Los cinco elementos de la Cruz de Jerusalén han recibido diferentes significados espirituales a lo largo de los siglos, pero cada uno refleja la forma en que la imagen de la cruz se centra —no en las cruzadas o el nacionalismo— sino en Cristo.
La agencia de noticias Associated Press (AP) afirmó recientemente que el candidato del presidente electo Trump para la Secretaría de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegseth, tenía tatuajes supuestamente relacionados con el nacionalismo cristiano e incluso con la supremacía blanca. Su atención se centró especialmente en el tatuaje de una Cruz de Jerusalén que Hegseth lleva en la parte superior del pecho.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
El informe, inmediatamente criticado como anticristiano por el vicepresidente electo JD Vance y muchos otros en las redes sociales, plantea la pregunta: ¿Qué significa realmente el símbolo?
La Cruz de Jerusalén es uno de los símbolos cristianos más fácilmente reconocibles en cualquier lugar. Está formada por una gran cruz central, llamada cruz potente, normalmente con travesaños en los cuatro extremos, en los que se encajan cuatro cruces griegas más pequeñas.
Es un diseño engañosamente simple que se ha utilizado durante siglos para representar a la Iglesia de Jerusalén y recordar —a los fieles y al mundo— a los evangelistas, Jerusalén y el sufrimiento de Cristo. También es la insignia heráldica estrechamente asociada con el Patriarcado Latino de Jerusalén y, especialmente, con la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén.
Un símbolo de peregrinación
La cruz apareció por primera vez en los años previos a que el Papa Urbano II convocara la Primera Cruzada (1096-1099) para recuperar Jerusalén y Tierra Santa del control musulmán.
Llamada en ocasiones la Cruz de los Cruzados, se adjuntó particularmente al escudo de armas del famoso caballero cruzado Godofredo de Bouillon, uno de los líderes de la Primera Cruzada, pero no fue de uso común hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando se adoptó como el estandarte principal del Reino de Jerusalén que gobernó gran parte de Tierra Santa hasta la expulsión final de los caballeros cristianos de Tierra Santa en 1291.
Incluso después del final de la era de las Cruzadas, los peregrinos llevaban la imagen de la Cruz de Jerusalén, conectando sus propios viajes de fe con la pasión de Nuestro Señor y el deseo de ver la Ciudad Santa.
Desde entonces, la cruz ha estado presente en todas partes en la imaginería cristiana. Aparece en la ornamentación artística y arquitectónica de iglesias y edificios cristianos, como diseño en las tapas de las Biblias y, muy a menudo, como una hermosa pieza de joyería que se usa para declarar la propia fe cristiana. El país de Georgia también ha usado versiones de la Cruz de Jerusalén como bandera nacional de vez en cuando desde principios del siglo XIV.
Los visitantes y peregrinos que llegan a Jerusalén también suelen recibir un tatuaje de la cruz al finalizar su peregrinación. Se trata de una tradición que se remonta a más de 700 años.
Quizás el caso más famoso se dio en 1862, cuando Alberto, el Príncipe de Gales, el futuro Rey Eduardo VII, recibió un tatuaje de la Cruz de Jerusalén en su brazo durante una visita a Tierra Santa. Veinte años después, sus dos hijos, el Príncipe Jorge, duque de York (el futuro Rey Jorge V) y el Príncipe Alberto Víctor, duque de Clarence, también recibieron tatuajes de la Cruz de Jerusalén durante su visita a Jerusalén.
Hoy en día, la Cruz de Jerusalén sigue siendo la insignia principal del Patriarcado Latino de Jerusalén (la diócesis católica latina para Tierra Santa), la Custodia de Tierra Santa dirigida por la Orden Franciscana y la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén.
La Orden del Santo Sepulcro es una institución laica y una orden católica de caballería puesta bajo la protección de la Santa Sede que tiene como objetivo principal profundizar la fe entre sus miembros y apoyar las obras e instituciones caritativas y sociales de la Iglesia en Tierra Santa.
Los 30.000 miembros en todo el mundo ayudan a construir hospitales, escuelas, clínicas y misiones que ayudan no solo a los cristianos sino también a los musulmanes y judíos e incluso a los no creyentes.
De esa manera, también, la orden promueve la paz, la armonía interreligiosa y un futuro de estabilidad para Tierra Santa. Sus miembros son inmediatamente reconocidos por sus capas, que están decoradas con la Cruz de Jerusalén roja. La publicación oficial de la dirección de la orden con sede en Roma se llama La Cruz de Jerusalén.
Los significados de la Cruz de Jerusalén
Los cinco elementos de la Cruz de Jerusalén —la cruz potente y las cuatro cruces griegas— han recibido diferentes significados espirituales a lo largo de los siglos, pero cada uno refleja la forma en que la imagen de la cruz se centra no en las cruzadas o el nacionalismo, sino en Cristo.
Una interpretación es que los cinco elementos representan el sacrificio de Cristo en la cruz a través de sus cinco llagas: las cruces más pequeñas representan las heridas en los pies y las manos de Cristo, y la cruz principal representa la perforación de su costado por la lanza del centurión.
Otra versión propone que las cuatro cruces más pequeñas representan a los cuatro evangelistas —Mateo, Marcos, Lucas y Juan— mientras que la quinta cruz representa a Cristo. Parte de esa interpretación es que las cuatro cruces muestran la forma en que los evangelistas ayudaron a difundir el Evangelio a los cuatro rincones del mundo y que nosotros también estamos llamados a proclamar la fe con nuestras mentes y corazones centrados en la tumba vacía de la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Cualquiera puede llevar un medallón de la Cruz de Jerusalén o tatuarse con él. Pero, ya sea que lo llevemos colgado del cuello o sobre nuestro cuerpo, nuestro único propósito debe ser reverenciar y abrazar lo que representa. El Papa Benedicto XVI lo expresó bien en 2009 cuando visitó el Santo Sepulcro en Jerusalén:
Este lugar santo, donde el poder de Dios se reveló en la debilidad y los sufrimientos humanos fueron transfigurados por la gloria divina, nos invita a mirar de nuevo con los ojos de la fe el rostro del Señor crucificado y resucitado.
Al contemplar su carne glorificada, completamente transfigurada por el Espíritu, podamos llegar a comprender más plenamente que también ahora, por medio del bautismo, “llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal” (2 Co 4, 10-11).
¡Ya ahora actúa en nosotros la gracia de la Resurrección! Que la contemplación de este misterio impulse nuestros esfuerzos, tanto como individuos como miembros de la comunidad eclesial, para crecer en la vida del Espíritu mediante la conversión, la penitencia y la oración.
Que nos ayude a superar, con el poder de ese mismo Espíritu, todo conflicto y tensión nacidos de la carne, y a eliminar todo obstáculo, tanto interno como externo, que se interponga en el camino de nuestro testimonio común de Cristo y del poder reconciliador de su amor.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.