Ha pasado un año desde que Monica Biboso, católica filipina de 36 años que ha trabajado en Israel durante más de 10 años, fue despertada repentinamente por el ruido de bombas y disparos en el kibutz Be’eri, cerca de la frontera con Gaza.
En diálogo con CNA —agencia en inglés de EWTN News—, los ojos de Biboso se humedecieron al recordar ese día. Los combatientes de Hamás rodearon la casa, rompieron las ventanas y prendieron fuego a la casa. Todavía tiene pesadillas y se sobresalta cada vez que alguien llama a la puerta de su habitación en el David Dead Sea Resort junto al Mar Muerto, donde ha estado desplazada durante el último año.
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Durante la masacre del 7 de octubre de 2023 en Israel, que se cobró la vida de casi 1.200 personas, 101 civiles fueron asesinados en Be’eri y 30 rehenes fueron llevados a Gaza, 11 de los cuales siguen en cautiverio.
Biboso no sólo sobrevivió, sino que también logró proteger a la anciana a la que cuidaba: Ester Rot, que tiene 81 años y demencia. Fueron las dos únicas sobrevivientes de su barrio.
“Nunca he dejado de rezar porque siempre he creído que Dios estaba allí”, dijo Biboso, católica, a CNA. “Todo el tiempo oraba a Dios y le pedía que si había llegado mi hora, al menos protegería a mis hijos. Pero Dios no quiso llamarme todavía, y sobreviví”.
Biboso está casada con un compatriota suyo que conoció en Israel y que había regresado a Filipinas pocos días antes del 7 de octubre. La pareja tiene dos hijos, de 7 y 5 años, que están creciendo en Filipinas bajo el cuidado de la hermana de Biboso.
En las primeras horas de estar encerrada en la habitación segura de la casa, Biboso se mantuvo en contacto con su familia, sus colegas filipinos en el kibutz y los hijos de Rot, pero luego la batería de su teléfono celular se agotó.
“Cuando pude volver a encender mi teléfono, encontré mensajes de video de mis hijos, llorando, dando besos y diciéndome que me cuidara”, recordó.
Biboso, que estuvo encerrada en el refugio con Rot durante 16 horas, ha estado tratando de olvidar la experiencia, pero desde el principio estaba claro que nunca sería posible.
“Todo el tiempo llevo mi bolso con mis documentos y cosas importantes. Tengo miedo de volver a perderlos. Todas las noches, antes de irme a dormir, tengo que mirar afuera y cerrar la puerta con llave”.
Durante el último año, Biboso ha estado recibiendo terapia psicológica, que la está ayudando a lidiar con los recuerdos, el miedo, la angustia y las pesadillas, y a hablar sobre lo que pasó.
“Cuando escuché las sirenas, desperté a la señora Ester, la cambié y la vestí rápidamente. Le di su medicina y algo para ayudarla a dormir, y nos refugiamos en la habitación segura de la casa. Entendí que la situación era grave, ya que podía escuchar los disparos cada vez más cerca”, relató Biboso a CNA.
Las cámaras de vigilancia que los hijos de Rot habían instalado previamente en la casa mostraban a los militantes de Hamás yendo y viniendo hasta que lograron entrar en la casa.
“Durante todo el tiempo que estuve encerrada en el refugio, seguí orando y diciéndole a Dios: ‘Ayúdanos, sé que es imposible salvarnos, pero sé que tú puedes salvarnos’”.
Alrededor de las 11 de la mañana, los combatientes de Hamás irrumpieron en la casa haciendo estallar un agujero con explosivos.
“Tal vez Dios me escuchó porque no pudieron abrir la puerta del refugio. Estaba sosteniendo el mango desde adentro. Me dio una fuerza increíble”.
Luego prendieron fuego a la casa.
“Apenas podíamos respirar, hacía mucho calor. No teníamos agua, ni comida, ni nada. Pensé que íbamos a morir, pero seguí rezando”.
Cuando se le preguntó cómo pudo sobrevivir, Biboso dijo: “Dios me salvó. Nadie fue capaz de ayudarnos. Estaba débil, no podía respirar, mi cuerpo temblaba y estaba acostada en el suelo, pero seguí orando. Gracias a Él, sobreviví. Realmente lo creo. Estuvo conmigo todo el tiempo que estuve en el refugio. Podía sentirlo. Sin Dios, yo no estaría aquí”.
Biboso y Rot pasaron un día en el hospital, luego fueron trasladadas a un hotel en el Mar Muerto junto con los residentes sobrevivientes del kibutz Be’eri. Unos 10 de los colegas de Biboso estaban entre ellos. (Otras dos personas murieron en el ataque y cinco regresaron a Filipinas).
“Junto con mi esposo, decidimos que era mejor que me quedara, al menos por el momento. Nunca podría haber dejado a la Sra. Ester o permitir que terminara en un hogar de ancianos después de sobrevivir a todo esto. Es como una madre para mí”, dijo Biboso, quien perdió a su propia madre a los 16 años.
“No me siento una heroína porque salvé a la señora Ester”, agregó Biboso. “Haría cualquier cosa para salvarla. Simplemente la traté como a mi madre. Todos los hijos harían lo mismo”.
“Sabía que si quería tener alguna oportunidad de sanar y superar este trauma, sólo podía hacerlo aquí”, dijo. “En Israel, los psicólogos podrían ayudarme porque entienden el contexto”.
En última instancia, razones económicas también motivaron a Biboso a quedarse. Actualmente, su salario es el único ingreso estable para su familia, con la que pudo reunirse durante algunas semanas en abril.
La vida en el hotel sigue una rutina bastante regular. “Cuando nos levantamos, ayudo a la señora Ester con el desayuno, le doy un baño, la llevo a pasear y hago ejercicios. Después del almuerzo, descansamos. Cuando no puedo dormir, hago ganchillo. Me ayuda a relajarme”. A veces, las dos caminan junto al mar, nadan y pasan tiempo con amigos.
Cuatro meses después del 7 de octubre, Biboso visitó el kibutz Be’eri junto con los hijos de Rot. “Fue muy duro. No podía quedarme allí por mucho tiempo”. La casa quedó completamente destruida por las llamas.
“Todas mis cosas se quemaron, todo quedó reducido a cenizas”, relató Biboso, “pero mi rosario no se quemó. Lo encontré al lado de mi cama. Estaba un poco quemado, pero las cuentas estaban intactas, y la cruz seguía siendo una cruz. Mi esposo me lo dio y solía rezar con él todos los días antes de dormir. Sé que estoy a salvo gracias a eso”.
Hasta el día de hoy, todas las noches, Bibosa reza el rosario antes de acostarse. “En Filipinas, cuando mi madre vivía, todos los días a las 6 en punto rezábamos juntos el rosario antes de cenar. Yo seguí haciéndolo”.
Después del 7 de octubre, una monja que vivía en Tel Aviv llamaba a Biboso todos los días y rezaban juntas. “Ella me ha ayudado mucho. Si no puedo dormir, la llamo y rezamos juntos por teléfono”.
“La oración es una gran ayuda para mí en la curación, aligerando la carga en mi corazón y liberando mi mente de pensamientos negativos”, dijo Biboso.
Se espera que a mediados de octubre, Biboso y Rot se muden al kibutz Hatzerim, donde se han construido nuevas unidades de vivienda para los sobrevivientes de Be’eri.
“Primero, hay que tener fe en Dios y estar agradecida por todo”, dijo Biboso. “Sólo necesitas confiar en Él, y Él encontrará la manera de salvarte. Esta guerra también terminará gracias a Él. Él encontrará la manera de sacar algo bueno de todo esto”.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.