Una experta en la vida de la Beata Alejandrina María Da Costa, cuya fiesta se celebra el 13 de octubre, relata cómo fue que esta mística recibió los estigmas de Cristo hace 70 años y que fue el mismo Señor quien le explicó la razón de ese don.
La cooperadora salesiana María Rita Scrimieri indicó a ACI Prensa que “la beata Alejandrina María da Costa recibió los estigmas durante el éxtasis del 1 de octubre de 1954 y, a pedido suyo, permanecieron invisibles al ojo humano”.
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Scrimieri destacó que esto ocurrió un año antes de la muerte de la beata portuguesa, también cooperadora salesiana, lo que constituye “signo de su perfecta configuración a Jesús crucificado, víctima por amor”.
La experta relata que la beata Alejandrina escribió en su diario lo siguiente: “Jesús vino y, en un impulso de amor, me dio más fuerza y me habló así: ‘¡Ven, hija mía! Yo estoy contigo. El Cielo está contigo con toda su fuerza’. En ese momento, de la Llaga de su divino Corazón salió un destello tan grande con rayos tan luminosos que hizo resplandecer todo. Poco después, de todas sus llagas divinas salieron rayos que traspasaron mis pies y mis manos; de su cabeza sacrosanta salió hacia la mía un ‘sol’ que atravesó mi cerebro”.
Alejandrina refiere además que “sobre el primer destello y los rayos que salieron de su divino Corazón, Jesús me dijo muy claramente: ‘Hija mía, como Santa Margarita María (Alacoque), quiero que enciendas en el mundo este amor de mi divino Corazón tan apagado hoy, en el corazón de los hombres. Enciéndelo, enciéndelo’”.
Cuando la beata le pregunta a Jesús por qué recibía los estigmas y cómo ella iba a poder hacer eso cuando los hombres no lo aceptan de Él, Cristo le respondió: “¡Con tu dolor, hija mía! Sólo con el dolor las almas permanecen unidas a las fibras de tu alma y entonces y luego se dejarán incendiar los corazones en mi Amor. Deja que estos rayos de mis llagas divinas penetren en tus llagas ocultas, en tus llagas místicas. Deja que mi bálsamo las suavice, así como las espinas de tu cabeza. No vivas la vida del mundo, aunque estés en el mundo. Vive mi vida divina”.
¿Quién fue la Beata Alejandrina María da Costa?
La biografía del Vaticano señala que Alejandrina nació en Balasar, provincia de Oporto (Portugal) el 30 de marzo de 1904, y fue bautizada el 2 de abril siguiente, Sábado Santo. Fue enviada a Póvoa do Varzim para asistir a la escuela primaria que no había en Balasar. Hizo la Primera Comunión en 1911 y en 1912 recibió la Confirmación.
Volvió a Balasar y fue a vivir con su mamá y hermana en la localidad de Calvario, donde permanecería hasta su muerte en 1955. A los 12 años se enfermó, tal vez de tifoidea, y casi muere. Se recuperó pero no quedó bien.
A los 14 años tres hombres trataron de abusar de ella, su hermana y una amiga. Para protegerse no dudo en lanzarse por la ventana del taller de costura donde estaban, desde una altura de cuatro metros, lo que le hizo que finalmente quedara paralítica.
Rezaba para sanarse, pero entendió que debía ofrecer su sufrimiento.
A este tiempo, alrededor de 1925, se remontan sus primeras experiencias místicas y decide ser como la lámpara del Sagrario, para acompañar a Jesús.
Del 3 de octubre de 1938 al 24 de marzo de 1942, es decir en 182 ocasiones, vivió cada viernes los sufrimientos de la Pasión.
“Amar, sufrir, reparar” fue el programa que le indicó Cristo. Desde 1934, por mandato del sacerdote jesuita Mariano Pinho, que fue su director espiritual hasta 1941, Alejandrina escribió lo que Jesús le decía en sus experiencias místicas.
En 1936, por orden de Jesús, ella le pidió al Papa, a través del P. Pinho, la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María, lo que ocurrió el 31 de octubre de 1942.
Desde el 27 de marzo de 1942 Alejandrina dejó de alimentarse y vivió sólo de la Eucaristía, algo corroborado por médicos durante 40 días en 1943. En 1944 su nuevo director espiritual, el salesiano Humberto Pasquale, la animó a seguir con su diario.
A pesar de sus sufrimientos, seguía ayudando a los pobres y se preocupaba por el bien espiritual de los fieles y de muchos que recurrían a ella.
El 7 de enero de 1955 se le anunció que sería el año de su muerte. El 13 de octubre, aniversario del milagro del sol de la Virgen de Fátima, se la oyó exclamar: “Soy feliz porque voy al cielo”. Murió a las 7:30 p.m.
Fue beatificada por el Papa San Juan Pablo II el 25 de abril de 2004.