Una de las críticas persistentes a la asamblea final del Sínodo de la Sinodalidad ha sido que, a pesar de su frecuente énfasis en la escucha y el diálogo, varias voces relevantes e importantes no fueron escuchadas.
En su evaluación final del Sínodo, George Weigel identificó algunas de estas voces como parejas felizmente casadas, educadores católicos que se resisten a la cultura “woke” actual y profesionales de la salud que viven una cultura de vida.
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Pero otro grupo que brilló por su ausencia fueron aquellos fieles que valoran la liturgia tradicional y la tradición apostólica, un grupo pequeño pero floreciente tanto en términos de vocaciones como de asistencia a la Iglesia, pero que actualmente es objeto de amplias restricciones del Vaticano desde el motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco, en 2021.
Durante las fases de consulta mundial del Sínodo 2021-2024, grupos tradicionales como la Sociedad de Misas Latinas de Gran Bretaña (LMS, por sus siglas en inglés) y la Federación Internacional Una Voce (FIUV) alentaron a sus miembros a enviar contribuciones, y muchos respondieron compartiendo sus puntos de vista como parte del proceso sinodal.
Las contribuciones escritas, en su mayoría las de Europa y Estados Unidos, se incorporaron a los informes sinodales durante la etapa continental, que se extendió desde finales de 2022 hasta marzo de 2023, y continuaron siendo registradas por los obispos en los informes de síntesis que siguieron.
Escribiendo el invierno pasado en Gregorius Magnus, periódico de la FIUV, el presidente de la LMS, Joseph Shaw, observó que algunas conferencias episcopales, como las de Malta, Italia, Francia y Australia, tendían a ignorarlos por completo. Pero que en aquellas diócesis y países donde la Misa tradicional estaba bien establecida, los informes de síntesis diocesanos y nacionales tendían a “reconocer la existencia de católicos vinculados a ella e informar su punto de vista”.
A menudo se mencionaban en el contexto del deseo de una liturgia más reverente, de la preocupación por las divisiones y de un sentimiento de exclusión y marginación entre los apegados al antiguo rito.
Pero a medida que avanzaba el Sínodo, esas contribuciones no llegaron a formar parte de los debates de la asamblea ni tampoco al documento final. “Fueron, en cierto modo, descartadas”, dijo Shaw al National Catholic Register, añadiendo que eran “como semillas que cayeron entre espinas”.
Los llamamientos directos a los organizadores del Sínodo tampoco fueron escuchados.
En abril de este año, Jean-Pierre Maugendre, quien dirige el grupo tradicional francés Renaissance Catholique, envió un llamamiento a la oficina del sínodo para la plena libertad de la Misa tradicional porque quería que todo el mundo tradicional participara en el Sínodo, pero el Register supo que Maugendre no recibió respuesta, ni siquiera un acuse de recibo.
Noah Peters, fundador y presidente de la Sociedad de Misa Latina de Arlington en Virginia (Estados Unidos), dijo al Register que “desde su inicio hasta su documento final, el Sínodo de la Sinodalidad se negó a reconocer o actuar sobre las aportaciones que recibió de los católicos tradicionales, tanto religiosos como laicos”.
Dijo que esto se produjo a pesar de que los católicos tradicionales presentaron “opiniones bien meditadas a lo largo de todo el proceso” que destacaron cómo la Misa tradicional en latín “ha dado lugar a una fuente de vocaciones, conversiones y reversiones, y que las restricciones han sido dañinas y crueles”. Pero agregó que “estaba claro desde el principio que los líderes del Sínodo no estaban interesados en escuchar o actuar en función de estas opiniones”.
La discrepancia se hizo agudamente evidente cuando los participantes del Sínodo discutieron el tema de las vocaciones y la escasez de sacerdotes en Occidente.
Las comunidades católicas tradicionales han sido descritas como el único grupo demográfico católico que está creciendo en el mundo occidental, con grupos como la tradicional Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP) que reportan un número récord de vocaciones en 2023 y un crecimiento significativo en su membresía general. En términos más generales, la asistencia a las liturgias tradicionales ha ido en aumento, y los peregrinos que asisten a eventos como la peregrinación tradicional anual a Chartres en Francia han batido récords.
