Al cumplirse 1.000 días desde el inicio de la guerra en Ucrania, el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, reflexionó sobre la situación actual del conflicto, llegando a afirmar que los creyentes deben rogando a Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen, para que convierta los corazones de los “señores de la guerra” y se alcance la paz.

El Cardenal Parolin manifestó sentir una “profunda tristeza” ante las noticias cotidianas de “muerte y destrucción” en Ucrania, ante las que asegura no “acostumbrarse ni permanecer indiferente”.

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El Secretario de Estado lamentó el “sacrificio de generaciones enteras de hombres, jóvenes y no tan jóvenes, arrancados del estudio, del trabajo y de la familia” para ser enviados al frente. Ucrania, aseguró, “es un país agredido y martirizado”.

“Podemos esforzarnos por no faltar nunca a nuestra solidaridad con los que sufren, los que necesitan cuidados, los que padecen frío, los que lo necesitan todo. La Iglesia en Ucrania hace mucho por la población compartiendo día tras día el destino de un país en guerra”, afirmó el Cardenal Parolin en una entrevista con Vatican News.

“Podemos hacer oír nuestra voz, como comunidad, como pueblo, para pedir la paz. Podemos hacer oír nuestro grito, exigir que las demandas de paz sean escuchadas, tenidas en cuenta. Podemos decir no a la guerra, a la loca carrera armamentística que el Papa Francisco sigue denunciando”, remarcó.

El purpurado indicó que “negociar una paz justa lleva tiempo” pero que un alto al fuego podría tener lugar incluso en pocas horas, si Rusia —”que inició el conflicto y se supone que debe detener la agresión”— así se lo propone. 

Se necesitan hombres, continuó el cardenal, rescatando las palabras del Papa Francisco, “que apuesten por la paz y no por la guerra” y que “se den cuenta de la enorme responsabilidad que representa continuar un conflicto” con terribles consecuencias para Europa y el mundo entero.

Mientras, indicó, la Santa Sede continúa sus esfuerzos para facilitar una negociación entre las partes en conflicto, una que “siempre es posible y deseable para todos aquellos que valoran el carácter sagrado de la vida humana”, señaló.

“¡No podemos rendirnos ante la inevitabilidad de la guerra! Espero sinceramente que este triste día, el milésimo desde el inicio de la agresión militar contra Ucrania, provoque una sacudida de responsabilidad en todos, y en particular en quienes pueden detener la carnicería que se está produciendo”, concluyó el secretario de Estado.

Indicios de de esperanza y solidaridad en medio de la violencia

El Nuncio Apostólico en Kyiv (Ucrania), Mons. Visvaldas Kulbokas, comentó a Vatican News que después de 1.000 días la guerra continúa creciendo en intensidad y violencia. Sin embargo, de manera proporcional surge “un fuerte sentimiento de humanidad” en todo el territorio del país.

Mons. Kubokas recordó a todas aquellas personas que han sido víctimas, de diversas maneras, del drama de la guerra. En ese sentido, destacó la labor de la Iglesia para socorrerlas, muchas veces más allá de lo material:

“Ayudar a estas personas es muy difícil porque sólo queda la oración, es la única fuerza. Pero tengo mucha fe, porque soy consciente de que la oración puede obrar milagros. Los pastores están al lado de su pueblo y este es el don de la Iglesia Católica y también de otras Iglesias y comunidades de fe”, indicó.

“Si hablamos de este año 2024, hay más muertos que en 2023. Por lo tanto, está creciendo, el sufrimiento está aumentando, y por eso es muy importante tener sentido, el sentido cristiano frente a la inseguridad y el miedo”, añadió el Nuncio.

La duración de la guerra hace mella en la confianza de la población en los líderes políticos y las organizaciones internacionales, “que resultan ser estructuras inadecuadas, incapaces de resolver nada”, aseguró Mons. Kubokas.

Ante ello, resaltó el papel que debe jugar la Iglesia ante la “diabólica” guerra que hiere profundamente las relaciones humanas, la unión de las naciones y la confianza de los ciudadanos en sus gobernantes; haciendo un llamado constante a la paz y al entendimiento:

“Obviamente, es un papel difícil, pero este es uno de los principales servicios de la Iglesia, ser la voz de la conciencia, tratando de averiguar qué palabras utilizar para apelar a las conciencias. Y sigue haciéndolo”, comentó Mons. Kubokas.