En las remotas montañas de la Patagonia chilena, a más de 1.800 kilómetros al sur de Santiago, se erige un oasis de espiritualidad que desafía la imaginación: el Monasterio Nuestra Señora de Aysén. Este refugio de fe, el más austral del mundo, no solo se distingue por su ubicación geográfica extrema, sino por ofrecer una experiencia de recogimiento casi sobrenatural.
Custodiado por la comunidad religiosa de Schola Veritatis, este monasterio se alza como un faro de serenidad en un mundo cada vez más caótico. Su aislamiento no es un obstáculo, sino su mayor virtud. "Es como la subida al cielo: no es fácil, pero el esfuerzo vale la pena", comenta a ACI Prensa la Madre Benedicta, miembro de la comunidad .
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“Esto nos ha permitido encontrar un entorno de verdadera soledad y desierto, como lo desearon los grandes monjes de la antigüedad, en especial San Bruno, que es nuestro Patrono”, precisa.
El pueblo más cercano es Puerto Ingeniero Ibáñez, Región de Aysén, situado a orillas del lago General Carrera. Desde ese pueblo, es necesario tomar el camino hacia Península de Levicán, y luego una desviación hacia la cumbre de la montaña.
Una “clausura natural”
“No fue fácil encontrar el lugar adecuado, lo cual nos tomó muchos años y varias tentativas que al final no resultaron. Pero efectivamente fue la Providencia de Dios la que guió nuestros pasos para llegar a este lugar, que nos ofrecía todas las características que eran necesarias para nuestra instalación: el apartamiento del mundo, amplitud de espacio para construir un monasterio de monjes y otro de monjas debidamente distanciados, además de hospederías para retiros espirituales; abundante agua, bosque”, explica.
“La lejanía tan grande de la ciudad y la crudeza del clima durante el invierno, ofrece una especie de ‘clausura natural’ muy poderosa para el crecimiento de la vida de oración y el encuentro personal con Dios”, valora la hermana.
Mientras que “la vida del mundo actual está marcada por el ruido, la inquietud, la evasión continua mediante un movimiento frenético e insano”, los monasterios, señala, “tienen la misión de recordar a los hombres de nuestro tiempo la necesidad de mirar hacia lo alto, hacia la eternidad que nos espera, hacia Dios que nos ama y nos llama”.
“Pero la voz de Dios no se escucha en medio del huracán, como dice la Escritura en ese conocido pasaje del profeta Elías (1 Reyes 19, 11-15). Las personas que visitan nuestro Monasterio y que solicitan pasar unos días en este ambiente de oración, pueden encontrar acá el ‘marco’ adecuado para el encuentro con Dios, para la conversión interior”, destaca.
“Estamos inmensamente felices con lo que Dios nos ha regalado”, sostiene.
Oración, silencio y estudio
La vida en Nuestra Señora de Aysén “se inserta en la vida monástica tradicional de todo los tiempos, y está marcada por nuestros patronos, San Benito y San Bruno”, expone la religiosa.
En ese sentido, explicó que se guían por la Regla de los Monjes de San Benito, quien “instituyó una sabia armonía entre oración y trabajo (ora et labora), con la jornada marcada por el rezo del oficio divino, además del trabajo manual e intelectual”.
En el caso de esta comunidad, la oración es su principal actividad, con el rezo de las 8 horas canónicas del oficio divino, cuyo centro es la celebración de la Misa, en tanto el trabajo se orienta a las labores agrícolas para el autoabastecimiento, que “es algo que también San Benito quería para sus monasterios, de modo que los monjes tuvieran que salir lo menos posible”.
“También le damos gran importancia a la formación teológica y filosófica, bajo la paternidad del gran Santo Tomás de Aquino”, añade la Madre Benedicta.
“El resto de tiempo transcurre entre las diversas labores domésticas y de campo, además de la confección de jabones artesanales que realizamos para la venta”, detalla. “Una vez a la semana realizamos una caminata por los cerros, y los días domingos y solemnidad tenemos una recreación comunitaria, necesaria para la distensión del espíritu y para afianzar los lazos fraternos”, agrega.
Los pilares que sostienen el carisma son “la oración —sobre todo la oración litúrgica—, la soledad y el silencio que nos da el vivir en un lugar tan alejado como este y el estudio y el amor por la verdad”, enumera.
Actualmente, la comunidad cuenta con cinco miembros, y se preparan para recibir este verano a cuatro más en discernimiento. “Por el momento, no contamos con espacios suficientes para recibir a más personas, pero esperamos con la ayuda de Dios ir construyendo nuevos espacios en el futuro”, anhela.
La edificación del monasterio, admite la religiosa, “ha sido una tarea ardua”, tanto por lo alejado del lugar como por las malas condiciones del camino de acceso.
Actualmente, “es necesario construir más celdas para las hermanas que solicitan un posible ingreso, además de un Monasterio para los futuros hermanos”.
“Desde el comienzo, toda la labor de la construcción y la recaudación de fondos ha sido encomendada a San José, padre providentísimo de la Sagrada Familia y protector de vírgenes. Estamos seguros de que él seguirá enviándonos las ayudas necesarias para que la obra de este lugar de oración siga adelante”, afirma.
El sostenimiento económico
Nuestra Señora de Aysén se sostiene “casi exclusivamente de donaciones particulares, de personas de buena voluntad que regular o puntualmente nos dan un aporte para nuestras necesidades”.
“Nuestros benefactores ocupan un lugar muy central en nuestra vida de oración, pues es la forma que tenemos de retribuirles la inmensa caridad con que hacen posible nuestra vida”, destaca.
Quienes deseen colaborar con el Monasterio pueden visitar la sección “Cómo ayudarnos” de su sitio web.
Asimismo, quienes lo deseen pueden hacer llegar sus intenciones de oración, que serán encomendadas en la Misa de cada día.