El Papa Francisco recibió hoy a los participantes del XI Congreso Nacional del Movimiento de Compromiso Educativo de la Acción Católica Italiana, a quienes indicó que “es esencial que la educación se fundamente, en su método y en sus fines, en el amor”.
Al inicio de su discurso, pronunciado desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre remarcó el desafío de educar tanto a nivel humano como cristiano.
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Educar, para el Pontífice, significa sobre todo “redescubrir y valorar la centralidad de la persona en un contexto relacional donde la dignidad de la vida humana encuentra realización y espacio adecuado para crecer”.
El Santo Padre también hizo referencia al reto al que se enfrenta especialmente la educación cristiana, en medio del “proceso de secularización”. Según el Pontífice, esta “atraviesa terrenos inexplorados, marcados por cambios antropológicos y culturales, a los que seguimos buscando respuestas a la luz de la Palabra de Dios”.
Destacó sin embargo las experiencias positivas “que nos transmiten muchas familias, escuelas, comunidades parroquiales, asociaciones y la misma pedagogía”.
“Educadores de gran corazón”
Más tarde, animó a los presentes a convertirse en “educadores de gran corazón, en los laberintos de la complejidad” que afecta a las relaciones humanas.
“Por el bien de los niños, jóvenes y adultos que viven a vuestro lado, estáis llamados a ensanchar vuestros corazones, a no tener miedo de proponer ideales elevados, sin desanimaros ante las dificultades”, añadió.
También exhortó a “construir y fortalecer relaciones fructíferas con los diversos actores del proceso educativo: familias, profesores, animadores sociales, animadores y entrenadores deportivos, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, sin descuidar la colaboración con las instituciones públicas”.
Abogó asimismo por una educación “que ponga en el centro a la persona, su valor inalienable y su dignidad originaria, de modo que sea considerada siempre y en todo caso el fin y nunca reducida a un medio, por ningún motivo”.
También alentó a que el movimiento continúe trabajando para que la educación permita volver a la persona “sobre sí mismo, a cultivar la interioridad, la trascendencia, la espiritualidad, como elementos indispensables para el desarrollo integral de la persona humana, en todas sus dimensiones: existencial, espiritual, afectiva, cultural, social, política”.
Al término de su discurso, el Santo Padre les pidió — de cara al próximo Jubileo — prestar una especial atención a los niños, adolescentes y jóvenes: “Debemos mirarlos con confianza, con empatía, me gustaría decir con la mirada y el corazón de Jesús”.
“Ellos son el presente y el futuro del mundo y de la Iglesia. A nosotros nos corresponde acompañarlos, apoyarles, animarles y, con nuestro testimonio, mostrarles el buen camino que lleva a ser todos hermanos”, expresó.
“A través de los procesos educativos expresamos nuestro amor al otro, a los que están cerca o nos han sido confiados; y, al mismo tiempo, es esencial que la educación se fundamente, en su método y en sus fines, en el amor. Sin el amor no se puede educar”, dijo por último el Papa Francisco.