Para los católicos progresistas que esperaban cambios dramáticos en la Iglesia, se suponía que el Sínodo de la Sinodalidad marcaría el comienzo de una nueva primavera.

En cambio, con el documento final que se aprobará este sábado, aquellos que han abogado por cosas como las mujeres diaconisas y la aceptación de las relaciones entre personas del mismo sexo se preparan para una “ducha fría final”.

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Esa es la imagen utilizada por la periodista vaticana Franca Giansoldati para describir la decepción generalizada entre los progresistas que parece estar instalándose dentro y alrededor del aula del Sínodo.

Las historias de desilusión dentro del Aula Pablo VI se han filtrado a los medios de comunicación, incluida una minoría de delegados que apoyan la ordenación de mujeres, implorando entre lágrimas por un cambio y desafiando agresivamente a aquellos que perciben como resistentes. En el exterior, los grupos reformistas han emitido declaraciones críticas sobre el hecho de que parece poco probable que ocurran cambios importantes.

Y algunos critican a los organizadores del Sínodo por establecer expectativas sinodales que no han sido satisfechas por la realidad.

“Se nos dice repetidamente que este sínodo se trata de una nueva forma de ser Iglesia”, escribió Zac Davis en la revista America, la publicación insignia de los jesuitas estadounidenses. “Me preocupa que muchos católicos salgan de este proceso desilusionados si el nuevo camino conduce a los mismos resultados”.

La decepción para los católicos más progresistas se ha acentuado por la decisión del Papa Francisco de eliminar de la agenda de la última sesión los temas “candentes” relacionados con las mujeres y la enseñanza sexual y dárselos a grupos de estudio dedicados.

El descontento se transformó en casi disidencia cuando el Cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y líder del grupo que estudia la posibilidad de ordenar a mujeres como diáconos, no se presentó a una reunión con delegados el 18 de octubre, después de haberles dicho previamente que “aún no hay espacio para una decisión positiva” sobre la cuestión.

Pero la decisión del Vaticano de posponer los temas controvertidos sólo se produjo después de que los organizadores inicialmente habían dado a muchos la impresión de que todos los temas serían objeto de discusión y alentaron las aportaciones de los grupos que disienten abiertamente de la enseñanza de la Iglesia.

Durante las primeras etapas del Sínodo 2021-2024, los activistas y teólogos católicos progresistas presentaron repetidamente el Sínodo como una oportunidad para marcar el comienzo de cambios importantes. Los organizadores del Sínodo y sus socios de comunicación tendieron a no corregir estas narrativas, mientras que etiquetaron a quienes plantearon preocupaciones sobre esta versión de la sinodalidad como movidos por el miedo.

En un ejemplo notable de creación de expectativas dramáticas, la Hermana Nathalie Becquart, subsecretaria de la Secretaría del Sínodo, repetía con frecuencia la afirmación de que el Sínodo de la Sinodalidad “es el acontecimiento eclesial más importante después del Concilio Vaticano II”.

Esa afirmación sobre su importancia ya la había hecho en 2021 el teólogo progresista Massimo Faggioli, quien ha dicho que es una “hipocresía” que la Iglesia no tenga diaconisas, y la Hermana Nathalie lo repitió en artículos y presentaciones a lo largo de 2022.

En otras ocasiones, los organizadores del Sínodo han hablado del proceso como una consulta representativa del Pueblo de Dios, capaz de medir el “sentir de los fieles”, a pesar de que en varios países menos del 1% de los católicos participaron en las sesiones de escucha.

Desde entonces, los organizadores del Sínodo han intentado reducir las expectativas grandilocuentes, pero las esperanzas de que el evento produzca cambios dramáticos han persistido.

Como señaló Andrea Gagliarducci en las páginas del National Catholic Register al comienzo de la sesión final del Sínodo, el verdadero desafío al que se enfrentan los organizadores este mes será “cómo gestionar las expectativas de aquellos que esperan y presionan por cambios radicales”.

Incluso en octubre de 2023, Stephen White, de la Universidad Católica de América, señaló que “una estrategia de comunicaciones y marketing del Sínodo que promete novedad y presupone cambio” ya había hecho que algunos sintieran que les habían “vendido un producto ficticio”.

“Las expectativas para el Sínodo —expectativas tanto esperanzadoras como temerosas— han crecido tanto que es cada vez más difícil imaginar un resultado para el Sínodo que no deje a grandes partes de la Iglesia sintiéndose engañadas”, escribió White en ese momento.

Tal vez anticipando el descontento de algunos con la dirección que parece estar tomando el Sínodo, el neocardenal Timothy Radcliffe dio una reflexión el 21 de octubre a la asamblea, llamando a todos a tener “libertad interior” frente a un resultado posiblemente insatisfactorio.

“Es posible que nos sintamos decepcionados con las decisiones del Sínodo”, dijo el guía espiritual del Sínodo designado por el Papa. “Algunos de nosotros las consideraremos desacertadas o incluso equivocadas”.

El P. Radcliffe agregó que “la providencia de Dios está obrando suave y silenciosamente”, incluso cuando las cosas parecen desviarse.

El ex maestro de la orden dominica, a quien el Papa Francisco creará cardenal el 7 de diciembre, siguió esta reflexión con comentarios en una conferencia de prensa que desalentaron a quienes leerán el próximo documento final a buscar grandes cambios.

“Creo que tal vez la tentación de muchas personas, incluida la prensa, es buscar decisiones sorprendentes, titulares”, dijo. “Pero creo que eso es un error. Porque creo que el Sínodo es de una profunda renovación de la Iglesia en una situación nueva”.

Sin embargo, Davis en America cuestionó esta orientación después de años de que los organizadores del Sínodo intentaran promover el evento como un cambio sísmico.

“Al final de un proceso de varios años que ha pedido a toda la Iglesia y más allá que contribuya con tiempo y recursos”, escribió, “¿es realmente demasiado pedir un titular o dos?”.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.