es también y siempre -prosiguió-, el Hijo de Dios y su solidaridad con nosotros es radicalmente transformadora, liberadora, expiatoria y salvífica".

Este cántico, dijo el Papa, "presenta ante nuestros ojos el rostro de Cristo sufriente" y recuerda la oración de la Iglesia de los orígenes. "El llevó nuestros pecados en su cuerpo, para que muertos al pecado, vivamos para la justicia: y por sus llagas fuimos sanados".

"Es 'Él', el Cristo paciente -continuó-, que no cometió pecado, que ultrajado no reaccionaba ante el camino pedregoso de la pasión, sin oponerse a la injusticia y a la violencia, sin recriminaciones y desahogos, sino entregándose a su dolorosa pasión, 'al que juzga con justicia'.

"No se trata, por tanto, de una ciega y pasiva resignación, sino de una gran confianza, destinada a ser un ejemplo para todos los discípulos que recorrían el camino oscuro de la prueba y la persecución", añadió.

Al finalizar su catequesis, el Santo Padre indicó que “de este modo nuestra pobre humanidad, apartada de los caminos torcidos y perversos del mal, es conducida a la 'justicia', es decir, al bello proyecto de Dios”.

“La última frase del himno es particularmente conmovedora: 'Por sus llagas fuimos sanados'. Manifiesta el alto precio que Cristo ha pagado para conseguirnos la salvación", concluyó.