El delegado episcopal de liturgia de la Diócesis de Cartagena (España), P. Ramón Navarro, explica que la única excepción a la presentación del pan y el vino ante el altar en la Eucaristía es dinero u otros dones para los pobres o la Iglesia.
En el último número de la revista diocesana Nuestra Iglesia, el liturgista realiza un análisis sobre el momento de la preparación y presentación de los dones ante el altar que popularmente se conoce como “ofertorio”.
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En la última parte de su reflexión, el P. Navarro aborda la cuestión sobre los dones que se presentan ante el altar y que en ocasiones van más allá de la indicación escueta del pan y el vino que aparece en el Misal: “Solo. Exclusivamente. Nada más”, enfatiza.
El liturgista detalla que “solemos, especialmente en las Misas con niños o en las celebraciones, por ejemplo, patronales, añadir un montón de cosas que traemos al altar, dándoles un carácter ofertorial”.
Incluso, añade, se acompañan estos gestos con moniciones del tipo: “Junto con el pan y el vino te ofrecemos este objeto, que significa tal cosa”. Sin embargo, subraya que “eso no tiene sentido en ese momento de la celebración y desdibuja su finalidad”.
Al presentar u ofrecer otros objetos distintos de las especies eucarísticas, se corre el riesgo de que “este momento de la preparación de los dones gira en torno a nosotros, en vez de prepararnos y disponernos para lo que viene después”.
El P. Navarro explica que hay una excepción “plenamente justificada” que es la de recibir “dinero u otros dones para los pobres o para la Iglesia” que deberán ser colocados en un sitio apropiado “fuera de la mesa eucarística”, como se recoge en el número 73 de la Ordenación General del Misal Romano (OGMR).
El verdadero “ofertorio” de la Misa se encuentra en la Plegaria Eucarística
El P. Navarro recuerda que la OGMR especifica en su número 72 cómo “en la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua, es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos”.
Navarro destaca que “el lenguaje está muy cuidado. No aparece en ningún momento el verbo ‘ofrecer’. Los dones eucarísticos —el pan y el vino— se llevan al altar pero no se ofrecen”.
El motivo es que “en la Eucaristía la ofrenda no es el pan y el vino —¡Dios no los necesita!—, sino el Cuerpo y la Sangre de su Hijo, al que nosotros nos unimos en la ofrenda demuestra propia vida”.
El liturgista detalla que es en la Plegaria Eucarística cuando se realiza el ofertorio del “pan de vida y el cáliz de salvación” que luego vamos a recibir en la Comunión.
Por todo ello, concluye, “el momento de la preparación de los dones tiene su importancia, pero no hasta el punto de ser el momento central de la celebración”. Este es el motivo del título del artículo No nos adelantemos: “No convirtamos este momento en lo que no es, en lo que vendrá después. Aunque le llamemos ofertorio”.