Seis obispos de América Latina compartieron con ACI Prensa quiénes son sus santos favoritos y cómo han influido e inspirado profundamente en su vida de fe y para afrontar los desafíos pastorales a lo largo de su ministerio.  

Mons. Roberto Yenny García (México)

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Mons. Yenny, Obispo de Ciudad Valles en San Luis Potosí (México), contó que tiene una profunda devoción por San Alfonso María de Ligorio, un obispo napolitano, Doctor de la Iglesia, que es patrono de los maestros de teología moral y de los confesores.

“Este obispo, originario de Nápoles, se convirtió en un excelente pastor para la comunidad cristiana. Tenía gran conocimiento de la teología moral de la época con un celo pastoral que se manifestaba en cercanía y misericordia, especialmente con los más desvalidos, con los más pobres”, contó a ACI Prensa.

El obispo de 52 años admira particularmente el enfoque equilibrado de San Alfonso en temas de moralidad, en el siglo XVIII, una época marcada por el rigorismo y el laxismo. “Ante esos extremos que llevaban al fundamentalismo, muchas veces la moral cristiana, San Alfonso María de Ligorio propuso una moral de la benignidad, buscando el justo medio”, explicó.

Resaltó además, cómo San Alfonso buscaba “reflejar lo que Cristo hubiera hecho ante circunstancias de la vida moral de las personas donde experimentan la fragilidad, sin perder nunca el ideal cristiano”.

Además, valora la dedicación de San Alfonso en su servicio pastoral: “Siendo un pastor cercano y celoso, organizaba aquellas misiones populares, tratando de llegar a las zonas más lejanas de la diócesis que le fue encomendada”. Con un “anuncio sencillo, directo, desde el corazón”, San Alfonso llevaba a los fieles un mensaje de conversión y del “gran amor de Dios” que transforma vidas, sostuvo.

“Esa armonía, esa combinación de ciencia y cercanía pastoral, es a lo que admiro mucho de este santo y que espero también que siga inspirando mi propio ministerio episcopal”, concluyó.

Mons. Alfredo José Espinoza (Ecuador)

Mons. Alfredo José Espinoza, Arzobispo de Quito, recordó con gratitud su formación salesiana, que comenzó a los cinco años y ha logrado permanecer durante 50 años de vida gracias al carisma de San Juan Bosco. “Por eso, mis santos favoritos, a los que yo le tengo una devoción muy grande, son San Juan Bosco, que es mi padre, y Santo Domingo Savio, el modelo de la juventud”.

La relación con Don Bosco va más allá de la devoción: es una figura paterna para él. “Tengo en la capilla de mi casa una reliquia de hueso de San Juan Bosco”, contó el arzobispo, recordando las palabras del P. Marcelo Farfán al entregársela en su ordenación episcopal: Para que nuestro padre te acompañe en este nuevo camino”.

Mons. Espinoza asegura: “Don Bosco es eso para mí. Más que un santo es mi padre, a quien amo profundamente y es mi modelo de entrega, de trabajo con los jóvenes”.

Mons. Juan Ignacio Liébana (Argentina)

Mons. Liébana, Obispo de Chascomús, provincia de Buenos Aires, tiene varios santos favoritos. Entre ellos está San Carlos de Foucauld, eremita y místico francés a quien admira “por su espiritualidad en el desierto, de ser un monje contemplativo, pero a su vez predicar con su presencia”, especialmente entre los musulmanes. Además, lo admira por “irradiar la presencia de Jesús en la Eucaristía” y promover “la fraternidad universal, que era como su gran mensaje”.

También mencionó entre sus santos favoritos a San Francisco de Asís, inspirándose en su “fraternidad con las cosas, con las criaturas, con los demás”, y en su ejemplo de “amor a los pobres y a la austeridad de vida”.

Santa Clara de Asís ocupa también un lugar especial en su devoción: “Me encanta por su sencillez evangélica, su libertad para seguir las huellas de Francisco” y su compromiso con el “privilegio de la pobreza”. Como "bonus track", Mons. Liébana destaca a Santa Teresa de Jesús, valorando "su libertad, fortaleza y toda su enseñanza sobre la oración", así como "su cariño a la humanidad de Cristo".

Mons. Alfonso Miranda Guardiola (México)

Mons. Miranda, Obispo de Piedras Negras, reveló a ACI Prensa una profunda devoción por San Maximiliano Kolbe, fraile franciscano, fundador de la Milicia de la Inmaculada, que murió voluntariamente en el campo de concentración de Auschwitz (Polonia) durante la II Guerra Mundial. Su admiración por el santo comenzó durante sus años como rector en el Templo de San Maximiliano Kolbe, en Monterrey, donde tuvo la oportunidad de estudiar a fondo su vida.

