En el día de los Fieles Difuntos, y todos los demás días, hay una visitante en el Purgatorio que las almas de allí anhelan especialmente ver.

¿De quién se trata? De la Virgen, por supuesto. Nuestra Señora va allí para ayudar a las almas. A algunos santos se les ha mostrado o dicho esto y dan fe de ello. Qué maravillosa constatación, especialmente cuando celebramos el Día de Todos los Fieles Difuntos el 2 de noviembre.

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En el siglo XIV, Santa Brígida de Suecia fue llevada en varios viajes al Purgatorio. Durante ese tiempo, la Santísima Virgen María le reveló: “Yo soy la Madre de todas las almas del Purgatorio, y soy Madre de Misericordia para estos hijos míos que están en la mayor necesidad de mi asistencia, ya que en sus tormentos no pueden ayudarse a sí mismos”.

Nuestra Madre Santísima le dijo también que, como es una Madre compasiva, va allí a menudo a visitar y consolar a sus hijos que sufren.

Siglos más tarde, en su Diario, Santa Faustina relató que una noche su ángel de la guarda la llevó a “un lugar brumoso y lleno de fuego en el que había una gran multitud de almas sufrientes. Rezaban fervientemente, pero en vano, por ellas mismas; sólo nosotros podemos acudir en su ayuda”. Las almas le dijeron “a una voz que su mayor tormento era anhelar a Dios”.

“Vi a la Virgen visitando a las almas del Purgatorio. Las almas la llaman 'La Estrella del Mar'. Ella les trae alivio”, continúa Santa Faustina.

En su libro Las Glorias de María, San Alfonso María de Ligorio escribió: “¿Y qué otro consuelo tienen en sus sufrimientos que María, y la ayuda de esta Madre de Misericordia?”.

Y añade: “Demasiado felices son los siervos de esta bondadosísima Madre, pues no sólo en este mundo son socorridos por ella, sino que también en el Purgatorio son asistidos y consolados por su protección. Pues siendo allí más necesario el socorro, porque están atormentados y no pueden valerse por sí mismos, tanto más se esfuerza esta Madre de misericordia por ayudarlos”.

San Alfonso relata a continuación lo que otros santos han visto o dicho. Dice que Santa Brígida también oyó a Jesús decir a su Madre: “Tú eres mi Madre, tú eres la Madre de Misericordia, tú eres la consoladora de los que están en el Purgatorio”.

La Santísima Virgen María, contaba San Alfonso, “dijo a Santa Brígida que como un pobre enfermo, sufriente y abandonado en su lecho se siente refrescado por alguna palabra de consuelo, así esas almas se sienten consoladas oyendo sólo su nombre. El solo nombre de María, nombre de esperanza y de salvación, que estos amados niños invocan a menudo en aquella prisión, es para ellos un gran consuelo”.

San Vicente Ferrer, que convirtió a miles de personas, también era de esta opinión. En Las Glorias de María, San Alfonso escribió que Vicente dio a conocer “cuán bondadosa y benéfica es la Santa Virgen con los que sufren en el Purgatorio... por ella reciben continuo consuelo y alivio”. 

San Alfonso también señaló que San Bernardino de Siena explicó que en el Purgatorio aquellos “que son esposos de Jesucristo, María tiene cierto dominio y plenitud de poder para aliviarlos, así como librarlos de sus dolores”.

Según San Alfonso, “María no sólo consuela y socorre a sus siervos en el Purgatorio; también los libera de esta prisión, y los libra por su intercesión”.

María lleva las almas al Cielo

Los santos han dicho que el día de la Asunción de María, ésta pidió a Jesús el favor de llevarse consigo a todas las almas del Purgatorio, y ese lugar se vació ese día. Nada menos que el gran teólogo francés del siglo XV Jean Gerson secundó que muchos eruditos creyeran esto. Luego, el cartujo del siglo XV San Dionisio relató que en las celebraciones del nacimiento y resurrección de Jesús, su Madre va con multitudes de ángeles al Purgatorio y libera a muchas almas.

Tiene mucho sentido. Como señaló de nuevo San Alfonso, “San Bernardino dice que la Santísima Virgen tiene el poder de liberar a las almas del Purgatorio por sus oraciones y la aplicación de sus méritos, especialmente si le han sido devotas”.

