Sergio Bernal tiene 51 años, es argentino y atribuye a la Virgen del Rosario haber salvado la vida de manera a su juicio inexplicable durante las inundaciones en Valencia (España) del pasado 29 de octubre, que provocaron más de 200 muertes y la destrucción de miles de viviendas y enseres.
Desde hace un tiempo vive en Albal, una localidad al sur de la capital valenciana, muy cerca de la zona más afectada y a escasos kilómetros de lugares muy afectados como Paiporta, Sedaví, Alfafar, Benatuser o Masanasa.
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El día de la riada “notaba raro el ambiente, porque había hecho frío durante el día y después a la tarde, cuando iba a salir, se sentía un aire caliente”, recuerda a ACI Prensa Sergio, que trabaja en una empresa de reparación de automóviles antiguos.
Eran cerca de las 8 de la noche cuando tomó un coche para volver a casa. Su compañero de piso le avisó de que Albal ya se estaba inundando mientras circulaba por la autovía. En ese momento, se paró el tráfico y buscó alternativas para llegar a su casa.
En vista de que la situación podría complicarse, decidió poner un poco de gasolina al coche y, cuando estaba en medio de la operación, “la estación de servicio se comenzó a inundar y tuve que subir al coche por el lado derecho, porque no me hubiera dado tiempo a dar la vuelta”.
Buscando un refugio, se dirigió hacia un puente que conecta con Sedaví. Pero “cuando me faltaban 100 metros, empezaron a retroceder los coches y veo que viene el agua con basura, con barro, con todo, a una velocidad impresionante, ya con 40 centímetros de agua”.
Sin conocer el lugar y sin ayuda de un GPS, fue buscando lo seco. “No llovía, no había indicio de que fuera a pasar algo grave. Aún no sabíamos lo que había pasado en la parte alta de la montaña”, recuerda.
Decidió estacionar junto a una obra. Logró comunicarse con su familia, a los que envió un vídeo: “Quédense tranquilos. Tengo el agua en la puerta, pero está todo bien”. En apenas 20 minutos, el nivel subió hasta los 50 centímetros. en seguida, los 70. “Fue todo muy rápido, y eso que era la parte alta del pueblo”, puntualiza.
Se cortó el suministro eléctrico, pero Sergio logró ver un contenedor de basura flotando, luego un coche: “Cuando vi el coche flotando me empecé a preocupar”, explica Sergio. Y no era para menos, pues no pasó mucho tiempo hasta que uno de ellos le golpeó.
Al rato, oye una gran explosión. En un edificio cercano reventaron los cristales. Era el Ayuntamiento de Sedaví, aunque él no lo sabía.
“Siento que se me mueve el coche y me empieza a llevar para atrás. Lo único que pedía era que no se me subiera otro coche arriba, porque si se me sube el otro coche arriba y me rompe el parabrisas…”, añade en su narración.
En plena noche, el auto se trabó con un bolardo cuando consiguió abrir una puerta. Decidió buscar un mejor refugio: “¿Cómo salgo de acá?”, se preguntó, mientras contemplaba un metro y veinte centímetros de agua.
A unos 40 metros se encontraba el edificio en construcción: “Lo único que puedo hacer es llegar ahí para salir de la corriente”, pensó, a pesar de que “la fuerza de la corriente era impresionante”.
“Cuando me faltaba un metro para llegar, la gente de enfrente me gritaba que buscara la escalera para llegar a una primera planta. La encontré, pero había un bolsón de escombros adelante. Lo empujé y se corrió. No sé cómo sucedió”, describe Sergio.
A lo largo de este tiempo, Sergio se reprochaba no haber llegado a la plaza del Ayuntamiento de Sedaví donde pensaba que hubiera estado más seguro. Sin embargo, a las 4 de la mañana, cuando ya se pudo mover, fue hasta allí “con muchísimo frío y todo mojado” y se dió cuenta de que estaba equivocado, pues estaban “todos los coches dados la vuelta, apilados”.
Lo dieron por muerto
Decidió volver a su coche y tratar de descansar un rato. Las personas que pasaban cerca, y que llegaban de la zona baja del pueblo, decían: “Está muerto”. Sergio les respondía, mientras seguía acostado.
Un matrimonio de unos 70 años le preguntó por cómo había pasado la noche. Tras contárselo, la mujer se echó a llorar, emocionada, explicándole que justo al lado está la parroquia de Nuestra Señora del Rosario y que “más allá de la suciedad, estaba intacta”.
Antes de volver andando a su casa, decidió dejar el coche cerrado. Cuando lo revisó para saber si podría arrancarlo, no podía dar crédito:
“Saco toda la basura que tenía arriba, abro el motor, está salpicado de barro, pero limpio. ¿Cómo puede ser? Miro el aceite y estaba limpio. Miro la admisión de aire y el filtro estaba totalmente seco... Todo. A este coche no le ha entrado agua, ¿cómo puede ser?”.
