El Papa Francisco propuso a los fieles tener ojos “cristificados” y ver a Dios en el mundo y  en el hermano, con una “mirada compasiva, acogedora y misericordiosa” que transmita la alegría del corazón tras el encuentro con Cristo.

Esta invitación la hizo el Santo Padre en su mensaje dirigido a los participantes en el sexto Congreso Americano Misionero, inaugurado ayer 20 de noviembre por el Cardenal Baltazar Porras.

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El Papa Francisco precisó que este año de oración, en preparación al Jubileo 2025, es un tiempo propicio para el desarrollo de este congreso, al tiempo que recordó el fundamento de la misión: “reconocernos hijos, tocados por la misericordia de Dios”. 

“No podemos dar lo que no tenemos, no podemos expresar lo que no hemos vivido, lo que no han visto  nuestros ojos ni han tocado nuestras manos. El fundamento de la misión es la experiencia de Dios,  el encuentro enamorado con Jesús, Él nos revela la ‘Buena Nueva’, nos muestra al Padre”, señaló. 

En este sentido, recordó que “Jesús fue un misionero, un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo” que dio testimonio “del amor más grande”.

Este es el mensaje —añadió el Pontífice— “que los misioneros han seguido traduciendo en cada época, en cada  lugar, en cada lengua”. 

A continuación, remarcó que la vocación del bautizado es “ver a Dios, verlo en el mundo,  en el hermano, tener ojos ‘cristificados’ y con ellos una mirada compasiva, acogedora,  misericordiosa”. 

“Una mirada que transmita la alegría que desborda nuestro corazón. La alegría de los discípulos después del encuentro con el  Resucitado, que no puede contenerse y les impulsa a ponerse en camino”.  

Más tarde, afirmó que el Espíritu Santo “obra en nosotros esta maravilla y pone en nosotros las palabras que dirigen a  Dios y a los hombres”.

“A través de  su fuerza vivificante podemos transmitir el mensaje en cualquier lengua, sí, porque la Iglesia las  habla todas, pero, sobre todo, porque siempre habla con un mismo lenguaje. Se trata del lenguaje  del amor, comprensible a todos los hombres, pues forma parte de su esencia misma, la de ser imagen de Dios”, añadió.

Asimismo, cuando llega el cansancio y faltan las “fuerzas para caminar”, aconsejó no abandonar la oración, “pidiendo incesantemente al Padre que derrame su Amor, su Espíritu  vivificante, para que renueve la faz de esta tierra lastimada por nuestras injusticias y el sufrimiento  que hemos provocado”.  

“La Santísima Virgen María, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa del Espíritu  Santo, se presenta como esa arca de la Alianza, ese primer Sagrario que, recibiendo a Jesús, se pone  en camino, en el servicio”, concluyó.