Las restauraciones finalizadas del baldaquino de bronce sobre el altar central de la Basílica de San Pedro, diseñado por Gian Lorenzo Bernini, serán inauguradas a fin de mes.
El baldaquino es una de las obras más emblemáticas de la basílica y está siendo restaurado por primera vez desde 1758. Será mostrado nuevamente al público el 27 de octubre, coincidiendo con la clausura del Sínodo de los Obispos y la Jornada Mundial de la Paz. Esta restauración se lleva a cabo en preparación para el Jubileo de la Esperanza, que atraerá a millones de peregrinos a Roma en 2025.
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Según el P. Enzo Fortunato, director de comunicación de la Basílica de San Pedro, el objetivo es que quienes visiten la basílica puedan experimentar la belleza y perfección de la obra de arte en todo su esplendor.
“Para que los peregrinos que acudan al Jubileo puedan disfrutar de esta explosión de color, de esta explosión de perfección, de la alegría que transmiten verdaderamente los monumentos”, afirmó el P. Fortunato a EWTN Noticias.
La restauración también tiene un significado más profundo para la Iglesia. El Cardenal Mauro Gambetti, archipreste de la Basílica de San Pedro y coordinador de las obras, expresó su esperanza de que este Año Jubilar impulse un cambio positivo en el mundo.
“La esperanza, diría yo, es que ocurra algo durante el jubileo, que ocurra algo que pueda tocar los corazones y así abrir una visión, un horizonte que pueda encaminar la historia de la humanidad en una dirección distinta”, señaló el cardenal en la entrevista.
La obra, que pesa más de 60 toneladas y alcanza los 30 metros de altura, es un símbolo central en la basílica. La restauración ha sido posible gracias a la generosa donación de los Caballeros de Colón, que aportaron más de 750.000 dólares al proyecto.
Según uno de los restauradores de la Fábrica de San Pedro, la principal intervención en la obra fue la limpieza del pan de oro que cubre la estructura de bronce, permitiendo que su brillo original resplandezca una vez más.
“El polvo, la acumulación de materiales de limpieza y la humedad habían creado una capa sobre el oro, impidiendo que se apreciara su brillo”, explicó el restaurador. Además, la ubicación del baldaquino, que le llevó nueve años a Bernini, tiene una importancia simbólica crucial, situado justo encima de la tumba del apóstol San Pedro.
Según Giorgio Capriotti, otro restaurador involucrado en el proyecto, “la ubicación no es casual, el lugar es absolutamente crucial”. “Estamos en el centro del zenit, la línea vertical que unifica la parte superior de la cúpula y la tumba de San Pedro, así que estamos exactamente en la misma línea vertical. Ellos eran absolutamente conscientes de la función simbólica de esta posición”, sostuvo.
El baldaquino, que fue encargado a Bernini por el Papa Urbano VIII en 1624, no es sólo una obra maestra del barroco, sino también una pieza fundamental en la estructura y espiritualidad de la Basílica de San Pedro. Debajo de él, en la cripta, descansan los restos de casi 150 pontífices, lo que añade aún más peso histórico y espiritual a este monumento.
El público podrá ver las columnas de bronce de 400 años de antigüedad del gran dosel por primera vez desde la restauración cuando el Papa Francisco presida la Misa de clausura del Sínodo sobre la Sinodalidad el 27 de octubre.
En ese momento se retirarán definitivamente los andamios que rodean el altar central desde hace ocho meses.