Añádase a esto la aparición de la Santísima Virgen al Papa Juan XXII, diciéndole que diera a conocer el escapulario marrón y una promesa con él.

En 1322 emitió una bula papal sobre el escapulario y lo que se conoció como el Privilegio Sabatino. En ella, escribió lo que la Santísima Madre le dijo: “Si entre los religiosos o miembros de la Cofradía del Monte Carmelo hay alguno que, a causa de sus faltas, esté condenado al Purgatorio, descenderé en medio de él como una tierna Madre el sábado siguiente a su muerte; lo libraré y lo conduciré al santo monte de la vida eterna”. (Por supuesto, los que llevan el escapulario tienen que llevar una vida santa).

El Papa Juan añadió: “Acepto, pues, esta santa indulgencia; la ratifico y confirmo en la tierra, como Jesucristo la ha concedido graciosamente en el Cielo por los méritos de la Santísima Virgen”.

Los que llevan este sagrado escapulario del Carmelo son carmelitas y cófrades —nos convertimos automáticamente en cófrades al ser investidos con el escapulario—. Varios Papas posteriores, entre ellos San Pío V, confirmaron: “Para que los cristianos crean piadosamente que la Santísima Virgen ayudará con su continua intercesión, por sus méritos y especial protección, después de la muerte, y principalmente el sábado, que es un día consagrado por la Iglesia a la Santísima Virgen, a las almas de los miembros de la cofradía de Santa María del Monte Carmelo, que hayan partido de esta vida en estado de gracia, llevando el escapulario, observando la castidad según su estado de vida…”.

“¿Por qué no hemos de esperar también las mismas gracias y favores, si somos devotos de esta buena madre?”, preguntó San Alfonso. “Y si con amor más especial la servimos, ¿por qué no podemos esperar obtener la gracia de ir inmediatamente después de la muerte al paraíso, sin entrar en el Purgatorio?”, añadió.

María durante y antes del Purgatorio

En el día de los Fieles Difuntos —cualquier día, de hecho— podemos ayudar a nuestra Madre de Misericordia por las almas del Purgatorio: parientes, amigos, los abandonados y olvidados. Reza a nuestra Santísima Madre para que ayude y consuele a estas almas y las lleve al Cielo.

Como aconsejaba San Alfonso: “Si queremos ayudar a las santas almas del Purgatorio, procuremos acordarnos de ellas en todas nuestras oraciones a la Santísima Virgen, aplicándoles especialmente el Santo Rosario, que les procura un gran alivio”.

A Santo Domingo le dijo un alma que salía del Purgatorio y se dirigía al Cielo que “una de las principales fuentes de alivio para las almas del Purgatorio es el Rosario que se reza por ellas; y que, en cuanto llegan al paraíso, rezan por quienes les aplican estas poderosas oraciones”.

San Alfonso también compartió que según San Bernardino “los siervos de María atormentados por esos dolores son a menudo visitados y socorridos por ella. Ved, pues, cuán importante es ser siervo de esta buena Señora; porque Ella nunca olvida a los tales cuando están sufriendo en esas llamas. Y aunque María socorre a todas las almas del Purgatorio, siempre obtiene más indulgencias y alivios para aquellas que le han sido especialmente devotas”. Esta es una excelente razón para que nosotros también seamos devotos ahora de nuestra Madre de Misericordia.

Mirando hacia el futuro para nosotros mismos y para los demás, para evitar o acortar el Purgatorio, el sacerdote jesuita F.X. Schouppe, en su libro Purgatorio, ilustrado por las vidas y leyendas de los santos, aconsejaba: “En primer lugar, para obtener una gran pureza de alma y, en consecuencia, tener pocas razones para temer el Purgatorio, debemos abrigar una gran devoción hacia la Santísima Virgen María”. Tener “fidelidad en llevar su escapulario; caridad para con los vivos” y hacer obras de misericordia.

Y añadió: “Esta buena Madre asistirá de tal modo a sus queridos hijos en la purificación de sus almas y en la abreviación del Purgatorio, que puedan vivir con la mayor confianza. Desea incluso que no se inquieten sobre este tema, y que no se dejen desanimar por un miedo excesivo, como Ella misma se dignó declarar”.

En esta Jornada de Difuntos, reza para que María, nuestra Madre de Misericordia, visite el Purgatorio y lleve muchas almas de allí al Cielo. Ayudémosla con un Rosario por ellas.


Adaptado y traducido por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.