“No te vuelvas loco. Si me quieres conocer, yo vivo con los demás. Mi rostro es el de las personas. Si me buscas, búscame en la gente”; esto fue lo que percibió Enrique “Kike” Figaredo —conocido como el “obispo de las sillas de ruedas”— cuando, con tan sólo 16 años, rogaba a Dios para que le iluminase y descubrir así su vocación.

"El obispo de las sillas de ruedas". Crédito: cortesía
"El obispo de las sillas de ruedas". Crédito: cortesía

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Desde aquella “especial iluminación” durante un Jueves Santo en el monasterio de Taizé, cuando andaba “buscando a Jesús como un loco”, todo cambió. El ahora sacerdote jesuita y Prefecto Apostólico de Battambang (Camboya) relata a ACI Prensa el testimonio de una vida entregada a los más necesitados.

Kike Figaredo empuja a una niña en silla de ruedas junto a otros niños. Crédito: cortesía
Kike Figaredo empuja a una niña en silla de ruedas junto a otros niños. Crédito: cortesía

“Aquel día empecé a ‘ver’, salí de aquella oración iluminado, o sea, feliz. Empecé a ver a la gente diferente, ya no los veía como extraños y sentía que me iban a hablar de Dios”.

Lo que Kike aún no sabía es que su alma de misionero le llevaría muy lejos de su hogar en Gijón (España), hasta un país del sudeste asiático que apenas sabía colocar en el mapa: Camboya.

Imagen de los primeros años del P. Kike en Camboya con uno de los niños mutilados. Crédito: cortesía
Imagen de los primeros años del P. Kike en Camboya con uno de los niños mutilados. Crédito: cortesía

Tras ordenarse sacerdote, llegó por medio del Servicio Jesuita de Refugiados al campo de refugiados camboyanos en Tailandia, y posteriormente se trasladó a la ciudad camboyana de Battambang. 

El P. Figaredo consagró su vida a cuidar de los discapacitados, especialmente de los mutilados por las explosiones de las minas antipersona, herencia del genocidio perpetrado en los años 70 por las tropas del Partido Comunista de Kampuchea, más conocido como Jemer Rojo, cuyas secuelas aún se sienten en la sociedad.

Fotografía del P. Figaredo con un niño discapacitado en brazos. Crédito: cortesía
Fotografía del P. Figaredo con un niño discapacitado en brazos. Crédito: cortesía

De aquel primer día de su nueva vida, hace ya más de 40 años, recuerda con claridad haber visto “el rostro de Dios en los niños” y cómo el miedo que sentía al llegar “se transformó en paz” al contemplar la alegría de los niños que jugaban “felices, sonrientes, descalzos. Allí había vida, allí estaba Dios”. 

También describe, como si el tiempo no hubiera pasado, al encargado del lugar, al que le faltaba un ojo y una pierna. “Me dijo que todo lo que necesitaran, me lo pedirían. Desde aquella tarde ya nunca más tuve miedo, el Señor me pedía que me fiara de Él por medio del lenguaje de la fe”.

Niños juegan con sus sillas de ruedas en Camboya. Crédito: cortesía
Niños juegan con sus sillas de ruedas en Camboya. Crédito: cortesía

“Kike” Figaredo comenta a ACI Prensa que estas personas no son “discapacitados”, sino personas con “capacidades diferentes”. Sin embargo, precisa que “tienen necesidades especiales” y que su cuidado es esencial.

Rezar más y pensar menos

En un país mayoritariamente budista, los católicos solamente son “insignificantes” en número, pero están muy presentes en la vida social y religiosa. De la fe de aquellos que evangeliza, destaca sobre todo su sencillez y profunda espiritualidad, “influenciada por los aspectos que proceden de la cultura budista”.

Niños camboyanos en la misión del P. Figaredo. Crédito: cortesía
Niños camboyanos en la misión del P. Figaredo. Crédito: cortesía

“Nosotros venimos de una sociedad más funcional, donde buscamos resultados. Ellos saben disfrutar de la presencia de Dios en el silencio, porque creen que la realidad está habitada por Dios, y eso es muy bonito”, añade.

"Rezar más y pensar menos", el lema del misionero español. Crédito: cortesía
"Rezar más y pensar menos", el lema del misionero español. Crédito: cortesía

Aunque, precisa, “el problema en Camboya es que creen en demasiados espíritus, también en los malignos que pueden dominar a la gente. Por eso mi lema es ‘rezar más y pensar menos’”.

"Saben disfrutar de la presencia de Dios en silencio". Crédito: cortesía
"Saben disfrutar de la presencia de Dios en silencio". Crédito: cortesía

Ayuda física y espiritual

El misionero asturiano destaca la importancia de ayudar físicamente a estas personas aunque, asegura, “lo decisivo es tocar el corazón… cuando tocas su corazón con la fe, ahí hay un cambio”.

"Cuando tocas su corazón con la fe, ahí hay un cambio". Crédito: cortesía
"Cuando tocas su corazón con la fe, ahí hay un cambio". Crédito: cortesía

De la fe católica, destaca dos elementos que ayudan especialmente a la conversión. Por un lado, la Pasión y Resurrección. “Tenemos Pasión, pero no es la última palabra. Después de la Pasión hay Resurrección y eso les ayuda muchísimo”.

Por otro lado, que el Espíritu del Señor “es liberador, nos hace libres”. Esto, para el Prefecto Apostólico, “tiene una fuerza impresionante. Y hay semillas de fe ya en la gente. Cuando les decimos estas cosas, el Espíritu Santo está trabajando”.

