La segunda sesión del Sínodo de la Sinodalidad arrancó este miércoles con la intervención del Papa Francisco, quien explicó la razón por la que convocó a laicos como miembros de pleno derecho en el Sínodo, al tiempo que advirtió sobre dos peligros de esta inclusión.
Las mesas redondas volvieron a inundar el interior del Aula Pablo VI del Vaticano con motivo de la apertura del Sínodo, que tuvo lugar a las 16.00 horas, hora de Roma.
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En esta segunda etapa participan 368 miembros, de los cuales 272 son obispos y hay 96 laicos, consagradas, consagrados, diáconos y presbíteros.
Inclusividad en coherencia con el Concilio Vaticano II
Tras la Misa de esta mañana, el Santo Padre inauguró la primera congregación general, en la que explicó que la presencia de los miembros que no son obispos es en “coherencia con la comprensión del ejercicio del ministerio episcopal expresada por el Concilio Ecuménico Vaticano II”.
"El obispo, principio y fundamento visible de unidad de la Iglesia particular, no puede vivir su servicio si no en el Pueblo de Dios, con el Pueblo de Dios, precediendo, estando en medio, y siguiendo la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada”, dijo el Pontífice.
Dos “peligros”
Esta comprensión inclusiva del ministerio episcopal, según el Papa Francisco, “exige ser puesta de manifiesto y reconocida, evitando dos peligros”.
El primero, según el Papa, es “la abstracción que olvida la fértil concreción de los lugares y de las relaciones, y el valor de cada persona”.
El segundo, dijo, es el de “romper la comunión contraponiendo jerarquía a fieles laicos”.
En esta línea, reiteró que “no se trata de sustituir la una con los otros, agitados con el grito: ‘ahora nos toca a nosotros".
“Se nos pide más bien ejercitarnos juntos en un arte sinfónico, en una composición que nos acomuna a todos en el servicio al servicio de la misericordia de Dios, según los diferentes ministerios y carismas que el obispo tiene la tarea de reconocer y promover”, aseveró.
“No deroga la autoridad de cada obispo”
Para Francisco, se trata de caminar “todos juntos” en un proceso “donde se expresa una modalidad del ejercicio del ministerio episcopal coherente con la Tradición viva de la Iglesia y con la enseñanza del Concilio Vaticano II”.
“Nunca el obispo, como tampoco ningún cristiano, puede pensar en sí mismo sin el otro. Como nadie se salva solo, el anuncio de la salvación tiene necesidad de todos y de que todos sean escuchados”, precisó.
Para evitar la “tempestad de rumores”, el Papa aseguró que “la presencia en la Asamblea del Sínodo de los Obispos de miembros que no son obispos no disminuye la dimensión ‘episcopal’ de la Asamblea”.
Mucho menos, reiteró el Pontífice, “pone algún límite o deroga la autoridad propia de cada obispo y del Colegio episcopal”.
Ésta, más bien — precisó el Papa Francisco —, “señala la forma en que está llamado a asumir el ejercicio de la autoridad episcopal en una Iglesia consciente de ser constitutivamente relacional y por ello sinodal”.
Según el Santo Padre, “la relación con Cristo y entre todos en Cristo”, realiza la sustancia y modela “en cada tiempo la forma de la Iglesia”.
En este sentido, señaló que “se deberán individuar, en tiempos adecuados, distintas formas de ejercicio ‘colegial’ y ‘sinodal’ del ministerio episcopal” en toda la Iglesia.
Sin embargo, precisó que esto se deberá hacer siempre “respetando el depósito de la fe y la Tradición viva, siempre respondiendo a lo que el Espíritu pide a las Iglesias en este tiempo particular y en los distintos contextos en los que viven”.
“El Espíritu Santo nos acompaña siempre”
Al igual que el año pasado, recordó que “el Espíritu Santo es una guía segura” y que “nuestra primera tarea es aprender a distinguir su voz, porque Él habla en todos y en todas las cosas”.
El Papa Francisco también señaló que la esperanza “es la virtud más humilde” y que, a su vez, la humildad es un “don del Espíritu Santo”.
También afirmó que “el Espíritu Santo enjuga las lágrimas y consuela porque comunica la esperanza de Dios. Dios no se cansa, porque su amor no se cansa”, enfatizó.
Asimismo, advirtió que “un autodenominado cristiano que no entra en la gratuidad y en la misericordia de Dios es simplemente un ateo disfrazado de cristiano”.
Animó a los miembros del Sínodo a recorrer este camino “sabiendo que hemos sido llamados a reflejar la luz de nuestro sol, que es Cristo, como pálida luna que asume fiel y gozosamente la misión de ser para el mundo sacramento de aquella luz, que no brilla por nosotros mismos”.
Por último, reiteró que el proceso sinodal “es también un proceso de aprendizaje, durante el cual la Iglesia aprende a conocerse mejor y a individuar las formas de acción pastoral más adecuadas para la misión que su Señor le confía”.
“Con el corazón lleno de esperanza y de gratitud, consciente de la exigente tarea que se les ha confiado, deseo a todos una apertura que sea disponible a la acción del Espíritu Santo, nuestro guía seguro, nuestra consolación”, concluyó el Papa Francisco.