El sacerdote español Juan Miguel Ferrer Grenesche, experto en liturgia y piedad popular, expone que el Papa Francisco “ha valorado muchísimo la piedad popular” a lo largo de su vida, ante su próxima visita a Córcega en su 47º viaje apostólico.

El próximo 15 de diciembre, el Pontífice visitará la ciudad de Ajaccio, capital de la isla francesa para clausurar un congreso dedicado a la religiosidad popular en el Mediterráne, en el que participará el P. Ferrer para hablar de las procesiones y la fe popular en España. 

Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:

El P. Ferrer, en entrevista con ACI Prensa, explica cómo cree que el Pontífice afronta su participación en este congreso, pues “en América Latina ha valorado muchísimo la piedad popular”, en especial con su participación en las reuniones del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM). 

Tras el Concilio Vaticano II, explica el presbítero, los obispos hispanoamericanos decidieron en II Conferencia celebrada en Medellín en 1968 apartarse de alguna manera de la religiosidad popular, al considerar que estaba “demasiado contaminada de elementos paganos, supersticiosos, brujería y otras cosas”. 

Esta sensibilidad cambió en la Conferencia de Puebla, en 1979, explica el P. Ferrer, al asumir que “si se cuidan hay muchos elementos que pueden ayudar y complementar la gran aportación de la liturgia, que el Concilio decía que no agotaba la vida espiritual de la Iglesia”.

El Papa fue ordenado obispo en el año 1992 y seis años más tarde asumió el Arzobispado de Buenos Aires. En 2001, San Juan Pablo II lo creó cardenal. Desde esa responsabilidad, participó en la Conferencia de Aparecida, en 2007.

“Como cardenal de Buenos Aires jugó un papel clave en el documento final, pues ahí la religiosidad popular se ve claramente como un elemento que expresa la inculturación del cristianismo en las masas populares de todo el continente”, detalla el P. Ferrer.

El Papa Francisco “quiere que la Iglesia plantee lo que le queda de religiosidad popular como una plataforma de encuentro, como un areópago para la evangelización”, resume el presbítero español.

Preguntado por la ausencia del Pontífice en la inauguración de Notre Dame, dada la cercanía de las fechas con su viaje a Córcega, Ferrer cree que la elección no ha sido complicada.

“Si le dan al Papa a elegir entre Córcega, que es, digamos, el barrio periférico de Francia, y París, que es el cogollo de la grandeur de Francia, pues elige la pequeñez de Córcega”. 

En todo caso, confiesa que el Cardenal Francisco Xavier Bustillo, Arzobispo de Ajaccio, le confió que se llevó una gran sorpresa cuando recibió la llamada del Papa para confirmar su asistencia. 

La piedad popular, “última tabla de salvación” para muchos

Respecto del contenido del congreso que clausurará el Papa Francisco, el P. Ferrer expone que, en una sociedad secularizada, la piedad popular se constituye para mucha gente en “la última tabla de salvación para conectar con la trascendencia y para no romper completamente con la tradición religiosa cristiana”. 

Ferrer defiende además que a la Iglesia le gusta más hablar de “piedad popular” que de “religiosidad popular” porque entendida así puede considerarse “excesivamente aséptica o desconectada de las fuentes o raíces cristianas”. 

En la evangelización, además, la piedad popular permite llegar a quienes no conocen la profundidad y riqueza de la liturgia formal y, mediante “una adaptación cultural”, es capaz de “conservar el nexo entre esa sed de Dios del corazón humano y las fuentes de la Revelación: la Palabra de Dios, la vida de Cristo, los sacramentos, la Iglesia misma”.

Conservar el sentido religioso de la vida

Por otro lado, el P. Ferrer señala que “allí donde hay una fuerte religiosidad popular, se conserva el sentido religioso de la vida”, a pesar de los pecados, los “despistes doctrinales”, la dejadez o la pereza. 

En ese campo, es posible que “alguien que tiene sentido religioso de la vida puede recibir el mensaje cristiano con más facilidad. Por el contrario, donde se han eliminado todas las manifestaciones de religiosidad popular o de piedad popular, podríamos decir que a la gente se le ha secado el alma”. 

El P. Ferrer señala en este sentido que el psiquiatra Victor Frankl había descubierto que todavía más patologías “nacían de la represión del instinto religioso” que de reprimir el instinto sexual, como decía su maestro, Freud. 

“En las sociedades donde se ha secado el alma a la gente, donde todo tiene que ser racional, donde todo tiene que ser empírico, donde no hay margen para lo religioso o lo trascendente, pues se produce fenómenos, podríamos decir, de crisis, y se hace muy difícil la siembra del Evangelio”. 

Piedad popular, cantera de parroquias y seminarios

El P. Ferrer expone, por otro lado, que la piedad popular, expresada a través de las procesiones, con sus imágenes, música, etc., atrae a muchas personas de edades muy diversas a las que se le despiertan diversas emociones.

Sin embargo, “para un cristiano católico eso no basta, pero también es verdad que eso, si lo aderezamos luego con habilidad y arte pastoral, con presencia, celebración litúrgica y formación, se convierte en una cantera de voluntarios para cualquier tarea en las parroquias o en las diócesis de vocaciones para nuestras comunidades religiosas y para nuestros seminarios”.

La piedad popular en Córcega

Consultado sobre las particularidades de la piedad popular corsa, el P. Ferrer afirma que Córcega “tiene una tradición fuerte de cofradías y hermandades”, con influencias de Italia y el sur de Francia, “muy de la mano de dominicos y franciscanos que predicaron y que cuidaron esas zonas del Mediterráneo”.

Al correr de los años, “la gente lo siguió como algo muy suyo y muy propio, donde además se ha conservado mucho el canto, que es muy importante en Córcega” y que se caracteriza por ser “muy peculiar, nasal, que llama la atención”.