Logra arrancar el motor del coche y lo deja al ralentí. Algunas personas que observan la escena muestran su perplejidad. Sergio mira el interior “los asientos secos, tanto los delanteros como los traseros. Había un centímetro de barro en el piso, salpicada la puerta porque quedó abierta durante cinco horas en la correntada. Los bolsillos de las puertas, que están a la altura del asiento, tenían barro adentro, pero los asientos estaban secos”, describe con asombro.
Por la tarde del miércoles 30, Sergio logró llegar andando a su casa en Albar, con la idea de regresar el sábado.
“Hijo, algo me sacó del agua”
El jueves de esa semana, Sergio habló con uno de los hijos que viven en Argentina, que le anunció que iría al domingo siguiente a dar las gracias a la Virgen del Rosario en San Nicolás, provincia de Buenos Aires. Se trata de un lugar al que cada 25 de septiembre acuden miles de peregrinos desde la ciudad argentina de Rosario.
Él también tenía ganas de acudir a la parroquia de Sedaví, movido por una íntima convicción, que había trasladado a su familia: “Voy a ir a la iglesia porque, hijo, a mí algo me sacó del agua”.
Durante las peores horas, “lo único que le pedía a Dios era que me sacara de ahí, porque no quería que mi familia viviera con ese recuerdo”, comparte con ACI Prensa. Al mismo tiempo, afirma muy seguro: “Nunca tuve miedo”.
“Lo que siento es que algo me pasó porque se me borró todo de la mente por un instante y aparecí en un lugar a salvo y salí de un lugar que no podía salir”, reitera Sergio, quien junto a su mujer forma un matrimonio católico comprometido con su comunidad, pues fueron catequistas de Primera Comunión.
Grande fue su sorpresa y alegría cuando descubrió que la parroquia a la que tenía intención de ir está encomendada a la Virgen del Rosario, patrona de Sedaví y también de su ciudad natal, Rosario.
El obispo que coronó a la Virgen del Rosario de San Nicolás le casó
Al descubrir esta presencia especial de la Virgen del Rosario en su aventura, Sergio considera importante recordar que el sacerdote que le casó a él y a su hermana y que acompañó a su padre al morir fue Mons. Héctor Sabatino Cardelli.
Ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Rosario en 1968, fue nombrado obispo auxiliar de esa jurisdicción eclesiástica en 1995. Después desarrolló su actividad pastoral en la Diócesis de Concordia entre 1998 y 2004, cuando fue trasladado a la Diócesis de San Nicolás de los Arroyos, donde permaneció hasta su jubilación en 2016.
Mons. Cardelli fue el encargado en el año 2009 de coronar a la Virgen del Rosario de San Nicolás, como delegado del Papa Benedicto XVI. El prelado falleció el 7 de noviembre de 2022, el mismo día que Sergio se instaló en España.
Una señal por anticipado de la Virgen del Rosario
Por si todas estas circunstancias coincidentes a las que Sergio atribuye un origen divino no fueran suficientes, añade en su narración una más.
Sucedió el 6 de octubre, domingo, tres semanas antes de que se desatara la tragedia en España. Era la víspera de la fiesta de la Nuestra Señora del Rosario.
La nuera de Sergio, Carolina, que no era muy creyente, quiso ir a Misa. Y como viven cerca de la Catedral de Rosario, fueron allí. El hijo de Sergio, al volver, le envió a Sergio una estampa de la Virgen del Rosario.
En la conversación con su hijo, Sergio le dijo: “Mira, hay veces que las cosas no salen bien, pero nunca hay que perder la fe, hijo, porque por más mal que estemos, Dios está. Lo que pasa es que los tiempos de Dios no son los nuestros, pero Dios nunca nos deja solos si tenemos fe y confiamos en Él”.
“La Virgen estaba presente y nos estaba llamando”
Cuando descubrió que iba a la parroquia del Rosario en Sedaví, unió todas las piezas y Sergio llamó a su familia: “Ya está todo cerrado. Lo que le pasó a Carolina no fue casualidad. La Virgen estaba presente y nos estaba llamando”.
“Es una diosidad —concluye Sergio—. Lo hablaba con mi familia y les decía: ¿Sabés qué? Somos instrumentos, somos testigos, somos testimonio vivo”. Cuando le preguntan cómo se encuentra en estos días, Sergio responde que “mejor que nunca” y la gente no se lo cree.
“No me puedo sentir mejor. Me siento protegido, amparado, presente en la Virgen, como que no me dejó solo”, explica antes de reconocer que aún le cuesta narrarlo: “Estoy hablando contigo y me agarra esa congoja porque realmente es algo que emociona”.
Casi concluyendo la conversación, Sergio reconoce que, hasta el momento, “si bien uno es devoto de la Virgen, no es que me rasgue las vestiduras por la Virgen”. Es más, su devoción mariana más arraigada es a la Virgen en su advocación de Desatanudos, no tanto la del Rosario. Al menos ha sido así, hasta ahora.
Como colofón a la conversación, Sergio refiere que se ha visto en la tesitura de operarse varias veces a lo largo de su vida, algunas de ellas con grave riesgo para su vida y su conclusión sigue siendo la misma: “He pasado muchas en la vida y siempre digo: Pongo todo en manos de Dios”.