Giuseppe Allamano animaba siempre a los Misioneros de la Consolata, el instituto que fundó en 1901, a ser “extremadamente santos”. Con motivo de su canonización, el actual Superior General, P. James Bhola Lengarin, explicó a ACI Prensa de qué manera todos los católicos pueden ser fieles a este legado y alcanzar la santidad.

Allamano salió solo una vez en su vida de la ciudad italiana de Turín. Fue con destino a Roma para solicitar a la Santa Sede el registro del instituto Misioneros de la Consolata. Un siglo después, sus misioneros y misioneras acercan el Evangelio y la Palabra de Dios en 40 países.

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¿Cómo ser santos hoy?

Cerca de 1.300 misioneros de todos los rincones del mundo viajaron hasta Roma para ser testigos de la ceremonia en la que el Papa Francisco elevará a los altares a su fundador. 

Uno de ellos es el sacerdote keniano James Bhola, décimo Superior General en la historia del Instituto Misiones Consolata, quien explicó a ACI Prensa lo necesario para vivir la santidad hoy. 

P. James Bhola, Superior General de los Misioneros de la Consolata en Roma. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News
P. James Bhola, Superior General de los Misioneros de la Consolata en Roma. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News

En aquel tiempo, a inicios del siglo XX, la santidad era, según el misionero, “fácil de seguir, porque había reglas”.

Sin embargo, ahora que “no hay tantas reglas” y que cada uno “vive como quiere”, dice, este modo de vida se convierte en una meta aún más difícil de alcanzar.

La santidad es vivir la esperanza de saber que hay un Dios que me ama, ser conscientes de que hay un Dios que debo servir y que está dentro de mí”, expresó el sacerdote.

Una vez descubierta esta “belleza”, la cual cada uno lleva en su interior, “debe ser compartida con otros y llevada hasta los demás con fidelidad”.

 “Hay que ir siempre hacia los demás, ayudarles a ver lo positivo y reconocerlos como personas que atraviesan el mismo camino que todos recorremos”, añadió.

Satisfacerse con lo que se tiene 

Para el P. Lengarin, también es necesario “estar satisfechos” con lo que uno tiene. “Ahora estamos acostumbrados a acumular cosas, pero eso no es la vida, la vida es hacer el bien con lo poco que tenemos. Giuseppe Allamano no es santo sólo por sus milagros, sino porque hizo el bien, y esto significa convertirse en santo hoy en día”.

También destacó que Allamano fue un “instrumento de Dios”, que ha enseñado que lo importante es “dejarse enamorar de la Palabra de Dios”, un enamoramiento “que cambia y transforma a la persona”.

Esta transformación, declaró a ACI Prensa, hace que uno dirija la mirada más allá, “hacia aquellos que no han tenido la oportunidad de conocer el Evangelio y saber así cómo ayudarles a caminar”. 

 Destacó que fue además un hombre que a pesar de no haber salido de Italia creía realmente “que los sacerdotes y también los laicos podían llevar la Palabra de Dios al mundo entero”.

“Esta es su gran enseñanza, que podemos hacer miles de cosas donde estamos, y más ahora con las tecnologías y la globalidad. Con un corazón justo, debemos hacer llegar a los demás aquello que crea la comunión entre la humanidad”, manifestó.

“Él verdaderamente acompaña”

Parte de esta gran familia es la Hna. Lucía Bartolomasi, superiora de la rama femenina de misioneras fundada también por el P. Giuseppe Allamano.

En Roma, la religiosa habló con ACI Prensa sobre sus 14 años como misionera en Mongolia. “Lo que he vivido allí, donde la gente no conoce a Jesucristo y el Evangelio, me ha tocado siempre el corazón. Ver cómo la gente se acercaba a preguntarnos por qué estábamos allí y ver cómo se acercaban para conocer a Jesucristo”.

Hna. Lucía Bartolomasi, Superiora General de las Misioneras de la Consolata en Roma. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News
Hna. Lucía Bartolomasi, Superiora General de las Misioneras de la Consolata en Roma. Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News

Recuerda especialmente una ocasión en la que una señora que vivía lejos de la misión caminó durante una hora a pesar del frío solamente para llegar hasta donde se encontraban los misioneros y “vivir la palabra de Dios”.

“Cuando le pregunté por qué había hecho este camino a pesar del frío, ella me contestó: ‘con una cosa tan bella, no podía no venir’. Uno se da cuenta que el Señor toca los corazones y que Él verdaderamente acompaña”, recordó emocionada.

 Destacó también que han sido muchos los retos a los que ha debido enfrentarse, pero que ha aprendido mucho de los habitantes. “La gente que es valiente, fuerte y determinada a pesar de que la situación puede ser difícil y precaria. Esta valentía siempre me ha enseñado mucho”.

Asimismo, afirmó que esta canonización es un regalo y un don, así como una oportunidad para “descubrir la belleza de este carisma, que es llevar el Evangelio a los pueblos que no han tenido la oportunidad de encontrar a Jesucristo, una oportunidad de vivir la santidad con su estilo sencillo, humilde y cercano a la gente”. 

Giuseppe Allamano siempre terminaba sus escritos con una petición: “valentía y a seguir adelante”. “Eso es lo que sentimos en nuestro corazón”, aseguró la Hna. Lucía.

  Un milagro en la selva amazónica

Profundamente influenciado por la espiritualidad de los Salesianos y de San Juan Bosco, quien fue su director espiritual, el sacerdote italiano llega a los altares después de que el Vaticano aprobara un milagro atribuido a su intercesión: la curación de un hombre que fue atacado por un jaguar en la selva amazónica de Brasil en 1996.

Se trata de Sorino Yanomami, que con el cráneo fracturado tras el ataque tuvo que aguantar ocho horas hasta que fue trasladado a un hospital. Durante su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos, un grupo de hermanas misioneras de la Consolata rezaron por él sin descanso con una reliquia de su fundador para pedir su intercesión.

También rezaron una novena al entonces beato Allamano para pedir por su curación. Al décimo día, Sorino Yanomami se despertó sin ningún daño neurológico y sin secuelas a largo plazo.