Los obispos católicos de Nuevo México articularon esta semana una declaración enérgica contra una política de deportación masiva de inmigrantes no autorizados, una política que el presidente electo Donald Trump ha prometido repetidamente implementar.

“Una política de deportación masiva no solucionará el sistema migratorio que está roto, sino que creará caos, separación familiar y traumatización de los niños”, escribieron Mons. John Wester, Arzobispo de Santa Fe; Mons. Peter Baldacchino, Obispo de Las Cruces; y Mons. James Wall, Obispo de Gallup; en una declaración publicada por Santa Fe New Mexican.

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“Si bien es necesario expulsar a aquellos que nos causan daño, deportar a los inmigrantes que han construido equidad en nuestras comunidades y no representan una amenaza es contrario a los principios humanitarios y a nuestro interés nacional”, continuaron los obispos.

“Instamos a la nueva administración a reconsiderar esta política de deportación propuesta y, en cambio, regrese a las negociaciones bipartidistas para reparar el sistema de inmigración de los Estados Unidos”.

Nuevo México comparte una frontera de casi 290 kilómetros con México y depende en gran medida de los migrantes para proporcionar mano de obra. Se estima que entre 25.000 y 75.000 inmigrantes residían ilegalmente en Nuevo México en 2022, según estimaciones del Pew Research Center.

La declaración de los obispos de Nuevo México sigue a las palabras del mes pasado de Mons. Mark Seitz, Obispo de El Paso, Texas, a la cabeza del comité de migración de los obispos de Estados Unidos, quien dijo que si la administración Trump promueve medidas de inmigración que violen los derechos humanos básicos, los obispos católicos de la nación están preparados para “alzar la voz fuerte”.

El obispo Mark Seitz de El Paso durante un evento de prensa en septiembre de 2019 en la frontera entre Estados Unidos y México. Crédito: Jonah McKeown / CNA.
El obispo Mark Seitz de El Paso durante un evento de prensa en septiembre de 2019 en la frontera entre Estados Unidos y México. Crédito: Jonah McKeown / CNA.

Mons. Seitz dijo que los obispos estaban “preocupados” por la retórica migratoria de Trump en la campaña electoral, incluida la estimación de Trump de “alrededor de un millón de personas por año” deportadas, pero que “no quieren adelantarse” a la administración antes de que anuncie sus planes concretos.

“Estamos esperando a ver qué es exactamente lo que toma forma”, dijo Mons. Seitz el 12 de noviembre, hablando a los medios en la asamblea de otoño de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) en Baltimore.

Mons. Seitz dijo que la USCCB reconoce que algunos inmigrantes no han ingresado al país legalmente, pero enfatizó que el gobierno de Estados Unidos debe distinguir entre aquellos que han cometido delitos adicionales de aquellos que, “por el beneficio de nuestro país, deberían poder quedarse”.

Se estima que hay 11,7 millones de inmigrantes indocumentados en todo Estados Unidos, según estadísticas de julio de 2023 del Center for Migration Studies. Trump ha prometido deportar a todos los migrantes que están ilegalmente en el país y ha dicho que el plan, que ha sido criticado como financieramente inviable, “no tendrá precio”. La propuesta ha resultado muy controvertida dentro de los círculos católicos.

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que los países, especialmente los más ricos, deben tratar de acoger a los migrantes “en cuanto sea posible”, pero que las naciones también tienen derecho a regular la migración.

Los expertos citados por el National Catholic Register, si bien señalaron que una política de deportaciones masivas sería económicamente perjudicial, también advirtieron que corre el riesgo de crear un “estado policial” donde se socava la dignidad humana y el derecho a buscar asilo, dañando la unidad familiar y el bien común.

Otros, por su parte, como Ken Cuccinelli, exsubsecretario interino del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos durante el gobierno de Trump, sostienen que la escala del posible programa de deportación no tiene nada que ver con la dimensión moral subyacente.

“No creo que la escala tenga realmente ningún efecto en la cuestión moral”, dijo Cuccinelli, católico, al Register.

“Las naciones más ricas tienen la obligación de acoger a los migrantes, y los migrantes tienen la obligación de respetar las leyes y costumbres del lugar al que migran, y las personas de las que estamos hablando no lo han hecho”, dijo Cuccinelli, refiriéndose al Catecismo.

Paul Hunker, católico y abogado de inmigración que anteriormente se desempeñó como abogado principal del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) en Dallas, le dijo esta semana a CNA —agencia en inglés de EWTN News— que cree que es “bastante razonable” que los católicos se opongan a un programa de “arrestos a gran escala por parte de ICE dirigido a no ciudadanos indocumentados”.

“Muchas de estas personas han vivido en los Estados Unidos durante años y tienen lazos profundos, incluidos hijos y cónyuges que son ciudadanos estadounidenses. Expulsar a esos individuos les inflige un daño significativo a ellos, a sus familias y a la sociedad”, anotó Hunker.

Señaló una notable disidencia de un caso del siglo XIX de la Corte Suprema de Estados Unidos que confirmaba la expulsión de no ciudadanos residentes de largo plazo, en el que el juez Stephen Field escribió que “una deportación forzosa del país de residencia y la ruptura de todas las relaciones de amistad, familia y negocios allí contraídas” constituye un castigo “cruel e inusual”.

“Si bien esto puede no aplicarse completamente a aquellos que han llegado recientemente a los Estados Unidos, resuena para la mayoría de los no ciudadanos residentes a largo plazo”, dijo Hunker.

Por su parte, el Papa Francisco pronunció durante el verano boreal algunas de las palabras más claras de su pontificado en apoyo a los migrantes y en reprimenda a quienes se alejan de ellos.

“Hay  que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los emigrantes”, dijo el Papa durante una audiencia general semanal. “Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave”.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.