Irene y Cecilia son hermanas y viven en Paiporta (España), junto a sus padres y sus dos hermanos. El pasado martes 29 de octubre, cuando las inundaciones arrasaron su ciudad y varias más situadas al este del país, se encontraban solas en su casa.
A las 18:30 horas, el inicio del desastre les encontró merendando tranquilamente en la cocina: “Estábamos Cecilia y yo tomándonos un Colacao en la cocina”, narra Irene con sencillez a ACI Prensa.
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No sospecharon nada, pues el patio de la casa estaba seco. Ni siquiera cuando empezaron a llegarles los vídeos con el desbordamiento del barranco por las redes sociales, pensaron que se iba a desatar la pesadilla.
Sin embargo, asomadas a la puerta de la calle, comprobaron que ya corrían 40 centímetros de agua, algo más o menos habitual. De hecho, la entrada principal de la casa está preparada con un parapeto de plástico en su parte baja para evitar que el agua penetre en la vivienda de dos plantas.
“Entonces, llegó un momento en que había tanta agua, tanta presión, que como siempre empezó a entrar agua en casa por debajo de la puerta”, por lo que comenzaron a tapar con toallas y mantas la entrada. “Pero entraba con tanta rapidez y con tanta agua, con tanta presión, que era imposible”.
“El Señor es mi luz y mi salvación”
La música está muy presente en su casa. En la planta baja tiene micrófonos, mesa de mezclas, guitarras, pianos… Cuando comprobaron que la cosa era más seria de lo habitual, recogieron a prisa todos estos enseres, los ordenadores y todo lo de valor y los subieron al piso superior.
Al final, el agua subiría a una altura de 2 metros y 20 centímetros, que arrasó con todo lo que no lograron salvar: “Toda nuestra planta baja está ahora fuera de mi casa. No hay ni un solo electrodoméstico, ni un solo mueble. Es horrible. Todo fuera, todo desguazado, todo en trozos”, detalla.
Mientras salvaban todo lo que podían, comenzaron a cantar: “Mientras subíamos cosas, yo solo cantaba una canción de Batah que se llama El Señor es mi luz y mi salvación”, una musicalización del Salmo 27 cuyo estribillo reza: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, dime ¿quién me hará temblar?”
“Puedo decir que en ningún momento sentí miedo” afirma sin titubeos Irene. A pesar de la incertidumbre, reitera “en ningún momento dije ‘no vamos a salir, no vamos a poder contarlo’”.
Su hermana Cecilia, en cambio, sí temió por su vida y, aún más, por su salvación: “Estaba agobiadísima pensando que se moría”, recuerda su hermana. “Avísame si nos podemos morir, por favor. Avísame porque yo me tengo que confesar”, decía. Entonces, lograron llamar a un sacerdote, en el que Cecilia logró encontrar consuelo.
Una vez instaladas en el piso de arriba, buscaron un rincón donde tener algo de luz. Ya se había hecho de noche. “Sacamos un colchón a la parte de arriba, donde había una luz de emergencia, donde podíamos vernos un poco más”, cuentan.
En un momento dado, se oyó un estruendo en la parte de abajo. La entrada de la casa, “un portón gigantesco que pesa un quintal”, cedió. Irene bajó corriendo e intentó cerrar la puerta con todas sus fuerzas y una silla de despacho arrastrada por la corriente entró en la casa: “Yo gritando a mi hermana desde abajo: ‘¡Cecilia, baja a ayudarme!’. Y, Cecilia, gritándome. Y yo no la escuchaba”.
“Pensaba que yo ya me había muerto” prosigue Irene, quien explica que las hermanas habían visto en reiteradas ocasiones la película Lo imposible, que narra las peripecias de una familia durante el tsunami que afectó a Tailandia en 2004.
Sin embargo, Cecilia reunió el valor para llegar al piso de abajo y ayudar a su hermana a cerrar la puerta, lo que costó mucho, pero lo lograron. Esto ayudó a que no entrara tanta agua o, al menos, no tan rápido.
Volvieron a subir, empapadas. La luz de emergencia se había apagado, por lo que encendieron las velas que lograron localizar.
“Una vez cantamos, todo bajó: el miedo y la preocupación”
“Una vez estuvimos tranquilas, dijimos: Vamos a empezar a cantar”. Y así es como comenzaron a elevar sus voces, acompañadas por una guitarra. Al terminar, decidieron grabar un vídeo para enviar a sus familiares “para que estén tranquilos, que estamos bien, que estamos vivas”.
Esa grabación luego se hizo viral, entre otras cosas porque uno de los familiares de estas dos chicas es el P. Federico Ferrando, joven sacerdote de la Archidiócesis de Valencia.
“Una vez cantamos, todo bajó: el miedo y la preocupación”. Además de forma sorprendente, tuvieron cobertura para el teléfono móvil y pudieron estar en contacto con sus familiares, todos a salvo, cuando prácticamente toda la red estaba caída.
“No esperábamos que la canción se fuese viralizar. La mandamos por el grupo de casa y por el grupo de la familia, para que supiesen que estábamos bien, que estábamos tranquilas, que no se preocuparan por nosotras”, explican.
La canción que entonaron y que ha encandilado a tantos, se titula Yo te quiero, es obra de la valenciana Teresa Requena y se puede encontrar en Spotify, interpretada junto a sus hermanos, Pedro e Irene.
Su estribillo, dice así:
“Ya no temas más, Dios está contigo.
Eres especial, has hallado gracia a sus ojos.
Aunque muchas dudas vengan a acechar,
Él te sostendrá. Encontrarás felicidad”.
Entonar esa melodía se convirtió en oración de forma indirecta: “No fue una canción que eligiésemos para rezar, sino que siempre nos ayuda a tranquilizarnos y a ponernos en paz”.
Pero, según cantaban, notaron un gran alivio: “Ya está, ya está. Ya ha pasado. Podemos llorar lo que lloremos. Conseguimos hasta reír”, recuerda Irene.