El 14 de noviembre marcó el cierre de la fase diocesana de la causa de beatificación del P. Pedro Arrupe, notable jesuita y 28º Superior General de la Compañía de Jesús, en el Palacio de Letrán en Roma.
Tras más de cinco años de exhaustiva investigación sobre la vida, virtudes y fama de santidad de este destacado jesuita español, mentor y “padre espiritual” del Papa Francisco, se concluyó la fase diocesana del proceso.
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El Siervo de Dios P. Pedro Arrupe SJ fue el 28º superior general de la Compañía de Jesús desde 1965 hasta 1983. En la década de 1970, enfatizó la justicia social como uno de los principales puntos focales del trabajo apostólico jesuita.
Desde febrero de 2019, más de 70 testigos de España, Roma y Japón, donde vivió 27 años como misionero, han sido interrogados por el Tribunal del Vicariato de Roma. El P. Arrupe sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima en 1945 y se volcó para atender a los heridos en un hospital de campaña erigido en el noviciado.
Ahora, los documentos y actas recopilados por la Comisión Histórica serán entregados al Dicasterio para la Causa de los Santos, que deberá evaluar un posible milagro atribuido a su intercesión, paso crucial para avanzar hacia su posible beatificación.
La ceremonia, que se celebró en el día que habría marcado el 117 aniversario del nacimiento del P. Arrupe, estuvo presidida por el cardenal electo Mons. Baldassare Reina, vicario general de la Diócesis de Roma.
En este solemne acto también estuvieron presentes miembros de la Compañía de Jesús, como el Padre General, Arturo Sosa Abascal, y el postulador de la causa, P. Pascual Cebollada, quien prestó juramento de haber cumplido fielmente su encargo y destacó su preferencia “por los pobres y la lucha por la justicia” como resultado de su ferviente oración.
También contó la presencia del notario Marcello Terramani, y de los miembros del tribunal diocesano; Mons. Giuseppe D’Alonzo, delegado episcopal, y el P. Giorgio Ciucci, promotor de justicia.
Mons. Baldassare Reina ensalzó la figura del líder jesuita, subrayando sus esfuerzos por llevar a la práctica el Concilio Vaticano II, así como su profunda obediencia y fidelidad a la Iglesia y a los Papas.
Resaltó asimismo su misión evangelizadora y su “opción preferencial” por los pobres y necesitados, materializada en el Servicio Jesuita a Refugiados que fundó en 1980.
El P. Arturo Sosa hizo referencia a las largas horas que el P. Arrupe pasaba en oración a diario. Cuando le preguntaban de dónde sacaba el tiempo para hacerlo, solía contestar que “es simplemente un problema de prioridades”.
La ceremonia celebrada en Roma reflejó también su carisma y buena relación con aquellos que no pertenecían a la Iglesia Católica. Se puso además en valor el esfuerzo del P. Arrupe para que los laicos asumieran responsabilidades, así como su carácter de acogida.
Después de revisar los documentos de la fase diocesana, el dicasterio vaticano estudiará la posibilidad de declarar al P. Arrupe “venerable”, un título que el Papa Francisco puede otorgarle si se determina que vivió una vida santa y virtuosa.
Si esto ocurre, el siguiente paso sería la beatificación, que le otorgaría el título de “beato”. Esto requiere que al menos un milagro sea atribuido a su intercesión. Para la canonización y que sea proclamado santo, se deberá confirmar un segundo milagro.
Cabe recordar que durante su encuentro privado con sacerdotes de la Compañía de Jesús en su viaje a Singapur el pasado septiembre, el Papa Francisco mostró su deseo de que se declare santo al jesuita español.