¡Buon pranzo e arrivederci!”; basta con escuchar esta frase con la que el Papa Francisco se despide de los fieles al término del Ángelus de cada domingo para intuir la importancia que otorga a la comida. 

Son varias ocasiones las que el Santo Padre ha hecho referencia a la comida en tono de humor. Durante una rueda de prensa volviendo de uno de sus Viajes Apostólicos, mencionó a modo de broma que su próximo destino dependería de la gastronomía del país. 

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Siempre con una sonrisa, al dirigirse a los periodistas que le acompañan en sus viajes por el mundo, suele desearles también un buen almuerzo. En su regreso de la ciudad de Budapest el año pasado, rió mientras sugería en tono irónico que no estaba seguro de si en el avión habría una cena “o una cosa para engañar el estómago”.

En aquella ocasión, también aseguró que solamente había entendido dos palabras del idioma húngaro: gulasch (plato típico de Hungría elaborado principalmente con carne, cebollas, pimiento y pimentón) y tokaj (vino característico del país).

Ya se ha convertido casi en una tradición que detenga el papamóvil en la Plaza de San Pedro cuando algún peregrino le ofrece una de las bebidas con las que más disfruta, el mate. Y la “chipa”, comida tradicional en algunos países de América Latina hecha a base de almidón de mandioca y queso, es también uno de los alimentos que más complacen al Papa Francisco. “¿Dónde está la chipa?”, preguntó durante un encuentro con paraguayos en San Pedro.

En su viaje a Luxemburgo se detuvo por “sorpresa” en una cafetería, ha llegado incluso a invitar al Vaticano al dueño de su heladería favorita, Padrón, y sabemos que sus dulces predilectos son los alfajores argentinos de la marca El Nazareno. En el libro The Vatican Cookbook, publicado en 2014, el Santo Padre hizo referencia también a otras recetas como las empanadas de carne o la pizza de mozzarella con fainá.

Su aprecio por la comida es tan notorio, que los dirigentes o prelados que le visitan en el Vaticano suelen traer consigo regalos que se puedan degustar. Pero sin duda, su plato favorito, el cual pudo disfrutar junto a su familia, en ocasión del cumpleaños 90 de su prima Daniela di Tiglione, es la llamada Bagna Calda muy conocido en la zona italiana del Piamonte que suele prepararse con anchoas, aceite y ajo y utilizarse como salsa para las verduras.

Sin embargo, el placer y disfrute no es la única razón por la que el Santo Padre ha ensalzado el valor de la comida y la alimentación. A lo largo de su Pontificado, le ha conferido también un enfoque pastoral y evidenciado su significado espiritual.

Sin ir más lejos, en su reciente encíclica Dilexit Nos, recuerda que cuando era niño, para carnaval, “la abuela nos hacía galletas, y era una masa muy liviana, era liviana esa masa que hacía”. 

“Luego la ponía en el aceite y la masa se inflaba, se inflaba y cuando la comíamos estaba  hueca. Esas galletas en el dialecto se llamaban ‘mentiras’. Y era precisamente la abuela quien nos explicaba la razón de ello: ‘Estas galletas son como las mentiras, parecen grandes, pero no tienen nada dentro, no hay nada verdadero allí; no hay nada de sustancia’”.

En el mismo documento afirma que “lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta”. 

“Pienso en el uso del tenedor para sellar los bordes de esas empanadillas caseras que  hacemos con nuestras madres o abuelas. Es ese momento de aprendiz de cocinero, a medio camino entre el juego y la adultez, donde se asume la responsabilidad del trabajo para ayudar al otro”, escribe el Santo Padre. 

El teólogo y obispo italiano Mons. Bruno Forte explicó que esta encíclica “nos ofrece la clave para entender todo el Magisterio” del Papa Francisco. De este modo, no podía entonces faltar alguna referencia a la comida.

Para el Santo Padre, la alimentación es además un elemento clave de la dignidad humana. Son reiteradas las veces en las que ha abogado por un reparto justo de los alimentos. De hecho, ha llegado a advertir que despreciar comida “es arrancársela de las manos” a los pobres.

Con ellos, los más necesitados, comparte cada año durante la Jornada Mundial de los Pobres un festín en el Vaticano. Incluso por Roma corría el rumor que algunas noches, hace años, repartía vestido de incógnito alimentos a los sin techo que encontraba en los alrededores de San Pedro.

Para el Santo Padre, la comida también alberga un significado de fraternidad, incluso de amor. En su homilía en la Jornada Mundial de la Familia de 2015 en Filadelfia, el Santo Padre señaló que “la fe abre la ventana a la presencia actuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos”.

“Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo, de hermanos. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar”. 

No obstante, la enseñanza fundamental del Santo Padre en relación a la comida es aquella que hace referencia al alimento esencial, el Cuerpo de Cristo: “Quien recibe con fe el Cuerpo y la Sangre de Cristo no solo come, sino que es saciado”, dijo tras el rezo del Ángelus en junio de 2022.

“Comer y ser saciados: se trata de necesidades fundamentales que en la Eucaristía son respondidas”, afirmó.