El Papa Francisco aseguró que el término de “carrera eclesiástica”, que hace referencia al ascenso jerárquico en la Iglesia Católica, debería ser abolido, ya que lo esencial es dejarse guiar por la Providencia y responder a las necesidades de los pobres.
Lo afirmó durante una audiencia esta mañana con la Familia Calasancia, fundada por San Faustino Míguez y la Beata Celestina Donati, bajo el carisma de San José de Calasanz, sacerdote y educador español.
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Al inicio de su discurso, el Santo Padre recordó que el Señor inspiró a San José, quien fundó la primera escuela pública gratuita de Europa, a dedicar su vida “a la educación de los jóvenes, especialmente de los pequeños y los pobres”.
A continuación, el Papa Francisco reflexionó sobre dos aspectos propios de este santo español cuya propuesta educativa dio lugar a las denominadas “Escuelas Pías”: la valiente docilidad a la Providencia y el cuidado del crecimiento integral de la persona.
El Pontífice recordó que San José provenía de familia acomodada y por ello estaba probablemente destinado a realizar una “carrera eclesiástica”, un término que “me repele y debería ser abolido”, aseveró el Papa Francisco.
San José de Calasanz, que “llegó a Roma con cargos de cierto nivel”, no dudó en trastocar “los planes y perspectivas de su vida para dedicarse a los niños de la calle que encontró en la ciudad”.
Esta obra, según el Papa Francisco, no nació de un programa definido y garantizado, “sino de la valentía de un buen sacerdote que se dejó interpelar ante las necesidades del prójimo, allí donde el Señor se las puso por delante”.
De este modo, el Papa Francisco les exhortó a mantener en sus decisiones “la misma apertura y disponibilidad, sin calcular demasiado, venciendo temores y titubeos, especialmente frente a las nuevas formas de pobreza de nuestro tiempo”.
“No teman aventurarse por distintos senderos de los ya recorridos en el pasado para poder responder a las necesidades de los pobres, incluso a costa de revisar esquemas y de redimensionar expectativas”, añadió.
En segundo lugar, el Santo Padre remarcó la importancia de favorecer el crecimiento integral de las personas, “integrando formación espiritual e intelectual para preparar adultos maduros y capaces”.
En este sentido, invitó a integrar en la persona lo que denominó como las tres inteligencias: “la de la cabeza, la del corazón y la de las manos, para que se piense lo que se siente y se hace, se sienta lo que se piensa y se hace y se haga lo que se siente y se piensa”.
Precisó que es “sumamente urgente” ayudar a los jóvenes a hacer este tipo de síntesis, a “integrarse en sí mismos” y con los demás, en un mundo que “los impulsa cada vez más en la dirección de la fragmentariedad de los sentimientos y los conocimientos, y el individualismo en las relaciones.
También les animó a insistir en las “relaciones normales, mirándose a los ojos” y no en las virtuales “a través del teléfono móvil”.
Por último, les invitó a caminar juntos “a la escucha del Espíritu” y a “ser familia”, uniendo sus esfuerzos y compartiendo sus experiencias “en una red de caridad, para el servicio de los hermanos”.