Un sacerdote tradicional de Estados Unidos dijo al Register, bajo condición de anonimato, debido a las restricciones del antiguo rito, que las comunidades tradicionales están siendo “inundadas de consultas vocacionales y luchan por dar cabida a quienes aspiran a unirse a sus filas”. Agregó que muchas de estas vocaciones en ciernes no hace mucho tiempo se habrían acercado a su diócesis local, pero desde Traditionis Custodes sienten que “ya no pueden confiar su discernimiento vocacional a quienes han cancelado de hecho las concepciones tradicionales de lo que significa ser católico”.
El documento final del Sínodo reconoció la crisis de vocaciones, pero presentó soluciones distintas a la puesta en valor de la liturgia tradicional, como “extender y estabilizar” los ministerios laicos.
El tema también se planteó en algunas de las conferencias de prensa. El Cardenal Franz-Josef Overbeck, de Essen (Alemania), dijo a los periodistas el 22 de octubre que “hasta ahora no hemos encontrado una respuesta a la falta de sacerdotes” y sugirió que era necesario encontrar “una nueva respuesta en relación con las mujeres en la Iglesia”, incluida la institución oficial de mujeres predicadoras.
El Cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo de la Sinodalidad, también destacó el problema de la falta de sacerdotes en su país profundamente secular, Luxemburgo. Dijo a los periodistas que para combatir esto, su diócesis ha combinado parroquias, no sólo por la falta de sacerdotes, sino también por la “falta de fieles”. La liturgia tradicional no se registró como una posible solución.
El abad Claude Barthe, autor experto en liturgia tradicional y sacerdote de la Diócesis de Fréjus-Toulon en Francia, dijo al Register que “nadie en el Sínodo, ni siquiera los obispos que conocen bien el mundo tradicional, como el obispo Matthieu Rougé de Nanterre, mencionó el uso de las posibilidades del mundo tradicional donde hay un número significativo de vocaciones”.
Cuando el Register preguntó al Cardenal Hollerich al final del Sínodo por qué los católicos tradicionales y sus puntos de vista sobre las vocaciones y otros temas no fueron considerados en las etapas finales del proceso, respondió: “Tengo personas que celebran la Misa en el rito antiguo y soy amigo de ellos. Puedo imaginarme que en un mundo posmoderno se sientan atraídos por eso; no lo condeno”.
Cuando se le presionó más sobre la pregunta, respondió diciendo que el catolicismo tradicional “no era un tema de discusión”, y agregó: “No estábamos en contra de ellos; no éramos para ellos”. Cuando se le preguntó cómo se puede llamar sinodal a este enfoque cuando se supone que incluye escuchar todos los puntos de vista, respondió: “Hemos discutido cosas traídas del pueblo de Dios, y estas personas no nos han escrito”.
El cardenal fue preguntado de nuevo sobre el tema fuera de la sala de prensa, pero dijo que estaba “demasiado cansado” antes de entrar en una sala para ser entrevistado por los medios vaticanos. Cuando se le preguntó una vez más si podía explicar por qué no se incluía el catolicismo tradicional, volvió a negarse, diciendo que tenía que ver a los jóvenes que lo estaban esperando.
En declaraciones al Register al final del Sínodo, el arzobispo Andrew Nkea de Bamenda (Camerún), que fue miembro del Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo que supervisó el funcionamiento del proceso 2021-2024, reconoció que se omitió el catolicismo tradicional y dijo que se debía a la Traditionis Custodes. “No íbamos a discutir el [motu proprio] del Papa en el Snodo", dijo.
Para el abad Barthe, la exclusión del Sínodo y de la sinodalidad fue “obviamente ideológica”, y señaló “otras áreas en las que funcionan las ‘recetas’ tradicionalistas”, como “la asistencia a Misa, los movimientos juveniles y la enseñanza del Catecismo”.
Peters dijo que si bien el documento final “tal vez no fue tan malo como se temía, el proceso sesgado desafortunadamente no ha reflejado las voces de los laicos y religiosos católicos que hablaron en gran número a favor de la liturgia tradicional y el magisterio inmutable de la Iglesia”.
Y añadió: “Es más evidente que nunca que Traditionis Custodes está totalmente en desacuerdo con el concepto de una Iglesia sinodal”, pero dijo que estaba “seguro de que los futuros sínodos no podrán evadir la deliberación orante e imparcial necesaria durante estos tiempos difíciles para la Iglesia”.
Los miembros de la secretaría del Sínodo también fueron contactados para este artículo, pero no respondieron al cierre de esta edición.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.