Mons. Thomas Paprocki, Obispo de Springfield, Illinois (Estados Unidos), respondió esta semana a una carta publicada en el Wall Street Journal de un sacerdote que se oponía a rezar la oración de San Miguel al final de la Misa, afirmando que el punto de vista del presbítero es “simplemente erróneo”.

En una carta al editor publicada el 21 de octubre, el P. Gerald J. Bednar, sacerdote jubilado de la Diócesis de Cleveland, escribió que el Vaticano “suprimió esta práctica en 1964 porque la oración interfiere con la integridad de la Misa”.

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El P. Bednar expresó su punto de vista de que rezar la oración de San Miguel después de la Misa “termina la liturgia con una devoción privada, una petición a un santo, mientras que todas las peticiones se concluyeron mucho antes en la liturgia y se dirigieron a Dios Padre”.

“El final de la Misa envía a los participantes a una misión positiva, invitándolos a expandir el reino de Dios a través de la evangelización”, escribió el presbítero.

“San Miguel es conocido como el capitán de los ángeles de la guarda y debemos, por todos los medios, pedir su ayuda. Pero los creyentes deben aceptar la presencia del Señor en la Eucaristía como su principal protección contra la maldad y las trampas del diablo, y responder a su llamado a mejorar el reino de Dios, donde el diablo no tiene influencia”, concluyó el sacerdote.

En una carta de respuesta publicada el 27 de octubre, Mons. Paprocki cuestionó la afirmación del P. Bednar de que rezar a San Miguel después de la Misa “termina la liturgia con una devoción privada”.

“La liturgia termina cuando el celebrante dice: ‘Pueden ir en paz’, y la gente responde: ‘Demos gracias a Dios’. La oración, entonces, se recita después de la Misa, que el sacerdote y el pueblo pueden hacer libremente. No es una devoción privada cuando se reza públicamente”, escribió Mons. Paprocki.

“El final de la misa envía a los participantes a una misión positiva y, aunque el reverendo Bednar tiene razón al decir que el diablo no tiene influencia en el reino de Dios, todavía no hemos llegado a ese punto. Hacerlo juntos no hace daño y rezamos para que ayude a invocar la intercesión de San Miguel para que nos defienda en nuestras batallas espirituales”.

San Miguel Arcángel es uno de los cuatro ángeles principales y es descrito en la Biblia como un “gran príncipe” que lucha contra Satanás en defensa del pueblo de Dios.

Después de una visión de 1884 de Satanás “descontrolando” el planeta, el Papa León XIII compuso tres oraciones a San Miguel, la más breve de las cuales ordenó que se rezara al final de cada Misa.

Esa oración es la siguiente:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

La oración a San Miguel fue una característica habitual de la misa hasta la época del Vaticano II, aunque en 1994 el Papa Juan Pablo II instó a los católicos a hacer de la oración una parte habitual de sus vidas. La devoción a San Miguel todavía se promueve ampliamente hoy en día, incluso por el Papa Francisco.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.