El obispo brasileño Mons. Pedro Carlos Cipollini afirmó que para lograr los cambios planteados en el Sínodo de la Sinodalidad primero es necesario que se lleven a cabo tres tipos de conversión: pastoral, estructural y espiritual.
“Algo debe cambiar”, sostuvo el prelado ante los periodistas presentes en la sesión informativa ofrecida en la Oficina de Prensa del Vaticano este 17 de octubre.
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El actual Obispo de la Diócesis de Santo André, en São Paulo (Brasil), destacó que en el Sínodo existe un tema “transversal”, presente en todos los debates afrontados: la cuestión “de los cambios”.
Explicó que la palabra “cambio” en lenguaje bíblico se traduce como “conversión”, un término empleado en numerosas ocasiones en el Evangelio, especialmente en los llamados de Jesús.
En esta línea, Mons. Cipollini, quien fue presidente de la Comisión Pastoral Episcopal en Brasil para la Doctrina de la Fe, destacó tres tipos de conversión, indispensables para que “un cambio” —aunque sin especificar cual—, llegue a su término.
En primer lugar, habló de una “conversión pastoral”, es decir, “la forma de ejercer la misión y de evangelizar”. “La manera de evangelizar los medios de comunicación” y de “extender los lugares de la evangelización, ya que un territorio ya no es suficiente”, comentó.
Especialmente notorio fue su propuesta de una “conversión estructural”, la que definió como el “mayor desafío” del Sínodo.“Se trata de cambiar las estructuras, con la mirada puesta hacia el horizonte del Reino de Dios. No sólo la Iglesia ad intra” , precisó.
El tercer punto sería, según el prelado, una conversión “espiritual y sinodal”. Destacó asimismo la necesidad de contar con testimonios personales de vida que “motiven a las personas hacia la conversión”.
Reiteró que no se trata solamente “de un proceso racional, sino también emocional”, al tiempo que subrayó que es necesario “acoger lo nuevo y ofrecer lo que ya ha acontecido al Señor, siguiendo el camino que nos Enseña el Espíritu santo”.
Esta conversión, según el obispo brasileño, “es lenta, no es matemática ni automática” y tiene que ver “con la libertad de la persona”. Aseguró además que hay que contar con “el factor tiempo”, aunque se mostró esperanzado al ver que se está viviendo “un proceso de cambio”.
“No podemos verificar los resultados, no tenemos el poder para determinar el futuro. Pero tengo una gran esperanza, que forma parte de un proceso de conversión”, manifestó.
A pesar de que los temas más polémicos, como la ordenación de hombres casados o el acceso de las mujeres al diaconado, han sido apartados de los debates centrales del Sínodo, este proceso podría todavía cambiar la Iglesia Católica de diferentes maneras.
Una mayor presencia de las mujeres en puestos de liderazgo, la capacidad de las conferencias episcopales nacionales para tomar decisiones doctrinales o formas concretas en que las comunidades de la Iglesia puedan evaluar a sus líderes, pueden ser algunos de estos “cambios” a los que se ha referido el prelado brasileño.
Respecto al cambio estructural mencionado por Mons. Cipollini, cabe recordar que el P. Dario Vitali, coordinador de teólogos expertos, llegó a afirmar que el trabajo del Sínodo permitirá finalmente una “renovación” de las estructuras eclesiales.
Esta renovación se concreta en una “inversión de la pirámide” y propone un “estilo sinodal”, enmarcado en una Iglesia menos jerárquica, con un enfoque más “participativo e inclusivo” entre sus miembros, para fomentar así la toma de decisiones colectivas y la corresponsabilidad.