La influencer y aristócrata Ana Finat, descendiente de San Francisco de Borja, acaba de publicar el relato de su conversión, donde describe cómo pasó de la mundanidad y tener miedo a Dios a recuperar la libertad confiando en su misericordia.

En el libro Cuando conocí al Dios Amor. Cómo el amor de Cristo me libero de las cadenas del mundo Ana Finat aborda con generosidad la historia de su vida, muy alejada de la del común de los mortales por razones familiares, en especial durante su infancia, pero, al mismo tiempo, muy similar en cuanto a mundanidad y alejamiento de la fe como la mayoría de su generación.

Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram

Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:

“Cuando crecí me alejé de Dios, porque me molestaba y porque yo era rebelde”, reconoce en conversación con ACI Prensa. En ese tiempo vivió como tantos jóvenes de su generación: "Me fumé mis primeros cigarrillos, vi los primeros porros, íbamos mucho de botellón y pasaba más tiempo en la calle haciendo pellas que en el colegio", explica en el libro.

También vivió con cierto desorden la entrega sexual, lo que le llevó a vivir un embarazo inesperado a los 20 años. Más tarde, recurrió a técnicas de reproducción humana asistida contrarias al Magisterio de la Iglesia Católica.

Por fortuna, no cayó en la tentación del aborto: “Nunca me planteé abortar. El embarazo me dio angustia, sabía perfectamente que no iba a ser nada fácil, porque nuestra relación [con su entonces novio] no era buena, pero me hizo ilusión la vida que venía. Desde el principio, la acogí con mucha ilusión. Para mí fue un regalo, dentro de que yo sabía lo que se me venía encima, para empezar, porque yo también era muy inmadura”, expone.

“Lo único que te hace parar, porque de verdad te llena, es Cristo”

Así fue hasta que acudió a un Seminario de Vida en el Espíritu, un retiro de carácter carismático organizado en la Archidiócesis de Toledo, tras el que entregó sus redes sociales a Dios (actualmente cuenta con más de 30.000 seguidores en Instagram). En el libro afirma que, tras esa experiencia, “por fin era libre”.

Finat explica que, tras ese encuentro con el Espíritu Santo, comprendió que “abandonar todas tus preocupaciones, todas tus angustias y confiar en Dios da una libertad inmensa. Saber que hay alguien superior, que te está cuidando, que te quiere como un Padre, como el mejor padre, que no se separa de ti. Abandonarte también al Espíritu Santo, que el Espíritu Santo te lleva… todo eso da muchísima libertad”.

La influencer también se sintió liberada de la manera en que se miraba a sí misma: “Yo estaba totalmente metida en el mundo de ahora, en las redes sociales, con su vanagloria, su egoísmo…” y, apartada de Dios, reconoce que “hacía lo que me apetecía. Me daba igual. Estaba muy en la clave de yo. Soy yo primero y después todo lo demás”. 

Sin embargo, ese estilo mundano de vivir no colmaba sus aspiraciones más profundas: “Crees que te ha llenado, pero luego te das cuenta de que no. Al final, lo único que te hace parar, porque de verdad te llena, es Cristo”, detalla. 

Escribir su historia de conversión “da mucho vértigo”, reconoce, sobre todo por lo que implica hacia su marido y sus hijas y porque no es sencillo “contar las cosas con delicadeza, sin morbo”. Por fortuna, tras recibir el ofrecimiento de la editorial, Finat ha contado en todo momento con el acompañamiento del P. Santiago Arellano, sacerdote de la Archidiócesis de Toledo, que es también su director espiritual. 

Tampoco fue fácil cambiar de vida, porque sus más allegados “no entendían absolutamente nada” y, como consecuencia, “hubo muchos choques”. Sin embargo, con el paso del tiempo cambiaron las tornas: “Cuando ellos van viendo que todo lo que estás viviendo te está llevando a ser mejor con ellos, a quererles más, a hacerles mejor, a vivir más para ellos, y el cambio es bueno, es absurdo que se enfrenten, porque es todo para su bien. Ahora ya están todos encantados”, comparte con una sonrisa.

También fue complicado cambiar la orientación de sus redes sociales, porque pensó que si comenzaba a hablar de Dios y no de los eventos a los que la invitaban o de determinadas marcas de ropa y cosméticos, perdería los seguidores. Así que se planteó salir de Instagram. 

Sin embargo, tras entregar sus redes sociales a Dios, decidió seguir adelante a pesar de los ataques que recibía “sobre todo cuando ponía cosas del aborto. Ahí la gente se ponía rabiosísima” o cuando habla de la eutanasia. También ha recibido apoyos, hasta el punto de que “he seguido creciendo en seguidores milagrosamente”, celebra Finat.

“Tenemos las mismas luchas” que San Francisco de Borja y Santa Teresa de Ávila

Desde su infancia, Ana Finat había oído en casa las historietas sobre la vinculación familiar con San Francisco de Borja, Santa Teresa de Ávila o San Luis Gonzaga. Muy en especial con el primero, que fue General de la Compañía de Jesús, cuyo hijo mayor, Juan, fue el primer conde de Mayalde, título que ostentan los padres de Ana. 

Tras su conversión, Ana ha ahondado en sus historias y expone que “aún en otra época, tenían las mismas luchas que tengo yo”. En particular, considera que Santa Teresa se sentiría atraída por “las conversaciones y las frivolidades con la alta sociedad de Ávila” y San Francisco de Borja se sentiría tentado por “el poder del mundo”. No en vano, fue virrey de Cataluña al servicio del emperador Carlos I de España.

A fin de cuentas, Ana Finat se siente “super identificada con ellos” y a estos santos se encomienda de manera especial. Al mismo tiempo, le supone un reto:  “Tener en la familia antepasados así te pone el listón muy alto. Por un lado, te sientes un horror, enano, pequeñísimo… Pero por otro lado también te suscita ganas de imitarles”.

Desde su conversión, Ana Finat, junto a su hermana Casilda, se ha involucrado en dos apostolados muy concretos: Pueblo de Alabanza, que fomenta las oraciones de alabanza y los Seminarios de Vida en el Espíritu y la Familia Anawim que procura acogida a personas necesitadas, ambas en la Archidiócesis de Toledo.