El Papa Francisco reflexionó en la Audiencia General sobre los dones que el Espíritu Santo concede a los cónyuges que lo invocan, haciendo de su unión un matrimonio “construido sobre roca”.

Ante los fieles que le escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre hizo referencia a la doctrina de San Agustín, quien partió de la revelación de que “Dios es amor” y enseñó cómo el Espíritu Santo “ilumina especialmente el sacramento del matrimonio”.

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A continuación, el Papa Francisco indicó que “el Padre es, en la Trinidad, el que ama, la fuente y el principio de todo; el Hijo es el que es  amado, y el Espíritu Santo es el amor que los une”.

De este modo,  precisó que el Dios de los cristianos es un Dios “único”, pero no solitario; la suya es una unidad de comunión y de amor. 

En esta línea, explicó que algunos han propuesto llamar al Espíritu Santo no la “tercera persona” singular de la Trinidad, sino más bien “la  primera persona plural”. 

“Él es, en otras palabras, el Nosotros divino del Padre y del Hijo, el vínculo de unidad entre personas diferentes personas, el principio mismo de la unidad de la Iglesia, que es  exactamente un ‘solo cuerpo’ resultante de una multitud de personas”.

El Pontífice explicó aquello que el Espíritu Santo tiene que decir a la familia. “¿Qué tiene que ver el Espíritu Santo con el matrimonio? Muchísimo, quizá lo esencial”, señaló. 

En primer lugar, recordó que el matrimonio cristiano “es el sacramento del hacerse don, el uno para el otro, del hombre y la mujer”. 

La pareja humana es, por tanto, “la primera y más básica  realización de la comunión de amor que es la Trinidad”, dijo el Papa Francisco.

“Los cónyuges también deben formar una primera persona del plural, un ‘nosotros’. Estar el uno  ante el otro como un ‘yo’ y un ‘tú’, y estar ante el resto del mundo, incluidos los hijos, como un  ‘nosotros’. Qué hermoso es oír a una madre decir a sus hijos: ‘Tu padre y yo…’”, añadió.

“¡Cuánto necesitan los hijos esta unidad de  los padres y cuánto sufren cuando falta! Cuánto sufren los hijos de los padres que se separan, cuánto sufren”, lamentó el Papa Francisco. 

También remarcó que, para responder a esta vocación, “el matrimonio necesita el apoyo de Aquel que es el Don, o, mejor  dicho, el que se dona por excelencia”. 

Allí donde entra el Espíritu Santo, continuó el Pontífice, “renace la capacidad de entregarse.  Algunos Padres de la Iglesia latina afirmaron que, siendo don recíproco del Padre y del Hijo en la Trinidad, el Espíritu Santo es también la razón de la alegría que reina entre ellos”.

Precisó también que esta unidad no es un objetivo fácil, “y menos en el mundo actual; pero ésta es la verdad de las cosas tal y como el Creador las concibió y, por tanto, está en su naturaleza”. 

“Por supuesto,  puede parecer más fácil y rápido construir sobre arena que sobre roca; las consecuencias de los matrimonios construidos sobre arena están, lamentablemente, a la vista de todos, y son sobre todo los hijos quienes pagan el precio”, señaló.

Profundizar en la preparación espiritual

El Espíritu Santo, según el Santo Padre, “es quien sigue realizando, en el plano espiritual”, el milagro que Jesús realizó en las Bodas de Caná, es decir, “cambiar el agua de la costumbre en una nueva alegría de estar juntos”. 

“No es una ilusión piadosa: es lo que el Espíritu  Santo ha hecho en tantos matrimonios, cuando los esposos se decidieron a invocarlo”, puntualizó. 

“No estaría mal, por tanto, si, junto a la información de orden jurídico, psicológico y moral que se da en la preparación de los novios al matrimonio, se profundizara en esta preparación espiritual”, propuso el Papa Francisco.