“Es un santo que inspira por su amor a la Virgen, un arrastre poderoso que tiene con los jóvenes, especialmente en su tiempo con los franciscanos conventuales”, destacó Mons. Miranda, reconociendo su valentía y determinación del santo. San Maximiliano, continuó, es “un ejemplo para toda la humanidad por su entrega incondicional y su disposición a dar la vida aún sin conocer al otro, pero por amor a Jesucristo”.

Mons. Miranda recordó la visita que realizó a Polonia, donde tuvo la oportunidad de presentar una obra de teatro en el convento de Niepokalanów, el cual San Maximiliano fundó. “La luz de este santo llega a todo el mundo, a todas las países, y a mí me ha inspirado muchísimo, para ir por los sueños, aunque estos sean muy difíciles, prometiendo todo el coraje, toda la pasión y todo el corazón”, acotó.

Para el obispo, San Maximiliano Kolbe es un verdadero "vencedor de la Segunda Guerra Mundial", no con armas, sino "con su ejemplo de amor, entrega, humildad y servicio".

Mons. Lisandro Rivas (Venezuela)

Recientemente canonizado, San José Alamanno se ha convertido en un pilar espiritual para Mons. Lisandro Rivas, nuevo Obispo de la Diócesis de San Cristóbal. “Es mi santo de devoción y referencia”, afirma el prelado, quien también pertenece a los Misioneros de la Consolata, la congregación que San José Alamanno fundó inspirándose en la Virgen de la Consolata.

Mons. Rivas destacó a ACI Prensa que el lema de San José Alamanno fue “primero santos, luego misioneros”, una guía que invita a la transformación personal antes de anunciar el Evangelio. “Él decía que la evangelización tiene que ser realizada bien, pero sin ruido, con el objetivo de reconocer la dignidad de cada persona como hijo o hija de Dios”, explicó el obispo venezolano. Agregó que esta visión es el fundamento de su misión como misionero Ad Gentes, pues busca llevar la Buena Nueva a aquellos lugares donde aún no se conoce a Jesús.

En su reflexión, Mons. Rivas resalta cómo San José Alamanno promovía una “evangelización integral”. “Estas personas podrán aceptar la Buena Nueva de Jesucristo como salvación si primero que todo se les reconoce como personas. Es la persona integralmente la que es salvada, y con ella el ambiente donde se encuentra”, agregó.

Para Mons. Rivas, el ejemplo de San José Alamanno cobra particular relevancia en el contexto actual de la Iglesia, enfatizando la necesidad de una “espiritualidad sinodal”, trabajando juntos e involucrando a catequistas y líderes locales en el proceso de evangelización, en línea con la invitación del Papa Francisco. “Es un referente, porque nos invita a vivir en santidad y a hacer de lo ordinario una experiencia extraordinaria, impregnada de Dios y del Evangelio”, concluyó.

Mons. Giovanni Cefai (Perú)

Mons. Cefai, Obispo de Huancané, en la sierra del Perú, compartió su devoción personal a San José, que ha sido una constante en su vida desde su infancia. Gracias a sus padres, creció con esta fuerte devoción, que se reflejaba en las prácticas familiares, como la novena y la procesión en honor a San José el 19 de marzo. En su hogar, San José fue una figura de apoyo y consuelo, especialmente en los momentos difíciles, y el silencio del santo es algo que siempre le ha impresionado.

El obispo originario de Malta mencionó que, durante su formación en la Sociedad Misionera de San Pablo, vivió la providencia de San José: “Recuerdo mis superiores y la congregación siempre intercediendo ante San José, pidiendo a Dios para especialmente ayudarles con sus obras, etcétera. Y la providencia nunca faltaba. Siempre venía, estuvimos allí como cerca de 80 personas viviendo, estudiantes, sacerdotes, ancianitos y nunca nos faltaba a pesar que no teníamos nada”.

En su misión en Perú, país al que llegó en 2001, Mons. Cefai fundó una casa de retiro en honor a San José, prometiendo: “Si tú me ayudas, yo haré esta casa en tu nombre”. Actualmente, está desarrollando “Villa San José” en Huancané, que incluirá servicios educativos y de salud. Explicó que confía en San José para hacer crecer este proyecto: “Poco a poco con mucha fe, será un éxito”.