Fernando Gutiérrez ha emprendido una peregrinación a pie desde Santo Toribio de Liébana en España, donde se conserva el mayor lignum crucis, hasta Belén, el lugar donde nació Jesucristo: “El Señor no me quería llevar a la vida sin pasar por la cruz”.
El pasado 12 de octubre, este misionero laico español inició un camino de más de 5.000 kilómetros en el que pasará, entre otros lugares, por Lourdes (Francia), Roma y Asís (Italia), Eslovenia, Croacia, Medjugorje (Bosnia y Herzegovina), Albania (la patria natal de Santa Teresa de Calcuta), Bulgaria, Turquía, Siria, Jordania e Israel, hasta llegar a Belén de Judá, donde nació Jesucristo.
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Pero su peregrinar vital ha recorrido muchas etapas. Criado en una familia católica, se alejó de Dios en la adolescencia y la juventud. Instalado como periodista en la ciudad española de Melilla (África) se despertó una vocación intrépida, la de reportero de guerra.
“Yo es que soy un poco inconsciente. Soy de esas personas que hasta que no ve los misiles cerca, no sabe lo peligrosos que son”, explica a ACI Prensa por teléfono, mientras hace un alto en el camino en las costas cantábricas españolas.
También surgió, cada vez con mayor insistencia, una pregunta a Dios por el significado del sufrimiento que veía ante sus ojos. A los 30 años, tras una confesión, se fue a Calcuta, con las Misioneras de la Caridad.
Allí ingresó en el seminario de los Misioneros de la Caridad. Tras cuatro años, lo dejó todo para ir a Nairobi (Kenia) en el año 2019. “Fue un discernimiento de muchos meses que fue duro. Yo decía: ‘Dime cuándo, yo estoy listo’. Ahí es cuando fui interiorizando que el maestro era Él y que yo tenía que ir un paso por detrás y frenar un poco”, detalla.
Sus estancias en la India le han dejado un poso indeleble: “En las calles de Calcuta es donde más feliz he sido y donde más me he encontrado también con el rostro del Señor, en las heridas visibles de los pobres”.
“En recoger gente moribunda de la calle en que se te muriera alguno casi en brazos, ahí es donde más he sentido de cerca que era el Señor el que tenía en brazos”, recuerda.
“En enero de 2022 empecé a ayudar a niñas embarazadas en un vertedero, en un slang". Aquello se convirtió en un hogar que cristalizó en la Misión de los Hijos de María, donde desarrolla un apostolado de defensa y cuidado de la vida humana.
“El Señor quiso que empezara en Kenia, donde siendo el aborto ilegal, hay los mismos que en España”, unos 100.000 al año, explica.
Y es que el apostolado provida está muy dentro del corazón de Fernando. Desde que volvió a Dios, Fernando hizo un pacto: “Yo te entrego mi vida y Tu me llevarás a darla por los niños”. Por eso peregrina a Belén, “porque es ahí donde nació el bebé más importante”, subraya.
El pasado mes de agosto, llegó a España desde Nairobi, donde su misión sigue adelante, con la intención de ir a pie hasta Belén. Y fue precisamente recorriendo el Camino Lebaniego, hacia el monasterio de Santo Toribio (uno de los cinco lugares santos de la Iglesia Católica junto a Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela y Caravaca de la Cruz), donde descubrió dónde debía comenzar su nuevo peregrinar.
En ese camino, en el que iba acompañado por varias personas entre las que se encontraba Carlota Valenzuela, joven española que peregrinó desde Finisterre, cerca de la tumba del Apóstol Santiago en España, a Jerusalén en 2022.
En esos días vino a su corazón la idea: “¿Por qué no lo hago peregrinando de la cruz a la vida?”.
Una peregrinación confiada a la Providencia
Este peregrinar “está encomendado a la Provincia desde el principio”, comenta Fernando, que ha visto cómo la generosidad de tantos se desbordaba para equiparse. Incluso le regalaron “un boli que pone ‘la vida nace en Belén’”, cuenta a modo de anécdota.
Este es un estilo que aprendió esencialmente de la fundadora de las Misioneras de la Caridad: “La misión en Kenia está sostenida totalmente por la providencia porque vengo de formarme con Madre Teresa, que es una maestra de Providencia. Eso es de lo poco en lo que la puedo intentar imitar, lo demás me queda grande”, confiesa con humildad.
Más allá de lo imprescindible para andar y algo de ropa, Fernando lleva un teléfono, que le permite comunicarse y compartir su camino a través de su cuenta en Instagram, @peregrinoaBelen. La tarjeta bancaria la ha dejado en casa.
“Si Dios quiere, me irán acogiendo, pero tengo que crecer mucho en confianza”, comparte Fernando, quien espera crecer en esta virtud a lo largo del camino hasta llegar a Asís: “Ahí pienso dar un paso más en la entrega total”.
Lo que no puede faltar en su mochila es la encíclica Evangelium vitae de San Juan Pablo II “para entender la misión por la vida en la que estoy embarcado” y una Imitación de Cristo.
“Poner a Dios en el centro, centro, centro de mi vida”
El viaje físico al que se enfrenta Fernando es, sobre todo, un peregrinar espiritual interior. En un reciente encuentro, el Obispo de Getafe (España), Mons. Ginés García Beltrán le hizo una pregunta: “¿Qué hay en tu corazón?”.
Fernando espera, basado en la experiencia de su amiga Carlota Valenzuela, descubrir que Dios le “saca” del mundo para decir: “Vente conmigo a caminar juntos”. De esta manera, confía en “poner a Dios en el centro, centro, centro de mi vida y que sólo sea él el que me marque mi vida”.
“Espero vivir una experiencia que ya está siendo preciosa en esa soledad, de muchas horas caminando solo con el Señor. Y voy buscando respuestas a la misión que el Señor me ha encomendado, a ver qué me dice. A lo mejor cuando llegue a Belén me dice que me dé la vuelta y que me vaya a Kenia”, explica con sencillez.
Tal vez la clave de esta aventura espiritual se la ofreció un ermitaño al que conoció hace unas semanas: “El destino no es Belén, el destino es el cielo”.