"El Espíritu Santo está trabajando". Crédito: cortesía
"El Espíritu Santo está trabajando". Crédito: cortesía

La conversión de Vary

No puede evitar emocionarse al recordar la conversión de Vary, una niña camboyana que pertenecía a una familia y a un contexto “extremadamente budista”, pero que sin embargo acudía a catequesis y rezaba junto a los misioneros. 

Un día, acudió a la Virgen con una petición especial: que la directora del centro de discapacitados pudiera quedarse embarazada después de un largo tiempo intentándolo. 

“En tres días, estaba embarazada. Entonces, esta niña se bautizó con el nombre de Catalina y ahora es catequista. Ella fue a rezar con fe, buscando una muestra de Dios y se comprometió con Él”.

Cuenta también que a la nueva criatura le pusieron de nombre de Karuna, que significa “compasión”, ya que “nació por un acto de compasión de la Virgen”.

Sus proyectos en favor de los necesitados

Con el paso de los años, impulsó diferentes proyectos de acción con los discapacitados, empezando —de la mano de la ONG Sauce— “por lo urgente” y creciendo poco a poco con iniciativas de desarrollo, educación e integración social de las personas más desfavorecidas. 

En 1991 fundó en Phnom Penh una escuela para niños mutilados, donde además construyen sillas de ruedas de madera conocidas como Mekong, en alusión al río que cruza Camboya y otros cinco países asiáticos y es uno de los más largos del mundo. Aquí acogen a niños vulnerables de la calle, huérfanos y discapacitados.  En Battambang se encuentra además el Centro Arrupe, donde se desarrollan diferentes proyectos de educación para niños y formación de adultos. 

Cuentan también con una extensión de agricultura y ganadería, el restaurante The Lonely Tree Café, una cafetería, un hotel, un centro textil donde realizan los Kromas —el pañuelo tradicional camboyano— y con la marca Mutitaa, donde venden prendas que pueden adquirirse por internet desde España. Todos estos son, según el obispo español, “pequeños modelos de integración social”.

Una de las encargadas del taller textil. Crédito: cortesía
Una de las encargadas del taller textil. Crédito: cortesía

A la misión acuden cada año voluntarios de diferentes países. Muchos llegan para ayudar durante el verano y los adultos suelen quedarse más tiempo, alrededor de un año. Luego, hay otros que acuden solamente por unos meses y finalmente terminan por quedarse, porque esta gente tiene algo que “te atrapa”.

Una llamada a la conversión personal

Desde inicios de este mes de octubre, el P. Figaredo se encuentra en Roma para participar en el Sínodo de la Sinodalidad, donde ha tenido la oportunidad de que muchos “aprendan a señalar a Camboya en el mapa”.

Han aprendido a señalar Camboya en el mapa. Crédito: cortesía
Han aprendido a señalar Camboya en el mapa. Crédito: cortesía

También expresó a ACI Prensa su deseo de que el proceso sinodal “haga cambios de verdad”. Según el jesuita, el Sínodo “nos está llamando a la conversión pastoral” y, sobre todo, “conversión personal”. 

Precisa que esta conversión requiere además poner al Espíritu Santo en el centro, “y no a uno mismo”, para poder también “salir en misión”. Remarca asimismo que la Iglesia “no se puede definir por las instituciones” y que en este proceso es esencial “la escucha”.

“El día en que sepamos todos poner la Misericordia de Dios en el centro, veremos que lo que define la Iglesia sinodal es la Trinidad, la relación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hasta que no tengamos ese modelo metido dentro del corazón, no habrá Iglesia sinodal”. 

De este modo, señala que Jesús “habló del Reino de Dios y habló de la misión, y luego vino la Iglesia”. 

"Habló de la misión, y luego vino la Iglesia". Crédito: cortesía
"Habló de la misión, y luego vino la Iglesia". Crédito: cortesía

“Si tenemos todas estas conversiones, pasando por la conversión personal, conversión de las relaciones, y conversión hacia la Trinidad, entonces creo que habrá un antes y un después”, añade

También se refirió a este evento como “un cambio de paradigma”, donde se pasa de “lo estático a lo dinámico”. “La Iglesia es un pueblo que camina y hay que acompañarla. Y esto no se va a cambiar en un día, necesitamos tiempo, para pensar más en las iglesias y menos en las instituciones, que son un apoyo, pero no la identidad de la Iglesia. La identidad es la misión inspirada en la Trinidad”.

Un regalo especial para el Papa Francisco

El misionero ha viajado hasta la Ciudad Eterna con un regalo especial para el Santo Padre: una silla de ruedas Mekong, caracterizada por tener tres ruedas y fabricada con madera. “El Papa ya sabe que tiene una silla de ruedas esperándole”, comenta. 

Niños en sillas de rueda "Mekong". Crédito: cortesía
Niños en sillas de rueda "Mekong". Crédito: cortesía

Sin embargo, precisa que este regalo está cargado de significado. “Esta silla de ruedas está inventada en Camboya, está hecha con materiales locales y las ruedas son de goma de bicicleta, pensada especialmente para el campo, no para la ciudad”.

“Creo que es muy bonito que el Papa Francisco se siente en una silla hecha por personas discapacitadas, que han sobrevivido a la guerra y que han hecho sillas de ruedas para otros discapacitados”. 

Sillas hechos por discapacitados, para otros como ellos. Crédito: cortesía
Sillas hechos por discapacitados, para otros como ellos. Crédito: cortesía

A modo de conclusión, confiesa a ACI Prensa su deseo: “Que el Papa se siente en esta silla y que desde ahí predique por la paz. Es una persona con discapacidad, puesto que desde hace un tiempo no puede caminar con facilidad, y es el gran líder del mundo para la paz. Que se siente en la silla de ruedas de los discapacitados y predique desde allí, tiene un gran significado”.