En el marco de la Solemnidad de Cristo Rey, celebrada este domingo por la Iglesia, se recuerda con solemnidad a aquellos hombres y mujeres que, en su fidelidad a la fe, entregaron sus vidas durante la persecución religiosa que tuvo lugar en México durante la primera mitad del siglo XX.
Este periodo, marcado por la violencia y la represión desde el gobierno, dejó una profunda huella de heroísmo espiritual, sacrificio y resistencia.
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La intensa represión gubernamental contra la fe católica llegó a detonar lo que hoy se conoce como Guerra Cristera (1926-1929), a la que se sumaron católicos buscaban defender la libertad religiosa en México. Quienes luchaban en el bando cristiano eran conocidos como “cristeros”, debido a que al momento de su ejecución solían gritar “¡Viva Cristo Rey!”.
Aunque sus historias no son tan conocidas como las del joven San José Luis Sánchez del Río o el Beato P. Miguel Pro, sus testimonios dan muestra de fidelidad valiente a Cristo Rey.
Mártir del sigilo sacramental
San Mateo Correa Magallanes fue un sacerdote mexicano que fue fusilado por negarse a revelar las confesiones de prisioneros rebeldes.
En una breve biografía publicada en el sitio web del Vaticano, se indica que el P. Correa fue arrestado en 1927 y, aunque los oficiales le exigieron que revelara lo que los prisioneros le habían confiado en confesión, su respuesta fue: “no ignore que un sacerdote debe guardar el secreto de la confesión. Estoy dispuesto a morir”.
Su firmeza en la fe y su compromiso con el sacramento de la Reconciliación le costaron la vida, pero le aseguraron un lugar en el cielo. Fue canonizado el 21 de mayo de 2000 por San Juan Pablo II.
Mártires tras rezar en una Hora Santa
Durante los años de la persecución religiosa también destaca el testimonio de los mártires de San Joaquín, quienes fueron ejecutados el 25 de abril de 1927 en Guanajuato.
El sitio web del Santuario de Cristo Rey, que rinde homenaje a quienes dieron la vida por su fe, recuerda al P. José Trinidad Rangel Montaño, conocido por su humildad y caridad, quien junto al misionero español P. Andrés Solá Molist y al laico Leonardo Pérez, encontró su trágico final tras ser detenido durante una Hora Santa.
Su martirio ocurrió en Jalisco, luego de ser transportados en un camión de basura y acusados falsamente de subversión. Fueron beatificados el 20 de noviembre de 2005.
“El loco del sagrado Corazón”
San José María Robles Hurtado fue un sacerdote mexicano que fundó el Instituto de Religiosas Víctimas del Corazón Eucarístico de Jesús, conocido actualmente como las Hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado.
Era conocido por sus compañeros como “el loco del Sagrado Corazón” debido a su "deseo vehemente por divulgar el amor de Dios a los hombres", como lo describe el sitio web de la Arquidiócesis de Guadalajara.
En un acto de devoción, consagró su parroquia al Corazón de Jesús en medio de la suspensión del culto público, erigiendo una cruz en una loma como símbolo de esta consagración. Este gesto, interpretado como un desafío por las autoridades gubernamentales, lo convirtió en blanco de persecución.
El 25 de junio de 1927, mientras se preparaba para celebrar la Misa, fue capturado. Con una actitud de entrega total, tomó la soga destinada a su ejecución, la bendijo, la besó y se la colocó él mismo, buscando evitar que sus verdugos se mancharan con su muerte.
Tras su martirio, sus seguidores hallaron entre sus pertenencias un texto que anticipaba su entrega final:
“Quiero amar tu corazón
Jesús mío, con delirio;
quiero amarte con pasión,
quiero amarte hasta el Martirio …
Con el alma te bendigo
mi Sagrado Corazón;
Dime: ¿se llega el instante
de feliz y eterna unión?
Tiéndeme, Jesús, los brazos,
pues tu “pequeñito soy”;
de ellos, al seguro amparo,
a donde lo ordenes, voy…
Al amparo de mi Madre
y de su cuenta corriendo
yo, su “pequeño” del alma,
vuelvo a sus brazos sonriendo.
Un Padre espera a sus hijos,
a todos, allá en el Cielo”.
Fue canonizado el mismo día que San Mateo Correa, el 21 de mayo de 2000.
Mártires de Guerrero: San David Uribe y San Margarito Flores
Los mártires del estado mexicano de Guerrero, como San David Uribe Velasco y San Margarito Flores, también muestran la valentía de quienes dieron su vida por Cristo.
El sitio web del Santuario de Cristo Rey recoge la vida del P. David Uribe Velasco, quien fue apresado en 1927 durante la persecución religiosa. Según indica el sitio, un militar le ofreció garantías y libertad a cambio de aceptar las leyes impuestas por el gobierno y convertirse en líder de un movimiento religioso cismático creado por el Estado.
Ante esta propuesta, respondió con firmeza: “Si fui ungido por el óleo Santo que me hace ministro del Altísimo, ¿por qué no ser ungido por mi sangre en defensa de las almas redimidas con la sangre de Cristo? ¡Qué felicidad morir en defensa de los derechos de Dios!”. Fue ejecutado el 12 de abril de 1927.
El P. Margarito Flores se encontraba fuera de su diócesis debido a la persecución cuando se enteró de la heroica muerte del P. Uribe, lo que lo inspiró a regresar a Guerrero y aceptar el riesgo de dar su vida por la fe.
Al llegar a su destino, las autoridades descubrieron que era sacerdote, fue apresado y llevado a ser ejecutado el 12 de noviembre de 1927. El P. Flores pidió permiso para orar, se arrodilló, besó el suelo y, de pie, recibió las balas que lo unieron para siempre a Cristo.
Ambos fueron canonizados el 21 de mayo de 2000.
Mujeres que dieron su vida por Cristo Rey
María de la Luz Camacho dedicó su vida al catecismo en Coyoacán, en la Ciudad de México. Según recuerda el sitio web de la Arquidiócesis Primada de México, durante su servicio, enfrentó la hostilidad de los “Camisas Rojas”, un grupo que buscaba imponer un adoctrinamiento socialista y anticlerical mediante incendios de iglesias y ataques a católicos practicantes.
El 30 de diciembre de 1934, mientras los “Camisas Rojas” intentaban incendiar su templo, María de la Luz los encaró. En medio del caos, fue alcanzada por una bala que le perforó el pecho, muriendo en el lugar.
Leonor Sánchez López, de 19 años, fue otra víctima de este periodo de represión en el estado mexicano de Veracruz. El cronista Armando López Macip describe en un texto cómo en febrero de 1937, mientras se celebraba una Misa clandestina en la casa de un párroco en la localidad de Orizaba, un grupo de policías municipales irrumpió violentamente. Al desmantelar el altar y detener a los asistentes, comenzaron a disparar contra los fieles que intentaban escapar.
En medio de la confusión, Leonor tomó el cáliz con las hostias consagradas para protegerlo de caer en manos de los policías. Al intentar huir, fue alcanzada por disparos que la hirieron gravemente en la espalda y la mano. Falleció poco después en el hospital.
Ambas mujeres son reconocidas actualmente como Siervas de Dios y se encuentran en proceso de beatificación.